Tras la muerte del papa Francisco en abril de 2025, una antigua profecía ha resurgido con fuerza en redes sociales y medios alternativos: la de San Malaquías, el místico arzobispo irlandés del siglo XII que habría predicho, en una visión apocalíptica, el nombre y destino de todos los papas de Roma… hasta el último.
Según este enigmático documento, compuesto por 112 lemas en latín, cada uno de ellos correspondería a un pontífice desde Celestino II (1143) hasta el último, nombrado de forma simbólica como “Petrus Romanus”. Su reinado, dice el texto, ocurrirá durante la persecución final de la Iglesia, y será testigo del colapso de la ciudad de las siete colinas (Roma), tras lo cual llegará el Juicio Final.
Muchos han intentado encajar a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, en esta profecía. Si bien su nombre no es Pedro, eligió el nombre de Francisco en honor al santo de Asís, cuyo padre se llamaba... Pietro. Otros recuerdan que Francisco fue el primer jesuita en llegar al trono de Pedro, y los jesuitas, históricamente conocidos como "los papas negros" por el color de sus hábitos, han sido asociados con otra línea profética: la del “Papa Negro” que marcaría el fin de una era.
Pero si Francisco fue el 112°, según esta cuenta, entonces su sucesor sería Petrus Romanus, el último. Y aquí es donde muchos dirigen la mirada hacia el ghanés Peter Turkson, favorito en los pronósticos para el próximo cónclave. Su nombre, su origen y su perfil espiritual han encendido una conversación global: ¿podría este ser el momento en que una antigua profecía se cumpla?
El Vaticano no reconoce oficialmente el texto atribuido a San Malaquías, y muchos historiadores creen que se trata de una falsificación del siglo XVI diseñada para influir en una elección papal. Sin embargo, su precisión en los primeros 74 lemas —algunos notablemente exactos, como “De labore solis” para Juan Pablo II, nacido durante un eclipse solar— ha mantenido viva su leyenda.
En 1595, el documento fue publicado por el monje benedictino Arnold de Wyon. Desde entonces ha sido motivo de fascinación y miedo, alimentando teorías sobre el fin de los tiempos. Según una versión reciente, el fin podría llegar tan pronto como 2027, exactamente 442 años después del papado de Sixto V, a quien algunos atribuyen la autoría del texto.
No es el único presagio. El Apocalipsis bíblico también ha sido interpretado como una advertencia para nuestros días: desastres naturales, crisis espirituales, tecnología fuera de control. En ese contexto, la muerte de Francisco y la inminente elección de su sucesor se cargan de simbolismo.
Tal vez la clave no esté en tomar estas profecías de forma literal, sino en leerlas como metáforas poderosas. La Iglesia católica atraviesa una transformación profunda: pérdida de influencia en Europa, auge en África y América Latina, escándalos, cuestionamientos morales y una sociedad cada vez más secularizada.
El fin que sugiere San Malaquías no tiene por qué ser una catástrofe cósmica. Puede ser, simplemente, el cierre de un ciclo de casi dos mil años. Y el inicio de uno nuevo, más incierto, más humano, más global. Porque si algo ha demostrado la historia, es que incluso en sus momentos más oscuros, el símbolo de Roma ha sabido reinventarse.