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El fin de la pandemia y el regreso de la Historia: un mundo poscovid comienza a perfilarse

Sociedad

Por: Alexis González - 03/27/2022

Contrario a lo que una vez pronosticó Francis Fukuyama, la Historia no ha llegado a su fin. Tras la pandemia de covid-19, el mundo vuelve a configurarse

Casi 2 meses después de presentarse los primeros contagios de coronavirus en Asia, el 27 de febrero de 2020 se registró en México el primer caso de covid-19. Algunas semanas más tarde y coincidiendo con el feriado que conmemora el natalicio de Benito Juárez en el país, millones de estudiantes y profesores, además de trabajadores públicos y privados, irían a sus casas sin imaginar que la declaratoria de emergencia daría paso a una larga cuarentena que trastocaría la vida de todos.

En el camino muchos perdieron a sus seres queridos, a causa de la nueva enfermedad y también debido a otras que no pudieron ser atendidas en un momento en que los sistemas de salud batallaban para dar respuesta al escenario epidemiológico

También como consecuencia de la pandemia muchas personas perdieron sus trabajos, relaciones amorosas, proyectos personales e incluso las a veces tan menospreciadas rutinas cotidianas que, algunos descubrimos entonces, tienen la valiosa función de anclarnos a la vida. 

Algo de lo perdido parecía recuperarse en la primavera de 2021, pero la variante delta del coronavirus primero, y más tarde la ómicron, nos dirían que aún faltaba tiempo para despertar de este mal sueño.

En este escenario, mientras que a nuestro alrededor el mundo se paralizaba y la vida cotidiana se reducía en un intento por evitar la propagación del nuevo virus, a una escala más amplia el consumo global y la actividad económica también sufrían estragos. La ralentización de las cadenas de suministro provocó un proceso global de inflación que, ya en fechas más recientes, se agudizó a raíz de la invasión rusa a Ucrania, ocurrida en un contexto mundial marcado por la mudanza de los polos comerciales pero también por la pérdida de influencia política que han sufrido algunas naciones. 

China se ha consolidado como la potencia líder de las transformaciones ocurridas durante estos 2 años de pandemia. El gigante asiático ha ganado mercados que antes dominaban Estados Unidos y sus socios occidentales. La salida del ejército estadounidense de Afganistán (en agosto de 2021) y el conflicto armado en Ucrania apuntan a la materialización de las diferencias y tensiones entre un Occidente que, desde la crisis económica de 2008, no logra ofrecer respuestas satisfactorias de entrada en el ámbito económico pero tampoco en el cultural o en el ideológico, al mismo tiempo que el “incomprendido” Oriente concentra actualmente la mayor parte de las fábricas y recursos energéticos del mundo.

En esta maraña de acontecimientos y procesos que no parecen tener relación entre sí, México surge en una posición extraña, incluso interesante, similar a la que tuvo en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Si la arriesgada expropiación petrolera de 1938 sirvió como palanca del famoso “milagro mexicano” (1940-1970), las obras de infraestructura emprendidas por la autodenominada Cuarta Transformación emergen de estos “años perdidos” de pandemia con la promesa de impulsar el crecimiento económico a través de: 

  • La soberanía energética que otorgarán las nuevas refinerías y el reacondicionamiento de las plantas eléctricas propiedad del Estado.
  • La atracción de capitales con el recién inaugurado Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (cuya obra fue coordinada y ejecutada por el ejército mexicano).
  • Y la construcción del “Tren Maya”, que movilizará en el sur del país a millones de turistas nacionales y extranjeros, además de ofrecer la posibilidad de transportar grandes cantidades de mercancías entre los océanos Pacífico y Atlántico, gracias al corredor férreo que en estos momentos se está edificando y que en un futuro próximo podría competir directamente con el Canal de Panamá, importantísimo para el comercio mundial.

El mismo fin de semana que hace 2 años atrás nos mandó al encierro de nuestras casas, hoy es simbólicamente relevante por varias razones. Los casos de covid se han reducido de manera drástica, la mayoría de la población ha recibido al menos dos dosis de la vacuna, los estudiantes han regresado a las aulas y en las calles, bares y restaurantes, aun con el uso extendido del cubrebocas, se siente un ánimo de haber regresado a la normalidad. A pesar de los años “perdidos”, por estos días en México parece que se han ganado algunas cosas, por exiguas que sean. 

Contrario a lo que Francis Fukuyama preconizaba en su famoso ensayo El fin de la Historia, luego de 4 décadas del “triunfo” del liberalismo, este no parece imponerse definitivamente en el mundo ni como ideología ni como forma de gobierno (la “democracia liberal occidental”). En términos generales, el Estado-nación tampoco parece en vías de diluirse frente a la libre empresa. Por el contrario: la pandemia y el estancamiento económico han provocado que se reflexione nuevamente sobre el papel del Estado en la sociedad,

En América Latina en específico, esta coyuntura ha dado paso a una nueva ola de progresismos: el proyecto de nación encabezado por Andrés Manuel López Obrador en México, la continuidad del estado plurinacional boliviano con Luis Arce como presidente, la elección del socialdemócrata Gabriel Boric en Chile, el rechazo a Jair Bolsonaro y el muy posible regreso de Lula da Silva a la presidencia en Brasil y el movimiento hacia la izquierda que en Colombia podría permitir finalmente la victoria de Gustavo Petro.

Como una metáfora de la llegada de la primavera del hemisferio norte, el letargo causado por la pandemia de covid-19 está siendo suplantado por un siglo XXI incierto, agitado, en el que actores de uno y otro bando se preparan para volver a tomar sus posiciones después de este largo respiro.


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Imagen de portada: Servicio de Prensa Presidencial de Rusia