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¿Por qué se exige que una sociedad árabe comparta los valores europeo-occidentales?

Sociedad

Por: José Robles - 10/19/2022

El inicio de la Copa Mundial de la FIFA Qatar 2022 ha reavivado las discusiones (y la condena) sobre las formas de vida en las sociedades árabe-musulmanas

En las últimas semanas y a raíz de la próxima inauguración de la Copa Mundial de la FIFA que tendrá lugar en Qatar entre noviembre y diciembre de 2022, uno de los tópicos más recurrentes en la discusión pública es la postura que el país árabe tiene respecto a temas como la homosexualidad, el consumo de alcohol, el acercamiento a mujeres del país, la práctica religiosa y otros. De hecho, en redes sociales se difundió ampliamente un cartel que resumía los comportamientos que sería preferible evitar:

Qatar 2022: comportamientos prohibidos durante el Mundial, según la organización

Contrario a lo que muchos creyeron, el cartel no fue elaborado por los organizadores del Mundial en Qatar, sino por una organización que está buscando promover el respeto a los valores de la sociedad qatarí y difunde sus mensajes bajo el lema “Reflect your Respect” (“Muestra tu respeto”). Esta iniciativa quizá surgió previendo un enorme flujo de personas predominantemente occidentales y ajenas o francamente ignorantes de las sociedades árabes (en todos sus aspectos) que, por esto mismo, pueden tener incidentes poco agradables durante su estancia en Qatar.

Aun cuando ese cartel ha sido catalogado como “información falsa”, su contenido tiene sustento real: en las sociedades árabes y musulmanas, prácticas como el consumo de alcohol, la homosexualidad o el trato con las mujeres se viven de manera diferente a como ocurre en la mayoría de los países occidentales, en donde el proceso histórico al respecto ha tenido otro curso y otro desarrollo. 

Sin embargo, en la discusión pública, dicha diferencia se omite pronta y tajantemente. Varias de las posturas propias de la cultura árabe-musulmana se perciben como “retrógradas” o “arcaicas” casi simplemente porque no se ajustan al horizonte de valores privilegiados en países occidentales.

En parte ese desencuentro de perspectivas también se debe a que, históricamente, la mentalidad europeo-occidental se ha distinguido más por la conquista y la colonización que por el respeto de la diferencia, lo cual no deja de ser irónico, pues pareciera que el principio que al final termina prevaleciendo es que Occidente puede respetar otras formas de vida siempre y cuando se ajusten lo más posible a las formas dominantes

Además, nos encontramos en un momento de la historia en que el mundo se cubre cada vez más de dicho sistema de valores y en donde, por lo mismo, queda cada vez menos espacio para la diferencia. La hipótesis que propuso Francis Fukuyama en 1989 sobre “el fin de la historia” (el cual llevaba implícito el “triunfo” de componentes del liberalismo europeo-occidental como la democracia y sus garantías más elementales, el libre mercado y el individualismo) se cumplió parcialmente. Ahora una buena parte del espectro ideológico dominante se enfoca en hacer prevalecer la visión occidental del mundo, compuesta principalmente de una combinación de valores liberales y útiles al capitalismo que forman parte del proceso histórico que dio forma primero a las sociedades europeas (de los siglos XV a XVII, aproximadamente) y del resto de Occidente después, luego de la expansión y colonización de las potencias europeas hacia América, África y algunos países asiáticos.

En ese sentido, los países árabe-musulmanes integran uno de los pocos bloques culturales que todavía presentan una resistencia a esa voluntad expansionista y homogeneizadora de Occidente, especialmente por la enorme fuerza que aún conservan, tanto económica como política y cultural. Una resistencia poco comprendida, pues en vez de intentar entender mejor la diferencia de la cultura árabe (y, sobre todo, entender que el proceso histórico de sus sociedades ha sido distinto al de las sociedades europeas), a los países árabes se les exige que de un día a otro compartan los mismos valores occidentales y los hagan cumplir de la misma manera que en países en donde ese mismo proceso cultural tomó varios siglos para hacerse medianamente efectivo.

La situación por supuesto no es sencilla, pero quizá pueda servir para cuestionar también la postura de Occidente al respecto. Más allá de condenar el modo de vida en Qatar o en otro país de mayoría musulmana, también podríamos reflexionar sobre si en Occidente de verdad las cosas son tan “perfectas” como parecen cuando se enuncian desde la comparación y el discurso moral en el que “nosotros” estamos en lo correcto y el otro, el diferente, es siempre un bárbaro que vive equivocado y debe ser corregido y educado (so pena de ser excluido o francamente exterminado). 


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Imagen de portada: AP