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La propuesta del colectivo de arte contemporáneo Palmera Ardiendo

Somos como Jack en el cuarto dorado del Hotel Overlook, bailando canciones de fantasmas, convenciéndonos de que la música de antaño es realmente la música de hoy.
Mark Fisher

 

El Hotel Overlook está de fiesta 24/7. Los fantasmas que recorren el espacio que King imagino y Kubrick materializó en El resplandor son aterradores quizá más por su cualidad de eterno —no tanto en el sentido de vivir para siempre como en el de estar atrapados en el tiempo— que por alguna característica física. ¿Qué los mantiene bailando? Acaso una mano invisible que en su tiempo libre juega también a la casa de muñecas. En el cuarto dorado no hay futuro; parece que de alguna cinematográfica manera, estos personajes “toparon” en la carretera del tiempo.

Fisher usa esta imagen para describir el estado de la cultura en el siglo XXI como una manifestación de la parálisis política y económica de nuestros tiempos: una imposibilidad de escape, una negación (¿aceptación?) colectiva que establece que preferimos vivir en un mundo donde todavía podíamos creer en un mejor futuro. En el 2021, esta creencia parece no sólo anticuada sino esquizoide: dislocada de la realidad de la crisis ambiental, el capitalismo tardío y la pandemia global, que ha sido además alimentada por la infodemia de la llamada “era de la información”.

Como lo enuncia el teórico Jonathan Crary, el modo de producción dominante opera 24/7, abarcando mucho más que el ámbito económico; ha cooptado también nuestro tiempo de ocio, nuestros sueños, nuestra mente. Frente a este oscuro panorama, ¿qué espacio o territorio podemos ocupar aún? ¿Acaso hay todavía un sitio de posibilidad que se puede reclamar? ¿Un escape del baile del cuarto dorado? El colectivo morelense de arte contemporáneo Palmera Ardiendo ofrece una modesta solución: encender nuestra imaginación. 

Con una propuesta crítica que resuena con las ideas de Fisher y otros grandes pensadores como Franco Berardi, Fredric Jameson, Slavoj Žižek, Francis Fukuyama y claramente la imagen que arde de Didi-Huberam, la máxima “Pese a todo imaginar”, nombre de la segunda edición de Palmera Ardiendo, es una invitación a escapar de esta parálisis del imaginario a través de una navegación utópica hacia ese lugar que en muchas ocasiones ha imaginado futuros hasta convertirlos en realidad: el arte.

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A lo largo de todo el año han realizado gestos artísticos en la ciudad de Cuernavaca para movilizar la imaginación. La hamaca es la biblioteca del futuro de Palmera Ardiendo, un proyecto itinerante conformado por donaciones que recorre las calles invitando a la lectura y a la reflexión en torno a utopías, distopías, prospectos perdidos y futuros recuperables.

Primavera technicolor fue una proyección de cine en tres pantallas que en su tamaño incluso apelaba a la experiencia estética del cine como un territorio de conexión afectiva que desafía la alienación de nuestros tiempos. La proyección consistió en una selección de cortometrajes que incluía obra de Artavazd Pelechian, Antonio Arango, Faride Schroeder, Kenneth Anger y Marcela Cuevas, entre otros, además de un performance de cine expandido por Elena Pardo y Andrés García Franco (con la participación de Aranzazu Becerra), musicalizado por Sabino Alva Pulido. 

Pero la culminación de la segunda edición es la exposición colectiva El delirante orden de las cosas, que reúne artistas nacionales e internacionales como Agnes Meyer, Brandis, Jorge Rosano Gamboa, Derzu Campos, Rodrigo Red Sandoval, Tania Ximena, Álvaro Ugarte, Gustavo Abascal, Miguel Bravo y Alexis Villega Maya, entre muchos más. Se trata de una iniciativa que busca combatir el aletargamiento y el desencanto contemporáneo con gestos artísticos especulativos que apunten a futuros irrealizables: “Basta recordar que el primer viaje a la luna en 1683, la primera utopía trazada en 1516 o la increíble mejora tecnológica de los submarinos en 1800 no fueron sugeridos por la ciencia, sino por la ficción” (texto curatorial de Palmera Ardiendo).

Palmera Ardiendo surge de la rebeldía ante las instituciones locales que —parafraseando— eligen líderes culturales con favores políticos, y hace un desafío directo a la sociedad del espectáculo que elige personajes de televisión como gobernantes, que se ha adueñado de nuestros sueños y deseos, que nos ha imposibilitado imaginar una realidad diferente, que nos ha alienado. Qué será, si no el arte, lo que nos haga reconectar con el otro, vislumbrar otros futuros, ver como Danny en El resplandor algo más allá de lo que se nos presenta. 

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El delirante orden de las cosas estará del 24 de julio al 1 de septiembre en el Ex Harry’s Bar de Cuernavaca, Morelos.