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El gobierno japonés ha manejado con éxito la pandemia de covid-19, esto a partir de una reacción efectiva aunada a la cooperación ordenada de la población

En el momento en que la pandemia de coronavirus comenzó a hacerse presente en el mundo, aproximadamente en febrero, parecía que Japón se convertiría en el nuevo foco rojo de la infección, luego de que el crucero turístico Diamond Princess ancló en las costas de Yokohama llevando a bordo un brote epidémico que alcanzó los 691 contagios. Quince días después de que se registró el primer contagio, y acaso subestimando la gravedad de la infección, las autoridades sanitarias japonesas permitieron el desembarco de algunos pasajeros y, a partir de entonces, el desarrollo del incidente enseñó a Japón una valiosa lección.

A inicios de 2021, Japón era de lejos el país del G-7 que había demostrado el mejor manejo de la pandemia, hasta el punto de que se tenían 230 304 contagios registrados versus 3 414 decesos. De hecho, en 2020 en Japón murieron más personas por neumonía, suicidio o influenza, mientras que sólo el 0.3% de los fallecimientos en el país se debieron a la covid-19.

En las últimas semanas, en Japón se ha registrado un crecimiento de los contagios y fallecimientos por covid-19, pero aun así, ambos índices son mucho menores que los registrados en casi cualquier país occidental, tanto en números absolutos como proporcionales. Al día de hoy y de acuerdo con datos recabados por la Universidad Johns Hopkins, en el país nipón se han registrado 340 025 casos de contagio, de los cuales 4 680 han resultado en fallecimientos (en una población aproximada de 126 610 000 de habitantes). Sólo para fines comparativos, en el resto de los países del G7 las estadísticas son las siguientes:

  • Alemania: 2 065 686 contagios / 48 047 fallecimientos
  • Canadá: 720 349 contagios / 18 172 fallecimientos
  • Estados Unidos: 24 094 696 contagios / 399 264 fallecimientos
  • Francia: 2 973 158 contagios / 70 828 fallecimientos
  • Italia: 2 400 598 contagios / 83 157 fallecimientos
  • Reino Unido: 3 443 431 contagios / 90 033 fallecimientos

De alguna manera, dicha posición está convirtiéndose en una ventaja para Japón, especialmente ahora que el Reino Unido, los países de la Unión Europea y algunos países de América viven con entusiasmo la aplicación masiva de vacunas contra el coronavirus, en particular la desarrollada por la sociedad farmacéutica Pfizer/BioNTech. Hasta ahora las autoridades sanitarias japonesas parecen resistirse a la tentación de actuar precipitadamente y, más bien, están esperando a ver cómo reaccionan otras personas a las vacunas antes iniciar una aplicación masiva entre su población. De hecho, según la información más reciente al respecto, sólo hasta mediados de febrero de este año el gobierno japonés buscará la aprobación de la vacuna de Pfizer/BioNTech.

Y por si esto fuera poco, otros elementos del manejo de la pandemia en Japón que podrían sorprender son, en primer lugar, que el número de pruebas para detectar contagios de covid-19 entre la población es más bien menor y, todavía más notable, que las medidas de cuarentena y restricción de movilidad han sido mucho más ligeras que en la mayoría de los países occidentales, tanto en Europa como en América, en algunos de los cuales se ha tenido que recurrir incluso a medidas disciplinarias como multas y toques de queda para evitar que la población ocupe el espacio público o haga reuniones.

Una de las razones que explican la situación general de Japón es que pronto en el desarrollo de la pandemia se identificaron las condiciones esenciales que propician los contagios de covid-19, en particular el hecho de que el coronavirus se esparce con mucho mayor facilidad en lugares cerrados. En el diseño de las políticas para prevenir contagios, las autoridades sanitarias fueron especialmente enérgicas al respecto. Se hizo una campaña masiva con altavoces pidiendo a los ciudadanos que evitaran los san-mitus o 3Cs, es decir, lugares cerrados, lugares concurridos y contactos muy cercanos.

Sin embargo, esto no hubiera sido suficiente de no ser porque los japoneses no requirieron de medidas especialmente restrictivas o punitivas para seguir estas medidas, simplemente las asimilaron ordenadamente. En parte esto se debe a su cultura, caracterizada históricamente por su disciplina (efecto, sin duda, de las religiones que ahí se practican, o de valores altamente estimadas como el honor o la reputación), pero también al hecho de que, junto con otros países asiáticos, Japón enfrentó las epidemia del SARS en 2002, la cual dejó varios aprendizajes importantes entre la población sobre el comportamiento de una enfermedad respiratoria contagiosa.

Por otro lado, el gobierno utilizó una supercomputadora llamada Fugaku, una de las más veloces del mundo, para crear modelos probabilísticos y escenarios posibles del desarrollo de la cadena de contagios de covid-19. Algunos de estos parecen a primera vista contraintuitivos. Según los cálculos obtenidos con este método, viajar en metro no es muy peligroso si las ventanas están abiertas, los pasajeros usan máscaras y las personas se sientan diagonalmente y no frente a frente. En otro modelo se encontró que los cines tampoco presentan un riesgo mayúsculo de contagio (aunque habría que saber bajo qué condiciones se llevan a cabo las proyecciones de películas en Japón). Notablemente, la cinta de anime Demon Slayer se ha convertido, en plena pandemia, en la segunda película más taquillera en la historia de Japón.

Con todos los datos a su alcance, el gobierno japonés asegura que estos son los cinco tipos de lugares o reuniones que presentan mayor riesgo de contagio de covid-19:

  • Cenas o fiestas en las que se bebe.
  • Reunirse a comer y beber en grupos de más de cuatro personas.
  • Hablar sin cubrebocas o mascarilla en lugares cerrados.
  • Vivir en dormitorios u otro tipo de espacios pequeños compartidos con otras personas.
  • Usar vestidores y cuartos en los que coinciden personas en determinados intervalos.

Todo esto es algo que quizá hoy podría parecer muy obvio (o no, dado que muchas personas, en muchos países, continúan incurriendo en alguna o varias de esas conductas). La diferencia es que Japón empezó a actuar en consecuencia desde febrero y, sobre todo, que las medidas se cumplieron masivamente con orden y disciplina. Además de los beneficios y ventajas a nivel social y de calidad de vida, esta suma de circunstancias también le ha permitido al país reducir el impacto económico de la pandemia. Por último, cabe apuntar otro factor que sin duda contribuyó a un manejo eficiente de la pandemia en Japón: la homogeneidad de su sociedad.

Sin embargo, pese a todas sus virtudes, el modelo japonés difícilmente podría aplicarse en otras partes del mundo. Por sólo mencionar un ejemplo, recordemos que en países como Estados Unidos, Alemania, España y Argentina ha habido protestas en contra del uso de la mascarilla sanitaria, bajo el pretexto de que este simple objeto representa una violación de la libertad individual. "Bozal", lo llaman ciertas personas en quienes, evidentemente, no podría esperarse un pensamiento más orientado al bien común, la responsabilidad colectiva o el sacrificio de un bien personal a favor del bienestar de la mayoría. 

Asimismo, en contraste, en países como China y Vietnam la capacidad del gobierno de implementar medidas estrictas probó también ser muy eficiente, pero en esos casos la efectividad se logró a través de un despliegue amplio de la capacidad de coerción del Estado (en particular, haciendo uso de sus sistemas de vigilancia sobre la ciudadanía) y, por ende, de una supresión real de la libertad de los ciudadanos.

Otra circunstancia a tomar en cuenta es que la población japonesa goza en términos generales de un muy buen estado de salud, superior incluso al de varios países desarrollados. Por ejemplo: sólo el 4.2% de los japoneses padecen obesidad. Y si bien es cierto que una buena parte de su población ha alcanzado la vejez (poco más del 20% de la población japonesa supera los 65 años de edad), los buenos hábitos que se practican a lo largo de la vida hacen que las personas de la tercera edad en Japón tengan mejores condiciones de salud no sólo en comparación con ancianos de otros países, sino mejores incluso que las de muchos jóvenes que viven en países como Estados Unidos o México, donde es común que personas de menos de 40 años padezcan enfermedades crónicas y degenerativas como diabetes o hipertensión.

Las autoridades sanitarias de Japón previeron que los contagios de covid-19 podría contenerse del todo (razón por la cual no se hicieron pruebas masivas de detección de contagios), pero presionaron los botones y los resortes adecuados de la cultura, la educación y la experiencia de la población japonesa para que respondiera lo mejor posible y efectivamente a la pandemia. 

Este éxito tanto de Japón como de otras sociedades del este de Asia combatiendo el coronavirus es una valiosa lección sobre la importancia del orden y la civilidad, basados ambos en un grado elevado de responsabilidad colectiva y preocupación genuina por el bien común.