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Roberto Calasso sobre la pandemia: 'aquel que es atacado se reconoce en lo que lo ataca'

Libros

Por: Joaquín C. Bretel - 10/01/2021

Esto fue lo que escribió el gran Roberto Calasso sobre la pandemia de la covid-19

El pasado 29 de julio murió el escritor y editor Roberto Calasso en Milán. Calasso creó obras como escritor y como editor igualmente brillantes y difíciles de etiquetar, de una ambición absoluta. Con su muerte probablemente se cierra el capítulo de la historia intelectual de Occidente en el que aún existían intelectuales de una magnitud universal, capaces de acceder a culturas remotas, dominando numerosas lenguas contemporáneas y clásicas sin ser meros "especialistas" o "académicos". Pensadores a la vez con la cultura, la intuición y la valentía necesarias para pensar el todo, para articular las conexiones invisibles. 

En sus últimos años Calasso escribió algunos textos sobre la vida contemporánea o lo que llamó "la actualidad innombrable". En el libro de 2017 La actualidad innombrable pareció percibir que nos encontrábamos ya en una época difusa y en transición, quizá comparable a los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la "era de la inconsistencia", de la era que le sigue a la "era de la ansiedad". El ser humano en este momento no alcanza a imaginar algo distinto a lo que la sociedad secular, que todo lo cubre, le presenta como el límite de lo real. 

En la reedición italiana de este libro en 2020, la novena parte de su obra única de once tomos, Calasso añadió una Postilla en la que toca el tema del virus de la covid-19. Son apenas un par de páginas, pero de gran sutileza. Aquí presentamos unos fragmentos:

Todo procedía a alta velocidad, bajo el impulso de la fiebre digital, cuando un día del año 2020 —un año como muchos más, que debía distinguirse sólo por cierto aumento en la velocidad misma— un ser pequeño, del cual no se podía decir ni siquiera si estaba vivo o no, un virus entre muchos otros, ha comenzado a desajustar los mecanismos de la máquina social. No era un enemigo visible, salvo con un microscopio electrónico, y se presentaba como una de las innumerables y a veces inquietantes ilustraciones de las publicaciones científicas. Eso era todo. Pero era el mensajero de todo lo que había quedado fuera de la sociedad y ahora se establecía ahí, en los alvéolos pulmonares, induciendo la muerte por asfixia, a la que en cualquier caso lo que únicamente respiraba dentro de la sociedad se habría acercado, como en un progresivo envenenamiento.

[…] Las plagas siempre han marcado la historia. Pero, entonces, ¿qué hacía diferente a esta última pandemia? El simple hecho de presentarse como una repetición —o imitación, si es que se puede hablar de intencionalidad— de un modo de actuar practicado hacia el mundo exterior del conglomerado de empresas [società] que ahora están siendo agredidas por la propia pandemia. En ambos casos se trata de una conquista metódica, realizada por medios invisibles. En primer lugar instalarse en un territorio, alimentarse de sus recursos y progresivamente operar una sustitución de sus elementos, que culmina en la asfixia, como si, más allá de cada lugar de conquista, se abrieran indefinidos otros en los que instalarse, repitiendo la misma secuencia de operaciones.

El virus no tiene intencionalidad, pero es portador de una modalidad de acción a la cual se le puede perfectamente superponer un plan intencional. Incluso es más efectivo en su implementación, pues nunca se desvía. Y es esta, su propia naturaleza especular, la que lo hace todavía más penetrante e inasible. Aquel que es atacado se reconoce en lo que lo ataca, como en un familiar que se vuelca en su contra. De aquí cierto efecto paralizante, aturdimiento generalizado. Lo que puede transformarse también en incredulidad, la reticencia a admitir que todo puede atascarse fácilmente.

*Extracto de L’innominabile attuale (Adelphi, 2020, pp. 167-169)

Calasso parece hablar, aunque de manera un tanto elusiva, de una especie de compensación. El ser humano recibe actualmente lo que ha cosechado. Quizá podríamos hablar de la fruición de un oscuro karma o de la acción de Némesis. En todo caso, es necesario atravesar lo que estamos viviendo. Pero, al mismo tiempo, el virus no es más que una expresión más de la asfixia a la que la misma sociedad secular está sometiendo al ser humano y al mundo entero. Con la pandemia o sin la pandemia habríamos llegado a este estado de envenenamiento y asfixia, que es el resultado del tóxico estancamiento que la sociedad ejerce sobre sí misma. 

Un párrafo después Calasso se pregunta: ¿qué sociedad sería deseable?, ¿a qué deberíamos aspirar si pudiéramos liberarnos de la envoltura de la sociedad secular que todo lo cubre? A manera de una utopía platónica, Calasso propone que la sociedad sirva simplemente como "el soporte de otra cosa: contemplación, conocimiento, placer, arte". Sabe que este escape del "infierno de lo mismo" que es la sociedad actual es un ideal inalcanzable, pero aun así debemos pensarlo, debemos contemplarlo. 

Una de las cosas que la pandemia ha acelerado es algo que podemos llamar la "muerte de las humanidades", la presencia cada vez más marginal e irrelevante de la historia, la filosofía, la religión, la poesía y demás disciplinas artísticas en todos los aspectos de la vida política. Particularmente, también, la desaparición de las humanidades en las universidades. El ser humano no considera esencial pensar filosófica y artísticamente de cara al futuro. Sí lo es pensar en términos de la economía y la tecnología. De hecho, el ser humano se empieza a convertir en una tecnología más, que alimenta la economía. 

Calasso dejó sutiles advertencias sobre el peligro de la sociedad secular tecnocientífica que todo lo absorbe, en la que "estamos cerca de saber casi todo lo que no nos interesa saber". El dataísmo todo lo resuelve, todo lo mide y todo lo hace eficaz, pero no deja espacio para el misterio y para las cosas que realmente importan, entre ellas la conciencia. Calasso creía que era más fructífero mirar al pasado, a las historias de la literatura y la religión, a los mitos, y encontrar no sólo sentido existencial sino modelos e intensidades distintas de lo que puede ser la vida y de lo que es la mente. Para Calasso, lo esencial es la conciencia, el hecho de estar vivos que es, a fin de cuentas, el fenómeno puro y luminoso (e irreductible) de ser conscientes.


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Imagen de portada: Italy 24