Gritar desde lo más profundo del ser puede parecer una técnica alternativa, pero la "terapia primal" o terapia del grito ha sido utilizada desde los años 60 como una herramienta para la liberación emocional. Creada por el doctor Arthur Janov, esta práctica busca que las personas se conecten con emociones reprimidas, especialmente aquellas derivadas de experiencias traumáticas en la infancia, para luego liberarlas a través de un grito profundo y catártico.
Actualmente existen grupos y sesiones organizadas donde se promueve esta práctica, argumentando que ayuda a procesar y exteriorizar sentimientos de angustia, frustración y dolor. Para quienes la practican, gritar no solo es una vía de desahogo, sino un primer paso para enfrentar conflictos emocionales de manera consciente.
Sin embargo, es importante aclarar que si bien esta técnica puede proporcionar alivio momentáneo, por sí sola no es suficiente para un proceso de sanación completo. La clave está en complementarla con terapia psicológica y estrategias que permitan identificar el origen del malestar y trabajar en soluciones a largo plazo.
Llorar, gritar o sollozar pueden ayudar a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, generando una sensación de alivio. No obstante, su efecto es temporal y no reemplaza la terapia profesional ni otras prácticas de bienestar emocional.
Si decides probar la terapia del grito, recuerda que es solo un recurso dentro de un proceso más amplio. La introspección, el acompañamiento terapéutico y el autocuidado continuo son fundamentales para lograr un bienestar emocional duradero.