Si tuvieramos que escoger un fenómeno meteorológico (para proyectar un loop en la pantalla holográfica de una isla abandonada o para secreensaver de nuestros sueños lúcidos), escogeríamos las auroras polares: surf visual de colores, crema cósmica en expansión, la caricia de la diosa planetaria. Pero las auroras vistas desde el espacio son la cereza en el pastel de la conexión galáctica.
Estas imágenes de la NASA (tomadas desde el Hubble o desde la Estación Espacial Internacional) son una especie de horizonte de eventos, sello magnético, a partir de su tropo visual, que alía por la luz el destino de la Tierra y sus habitantes al destino del universo, fraternidad de paisajes donde las estrellas se transforman en leche.
Como siguiendo un camino mágico, lácteo, de Compostela (férmento de estrellas), cola de Coatlicue o Rhea, por una línea geopática, hacia un castillo flotando en el espacio, o tal vez como Atreyu en una noche interdimensional, hacia la Torre de Marfil de la princesa clarividente cuyo cuerpo es el reino.
Las auroras fueron nombradas en 1621 por el astrónomo, filósofo y sacerdote francés Pierre Gassendi, en honor a la diosa romana del amanecer. El grupo nativo americano canadiense Cree, que tiene una relación ancestral con las visitiantes luminosas del norte, le llama a las auroras "la danza de los espíritus".
El aura del planeta, noosférica irradiación de la energía verde donde habitan las serpientes del cinturón de fotones. Y se surfea más allá de los monstruos guardianes de las esmeraldas herméticas. En la pijama del cuerpo oniridiscente.
Las auroras ocurren cuando partículas cargadas procedentes del Sol son guiadas por el campo magnético de la Tierra e inciden en la atmósfera cerca de los polos. Cuando esas partículas chocan con los átomos de oxígeno y nitrógeno, que constituyen los componentes más abundantes del aire, parte de la energía de la colisión excita esos átomos a niveles de energía tales que cuando se desexcitan devuelven esa energía en forma de luz visible.
Esta imagen casi de ciencia ficción es la vista privilegiada que tienen los astronautas de la Estacion Espacial Internacional: un horizonte luminoso barrido saliendo de la punta del cuervo cósmico de la nave.
Auroras en Júpiter y Saturno, los dos gigantes magnéticos de nuestro sistema estelar: el dios olímpico y el Sr. de los Anillos.
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