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Vaughan Smith no fue a la universidad y trabaja como limpiador de alfombras, pero no es un limpiador de alfombras ordinario

Vaughan Smith puede sostener conversaciones en veinticuatro lenguas y conoce de manera rudimentaria cuarenta, según un reportaje de The Washington Post

Recientemente, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) escaneó su cerebro para averiguar si tenía algo especial. Los resultados no fueron demasiado impresionantes, aunque al parecer tiene menos actividad, aunque más eficiente, en las zonas vinculadas con la "red lingüística" del cerebro.

Smith no fue a la universidad. Trabaja en la compañía de limpieza de alfombras de su hermano y pasa su tiempo libre estudiando y acercándose a extraños para tener conversaciones.

A los 14 años vivía en el sótano de su padre en Tenleytown, cerca de muchas de las embajadas de Washington D. C. Esto embonó perfectamente con su curiosidad innata por las culturas extranjeras. Smith se había sentido un extraño antes estudiando en una escuela en la que se veía raro lo foráneo. De niño había tenido problemas socializando y quizá exhibía rasgos autistas. 

Pero en Washington tuvo rápido contacto con estudiantes brasileños con los que empezó a aprender portugués. En su tiempo libre se hizo amigo de una familia rumana y luego, cuando una chica de Etiopía entró a su curso, le pidió que le enseñara amhárico.

Aquí se muestra el circuito de retroalimentación positiva que supone aprender idiomas: conocerlos abre las puertas a una diversidad de culturas y formas de concebir la existencia, y al mismo tiempo, estar atento y abierto a otras culturas es la mejor manera de aprender, particularmente a través de la inmersión y el contacto humano.

Pues aunque Vaughan Smith ha aprendido mucho de lo que sabe de manera autodidacta, leyendo libros y recientemente usando apps, la etapa fundacional de su talento fue desarrollada justamente a través del contacto profundo con personas que despertaban su curiosidad. 

Smith entra fácilmente en la categoría de lo que lingüistas llaman un "hiperglota": personas que hablan más de once lenguas. Entre las lenguas más o menos exóticas que conoce están el noruego, el japonés, el húngaro, el búlgaro, el finlandés, el hebreo y el estonio. El español lo aprendió en casa de niño y el portugués en la adolescencia. Parte de este talento sin duda viene de su memoria y de ciertas características peculiares de su cerebro, pero otra parte importante, probablemente la mayor, viene de sus intereses y hábitos.

La clave de su aprendizaje, al parecer, es que Vaughan Smith ama los idiomas porque le permiten conectar con las demás personas. El lenguaje es antes que otra cosa una extensión del ser que permite la comunicación. El asombro y la curiosidad son los padres del conocimiento. Por supuesto, es importante tener una buena memoria, pero son muchas las personas con buena memoria que no tienen esta proficiencia. Lo que hace la diferencia es la apertura y el deseo de conectar que parte desde un sincero interés y no de una búsqueda utilitaria.  Aprender un idioma puede ser muy parecido al placer que genera escuchar música, cantar o tocar un instrumento. 

Los beneficios de conocer múltiples idiomas son innumerables y están bien documentados. Más aun, muchos escapan a lo cuantificable y tienen que ver simplemente con un enriquecimiento de la experiencia y el pensamiento. Vaughan Smith, a todas luces un tipo agradable, entusiasta y brillante, que prefiere aprender lenguas y conversar con las personas a ascender la escalera del éxito corporativo, es una prueba de ello. 


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