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Esta obra de David Graeber y David Wengrow nos invita a reconsiderar la historia del género humano tal y como nos ha sido enseñada, cuestionarla y, a partir de otros episodios hábilmente ocultados, atrevernos a imaginar otras formas de vida y otro destino para la humanidad

Al pensar en la historia del género humano, la mayoría de nosotros tiene muy probablemente una idea muy fija de ella o, mejor dicho, un relato ya establecido. Si se nos pregunta sobre tal o cual hecho de la Historia –una guerra, la formación del país en que vivimos, el fin de un imperio, etc.–, con toda seguridad las respuestas se parecerían mucho entre sí, pues la manera en que se cuentan los acontecimientos que constituyen ese pasado común que tenemos como especie ha sido más o menos uniformada a lo largo de los siglos

Sin embargo, la historia de la humanidad es una y la manera o maneras en que puede contarse es otra cosa. Parte del problema es que la mayoría de nosotros hemos sido educados bajo un relato específico de esa historia. ¿Y qué relato es ese? Para decirlo con la frase clásica, el relato de los vencedores. 

No obstante, como ocurre en prácticamente todo lo que atañe a lo humano, la Historia también es un asunto de perspectiva. Por más que durante siglos los acontecimientos se hayan contado desde un mismo punto de vista –con apenas algunas mínimas variaciones en los últimos trescientos años–, ello no significa ni que los hechos hayan ocurrido de esa manera ni que ese relato sea el único posible.

En octubre de 2021, el sello editorial Allen Lane publicó en el Reino Unido The Dawn of Everything: A New History of Humanity (El origen de todo: una nueva historia de la humanidad), un libro escrito en coautoría por David Graeber y David Wengrow, antropólogo y arqueólogo respectivamente, ambos con un historial amplio y sostenido de crítica al respecto de los discursos dominantes en diversos ámbitos de lo social. En el caso de David Graeber, además, se trató de una publicación póstuma, pues aunque terminó el manuscrito antes de morir el 2 de septiembre de 2020, la versión final del libro llegó después de su fallecimiento. 

Para decirlo en pocas palabras, la tesis principal de The Dawn of Everything: A New History of Humanity es que la Historia de la especie humana se ha contado desde una perspectiva específica que se podría caracterizar con el adjetivo “dominante”. ¿Dominante en qué sentido? De alguna manera, en la estela que ya habían señalado Karl Marx y Friedrich Engels en La ideología alemana, donde escribieron:

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente.

En el caso de Graeber y Wengrow, su trabajo es una investigación que se remonta al relato sobre los orígenes mismos de la humanidad; de ahí el título del libro, ese “amanecer” de nuestra especie en el que comenzó la vida en comunidad y la organización de esta.

A propósito de esos inicios, el relato más usual con que se cuenta la Historia es que ya desde las primeras formas de organización se tendió hacia la propiedad privada, la prevalencia del hombre sobre la mujer y, muy especialmente, el gran mito de una forma de vida personal y social basada en la competencia por encima de la cooperación, de la desigualdad por encima de una búsqueda de igualdad entre todos los seres humanos.

Graeber y Wengrow retoman esas ideas, sumamente extendidas no sólo entre el conocimiento superficial de la Historia sino incluso entre investigadores especializados y la casi totalidad del mundo académico (universidades, institutos de investigación, editoriales universitarias, etc.), y las confrontan con fuentes fidedignas que apuntan si no al punto diametralmente opuesto, sí a otras formas de contar y conocer el pasado de la humanidad

Los autores realizan dicho ejercicio no sólo bajo la misión de rebatir ideas falsas (que ya por sí mismo sería un gran cometido), sino con el propósito todavía más ambicioso de señalar un hecho tan evidente que, quizá por eso mismo, ahora y desde hace un par de siglos le ha pasado completamente desapercibido a casi toda la humanidad. Este es que la narración dominante de la Historia, la que nos hace creer que la propiedad ha existido desde siempre, que el ser humano actúa por “naturaleza” por motivos egoístas y nunca por altruismo, o que la explotación es el único medio de supervivencia de la especie, esa narración nos ha impedido una y otra vez imaginar otras formas posibles de vida. Se nos ha presentado colectivamente un panorama histórico que hemos aceptado como el único posible, sin alternativas ni opciones y que además sigue un curso también definitivo, imposible de modificar.

Como vemos, mucho de ese relato va aparejado con el modo de producción capitalista. Propiedad, desigualdad, explotación: todo ello son conceptos inherentes al capitalismo, la producción inevitable de su maquinaria y al mismo tiempo los elementos con los cuales se mantiene funcionando. De ahí la pertinencia del fragmento de Marx y Engels citado. El relato que conocemos de la historia de la humanidad se ha tejido, consciente o inconscientemente, bajo la égida del capitalismo y la ideología que le sirve de sostén.

Sin embargo, la obra de Graeber y Wengrow tiene también renovados bríos porque no se trata sólo de un libelo de inspiración marxista. En parte su atractivo también se deriva de la luz que los autores arrojan sobre episodios concretos y emblemáticos de la historia humana (y especialmente occidental) que hasta ahora han sido contados de maneras muy imprecisas, equívocas y a veces hasta francamente alevosas.

Uno de los ejemplos más sorpresivos es el de la Ilustración francesa, un episodio (de la historia europea en general y de la historia del pensamiento europeo en particular) que la mayoría de nosotros aprendemos como una cumbre del progreso humano (por cierto, el término progreso proviene de aquella época), una especie de cúspide que demuestra las cimas sublimes que el ser humano puede alcanzar cuando se lo propone.

El problema es que, en ese relato, el logro se atribuye casi exclusivamente a la cultura europea y su desarrollo inherente. Como si el pensamiento europeo por sí mismo, en su infinita superioridad, hubiera logrado, por medios propios y sin influencia de nadie más, dar ese salto inesperado que hizo a ciertos intelectuales comenzar a cuestionar las formas de vida llevadas hasta el momento y preguntarse por nociones como la desigualdad y la explotación, y si estas eran de verdad el único destino posible de la mayoría del género humano. 

Graeber y Wengrow demuestran que los intelectuales europeos, de hecho, nunca hubieran llegado a esas preguntas de no ser por un acontecimiento capital en la historia humana: el encuentro entre los exploradores europeos y las culturas del territorio que después sería llamado América.

Especialmente entre los siglos XVI y XVII, cuando los intercambios entre europeos y nativos americanos se consolidaron, florecieron los debates entre evangelizadores, líderes comunales, soldados y otras personas que coincidieron en algún punto del “Nuevo Mundo”. En ellos, los europeos se vieron confrontados con formas de vida en donde no existían la propiedad (de bienes o de personas, y de estas últimas, en forma de esclavitud o de matrimonio), el dinero, la desigualdad, y en algunos casos ni siquiera las nociones de autoridad o de obediencia

Dicho de un modo más sencillo: las personas en las comunidades originarias americanas vivían en un estado de libertad tan amplio que para los europeos resultó escandaloso o atractivo y, en todos los casos, perturbador. Para personas formadas entre las sujeciones del catolicismo, el capitalismo y las monarquías, el contraste debió de vivirse sin duda como un choque cultural en toda forma.

Graeber y Wengrow recuperan los testimonios que dan cuenta de esos encuentros y siguen las pistas del camino que siguieron dichos debates hasta las mesas de las luminarias de la Ilustración como Rousseau o Montesquieu. Refieren también cómo un motto aparentemente tan europeo como el Liberté, Égalité, Fraternité, que identificó a la Revolución francesa y fue adoptado incluso por la República, tuvo su origen en esas ideas y conversaciones con personas de las comunidades originarias americanas. Y más sorprendente aún: los autores dan cuenta de cómo la Historia echó tierra sobre todo ello y, en el relato dominante, se contó que los ilustrados franceses habían llegado a esas ideas por medios propios.

Este es apenas un ejemplo que muestra por qué la historia de la humanidad es hasta ahora la historia peor contada, por decirlo así. Es una historia llena de equívocos, huecos y otras falsedades que, habiendo sido voluntarias o no, mantienen la humanidad en un concepto de sí misma demasiado estrecho y, peor aún, demasiado nocivo en varios aspectos.

Como señalan los autores, en parte el propósito de esta obra es, a partir de mostrar acontecimientos históricos reales, devolverle a los seres humanos la posibilidad de imaginar ¡e intentar! otras formas de vida y organización social. Dado el estado actual del mundo, parece intolerable seguir creyendo que podemos vivir única y exclusivamente en sociedades desiguales en las que se explota al semejante (a veces hasta niveles indignos) y en donde el afán de ganancia económica es el único parámetro que regula todas las relaciones, desde las relaciones entre personas hasta la relación que como especie sostenemos con la naturaleza y el planeta en sí.

La historia de la humanidad es en muchos sentidos la historia peor contada: de ahí la necesidad de contarla de nuevo, ahora desde otras perspectivas.

 

Twitter del autor: @juanpablocahz

Encuentra el libro The Dawn of Everything: A New History of Humanity en este enlace

 


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Imagen de portada: Amazon