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Bajo la idea de que "somos nutrientes, no desechos", un diseñador creó este féretro ecológico

Si bien este no el primer servicio funerario estrictamente ecológico, "el capullo viviente" de Bob Hendrikx es sin duda uno de los más radicales y auténticamente ecológicos. Hendrikx es un biodiseñador holandés que ha creado un ataúd en el que crece micelio, las partes subterráneas de los hongos que forman la mayor parte de esta forma de vida.

El micelio es el conjunto de hifas que forman la parte vegetativa de un hongo. Por su acción en el subsuelo se le considera una especie de "reciclador" de la naturaleza, pues es capaz de descomponer materia que otros organismos no. En gran medida, el micelio de los hongos es el responsables de transformar productos como plástico, metales y otros afines en nutrientes para el medioambiente.

Fotografía de micelio de la Sociedad Micológica Segoviana para la página “ecología de los hongos”

Ilustración de micelio de la Sociedad Micológica Segoviana para la página Ecología de los hongos

Sobre su creación, Hendrikx hace una afirmación clave: "Este ataúd significa que en realidad alimentamos a la tierra con nuestros cuerpos. Somos nutrientes, no desechos". Y aquí habría que agregar que la misma palabra que nombra a nuestra especie, "humano", tiene la misma raíz que humus en latín, esto es, "tierra". El ser humano tiene acaso inevitablemente el destino de convertirse en humus, en tierra y puede quizá hacerlo de una manera más consciente y efectiva con esta nueva técnica de entierro. 

Ataúd que convierte cuerpos en hongos

El "capullo viviente" acelera el proceso de descomposición. El ataúd tarda una semana en crecer y en dos años o poco más termina de descomponer el cuerpo del difunto. De hecho, una mujer de 82 años en Holanda ha sido recientemente la primera en optar por este camino e integrarse a la tierra a la vez que incrementa la salud de la misma, participando de esta manera en un tipo distinto de vida después de la muerte, aquella de la pura biología.

Por ahora los ataúdes de Hendrikx tiene un precio poco accesible: mil trescientos cincuenta dólares. Sin embargo, el diseñador confía en que si esta alternativa de funeral se vuelve más popular podrá bajar el costo y de esta manera ofrecer un precio inferior a lo que generalmente cuestan los servicios mortuorios. Además, el proyecto es parte de una compañía que investiga los efectos que tienen los cuerpos humanos en la calidad de la tierra de cultivo. ¿Será que el ser humano es un buen fertilizante?

 


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