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Esta rara e incurable enfermedad hace que los que la padecen no reconozcan rostros humanos, ni siquiera el propio

Imagina ver en el espejo y ver un extraño, esa podría ser la situación existencial más extraña: casi insondable, la otredad permamente. Esta condición es parte de la vida cotidiana de algunas personas con una rara enfermedad incurable, conocida como prosopagnosia. La gente con prosopagnosia, también conocida como ceguera facial, no pueden reconocer las caras, algunas veces incluso la de sus amigos y su familia y hasta la de sus amigos.

De acuerdo con la neurociencia contemporánea, este trastorno tiene su origen en una lesión cerebral, particularmente en una región conocida como giro fusiforme o giro occípitotemporal lateral, ubicada en el lóbulo temporal, y la cual parece ser la encargada de registrar y procesar la información relacionada con el reconocimiento de una persona por medio de su rostro.

Un traumatismo (golpe, lesión, etc.) es la causa más común de la prosopagnosia, sin embargo, también existe una variante congénita de la enfermedad, la cual, según registros recientes, sólo afecta a un 2.5% de la población.

En un artículo publicado originalmente en The New Yorker, el famoso neurólogo Oliver Sacks habló de su lucha con esta enfermedad, señalando no sin cierto humor ingenioso su facilidad para describir la ropa, la voz, y otros aspectos, pero no su propia cara. En otro texto, Sacks relata el caso de un hombre que agarró la cabeza de su esposa pensando que era un sombrero, peculiar confusión que terminó por dar título a uno de sus libros más famosos. 

Por otro lado, la modelo Zoe Hunn dijo alguna vez que podría caer en una paradoja estilo Narciso: al no reconocer su rostro y ver una linda chica en el espejo visitándola desde un mundo interior como el País de las Maravillas, podría caer en el error de enamorarse de sí misma.

Cabe mencionar que actualmente la prosopagnosia se considera una condición de la cual es posible recuperarse parcialmente. Con ciertas técnicas las personas que la padecen pueden llegar a reconocerse a sí mismos o a otras personas, quizá no en la totalidad pero sin en un grado suficientemente aceptable que les permita sobrellevar su vida aun con la carencia de ese acto tan cotidiano y sin embargo tan importante que es reconocer un rostro.

 

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