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¿Por qué los japoneses dicen que una persona "huele como el sol" cuando está recién levantada? ¿Para qué recurrimos continuamente a frases sinestésicas? ¿Por qué este aroma a mañana resulta tranquilizante, placentero o hasta nostálgico?

Una madre extiende el futón de sus hijos y capta algo perfectamente reconocible y que perfectamente desaparece nuestra imagen habitual de con qué pueden corresponderse cada uno de los sentidos. “Ah, el futón huele a sol”. Se le denomina “sinestesia” a algo como “oler” la luz. ¿Esta frase pertenece a las palabras o a los sentidos?

Desde que aprendemos a hablar, decimos otro tipo de cosas como “me gusta el olor después de la lluvia”, “qué triste se ha puesto el día” o “este caldo sabe a mamá”. Pero regresemos con la colección de palabras anterior: ¿a qué clase de aroma huele el sol?

En algunas películas y series de anime se menciona la frase “taiyō no nioi ga suru”, 太陽の匂いがする, hueles como el sol, una manera de los japoneses para decir “hueles bien”. Es y no es una manera más de demostrar agrado a otra persona por su proximidad. De alguna manera, el presente de la persona se extiende sobre el pasado como replegándose sobre un mundo más amplio. Un olor que queda en las almohadas, en las sabanas o en la ropa de cama asociadas a la persona con las que estuvieron en contacto, pero, también, a la mañana.

Para los japoneses, este es un olor que transmite calidez, calma y agrado. Es personalizado y a la vez es transpersonal, porque también habla de un momento en que el mundo entero parece agradable, calmado y cálido. Diviniza a una persona en concreto, del mismo modo en que los niños recién nacidos, la gente en un gran momento de éxito o de quien nos enamoramos se distinguen especialmente y se confunden con el mundo mismo.

El Instituto de Investigación Cosmética Kanebo y el Instituto de Investigación de Tecnología Industrial y Biotecnología del Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón, presumen haber identificado y reproducido artificialmente el aroma de la luz solar que flota al secar la ropa. Una explicación empírica del alivio que provoca este agradable olor cuando entra a la nariz de las personas, a veces mientras esconden la cara en un futón tendido para airearlo, parte de la erotización de la memoria ligada al cuerpo: los ácidos grasos que se descomponen con la luz solar y el calor, a veces mezclados con detergente, despiertan tranquilidad, un nexo con nuestros primeros recuerdos de lo que es una persona.

Recordar el aprendizaje más básico de con qué se corresponde qué sentido. Recuperar ligeramente los primeros recuerdos de lo que es oler, ver, probar, escuchar y tocar. Reapreciamos lo primero que supimos de nosotros y de nuestra familia, y el cuerpo reaparece en otras personas y trasfigurado en la luz del sol infinito a través de nuestro interior. 

¿La luz no se huele o el perfume no se ve? Esto es lo mismo que preguntar si ¿la vista es la vista y el olfato el olfato? ¿Cuándo se decidió que había cinco sentidos? Quizá cuando se decidió que los limites del cuerpo son ciertas cosas que vemos y tocamos, algo que, de hecho, volvemos a poner en duda todos los días, siempre que podemos, cuando despertar como siempre tiene algo distinto. El mundo de los sentidos que conocemos también con frases tiene una continuidad que altera el propio mundo que llena sus reminiscencias.

Y ese puede ser el gran misterio: no podemos decir nada de un mundo que no desaparecerá cuando nos hayamos ido y que, por ser el mundo, el dominio del sol, hace indistinguible “olerlo” y “olernos”. En palabras de la narradora japonesa Banana Yoshimoto:

Gran parte de la historia de nuestra vida queda grabada en los sentidos.

–Lizard, colección de cuentos de 1993.

 

Bebés recién nacidos; el dibujo en el plato que puedes ver debajo de una rebanada de sashimi tan fina como el papel; fuegos artificiales en agosto. La luna oculta detrás de las nubes sobre el océano por la noche. Cuando estoy sentada en algún lugar, sin darme cuenta piso los pies de alguien y tengo que disculparme. Y cuando alguien recoge algo que se me ha caído y le doy las gracias. Cuando veo a un anciano tambaleándose y me pregunto cuánto tiempo más le queda de vida. Perros y gatos asomándose por los callejones. Una hermosa vista desde un edificio alto. La cálida ráfaga de aire que sientes cuando bajas a una estación de metro. El teléfono sonando en mitad de la noche.

–Kitchen, novela de 1988.

 

Imagen de portada: fondo de dormitorio de anime, Freepik.