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La leyenda de Xóchitl y Huitzilin: el origen de la flor de cempasúchil en la cosmovisión prehispánica

Arte

Por: Valentina Cisniega - 11/02/2022

La flor de cempasúchil era considerada por los mexicas como un símbolo de vida y muerte

La festividad de Todos Santos y Fieles Difuntos tiene un antecedente europeo. Cuando llegaron los españoles a territorio mexicano, los frailes comenzaron a enseñar los ritos y creencias del mundo occidental reemplazando o fusionándolos con las costumbres prehispánicas. En Mesoamérica, el Día de Todos Santos coincide con la culminación de la temporada de lluvias del ciclo agrícola prehispánico, lo que facilitó su apropiación y la resignificación que pervive hasta la actualidad con el nombre de Día de Muertos. Hoy en día existe un gran número de elementos que conforman esta celebración, tanto materiales como simbólicos, pero sin duda alguna, las flores de cempasúchil son las más significativas de esta fecha. 

El nombre original de la flor de cempasúchil es sempowalxôchitl y proviene de la lengua náhuatl. La palabra viene de dos sustantivos: sempowal, que aunque estrictamente significa "veinte", en sentido figurado es sinónimo de "muchos", y xochitl, que significa "flor". Así, la traducción de la palabra sería "flor de muchos pétalos".

Los antepasados asimilaban el color amarillo de la flor de cempasúchil con el sol, razón por la cual la utilizaban en las ofrendas en honor a sus muertos. La tradición marca que se deben hacer senderos con las flores de cempasúchil desde el camino principal hasta el altar de la casa, con la finalidad de guiar a las almas hacia los altares. La flor era considerada por los mexicas como un símbolo de vida y muerte.

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Existe una leyenda popular sobre la flor de cempasúchil que cuenta la historia de Xóchitl y Huitzilin, que se amaban y todas las tardes subían a lo alto de la montaña a llevarle flores a Tonatiuh, el padre sol, jurando ante él amarse más allá de la muerte. Sin embargo, un día llegó la guerra y los amantes se separaron. Pronto llegaron las noticias de que Huitzilin había muerto en combate. Xóchitl sintió que su corazón se rompía y le pidió a Tonatiuh que la uniera por siempre con su amor, a lo cual el dios accedió y con uno de sus rayos la convirtió en una flor. Luego llegó Huitzilin en forma de un colibrí y se posó en el centro de la flor, con lo cual al instante esta se abrió en veinte pétalos, surgiendo de ahí la flor de cempasúchil, la flor de los muertos.

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Y así es como se puede interpretar una de las enseñanzas más importantes de la filosofía prehispánica: no hay vida sin la muerte. Al fin y al cabo, los seres humanos y todo ser vivo en la Tierra están destinados a cumplir un ciclo. 


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Imagen de portada: Unsplash