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Erik Satie, el melancólico compositor presente en el soundtrack de 'Gambito de dama'

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 11/15/2020

Entre los varios elementos que hacen de 'Gambito de dama' una serie destacada, la elección de la música es uno de los más afortunados

Quien haya visto ya Gambito de dama (Scott Frank, 2020) habrá reparado en la música que acompaña el desarrollo de la historia, sin duda uno de los varios elementos que vuelven destacada a la serie. Como ocurre con la ambientación de época, el vestuario o la cinematografía en sí, la música también es un elemento sobresaliente de esta producción, pues en general, además de estar bien seleccionada desde un punto de vista puramente musical, en todos los casos se conjuga a la perfección con la historia de Beth Harmon y sus desafíos en el mundo del ajedrez y de la vida.

Quizá uno de los componentes más inesperado de este soundtrack es la música de Erik Satie, el compositor que vivió el nacimiento del modernismo artístico en Francia y cuyas piezas son como joyas cuidadosamente labradas, bellas y sorprendentes a un tiempo, agradables al oído aunque también vanguardistas a su manera.

En particular, la música de Satie está presente en Gambito de dama con dos composiciones: "Gymnopedie No. 1", sin duda su pieza más famosa e interpretada, y "Gnossienne No. 1", que igualmente goza de cierta celebridad. 

Cabe mencionar que muy probablemente ambas piezas fueron elegidas por las mismas razones por las que se les encuentra aquí y allá en otras expresiones de la cultura pop, y esto es porque las dos transmiten dulzura, melancolía e introspección en las cantidades justas para convertirlas en ese tipo de música que remueve lo más profundo que hay en nosotros sin saber cómo ni por qué, sin esperarlo.

La obra de Satie, sin embargo, va mucho más allá de estas dos piezas. De hecho, en la historia de la música llamada “clásica” se le considera un compositor bastante revolucionario. John Cage, por ejemplo, sin duda uno de los compositores más vanguardistas del siglo XX, consideraba a Satie “indispensable”. En ese sentido, la música de Ravel o de Debussy, igualmente vanguardistas e indispensables para el desarrollo musical del siglo XX, se nutre directamente de las composiciones de Satie.

Satie fue reconocido por su talento musical ya en vida. Un ejemplo de dicho reconocimiento fue el trabajo que emprendió al lado de Jean Cocteau, Pablo Picasso y Serge Diaghilev (el empresario que montó los ballets más decisivos de Stravinsky, en París) y Guillaume Apollinaire en el ballet Parade, cuya música compuso Satie y en el cual participó esa pléyade de genios artísticos. Con el tiempo se hizo amigo de otros artistas igualmente vanguardistas, como Man Ray y Marcel Duchamp.

Un rasgo quizá menos conocido del compositor es cierta extravagancia con la que dirigió buena parte de su vida cotidiana, casi durante toda su vida. Incluso el nombre que dio a la mayoría de sus composiciones denota una mente fuera de lo común (¿qué significa “gimnopedia”, después de todo? ¿Y qué pensar del conjunto de tres piezas para piano y violín al que dio el título de “Cosas vistas a derecha e izquierda”), pero, a nivel de sus hábitos y costumbres, Satie tuvo algunos que no es sencillo entender ni clasificar a menos de que, como lo dicta cierta narrativa, sean expresiones paralelas a su genio. 

Uno de esos hábitos excéntricos, por ejemplo, es que en algún momento de su trayectoria Satie se mudó de París a Arcueil (un suburbio en las afueras de la capital), al parecer porque ya no podía costear su “vida de artista” en la capital. Esto, por supuesto, no es extraño, pues las mudanzas ocurren todos los días y en algunos casos varias veces en una misma vida. Lo difícil de descifrar es que Satie se mudó a un apartamento diminuto, en donde apenas había espacio para los muebles e instrumentos de trabajo que llevaba consigo –una cama, una estufa, dos pianos, una mesa…–, donde además vivió durante los siguientes treinta años (de hecho, hasta su fallecimiento en 1925) y en donde no recibió a nadie, ni amigos ni familiares ni compañeros de trabajo. De ahí que, luego de su muerte, cuando deudos y amigos acudieron al lugar para recoger sus pertenencias, encontraron el apartamento en condiciones un tanto deplorables.

Otras anécdotas que dan cuenta de su personalidad peculiar son aquellas que cuentan que un día Satie comió un omelette hecho de treinta huevos y otro día él solo acabó con ciento cincuenta ostras. Se dice también que su única vestimenta durante diez años fue un traje de pana gris que aunque no fue siempre el mismo sí era el mismo modelo, por lo cual, en realidad, nunca cambió de vestimenta durante todo ese tiempo.

Es posible que aun cuando se saben estas cosas sobre la vida de Satie y algunas otras sobre su obra, el compositor sea todavía una figura por descubrir. De entrada, en su música es necesario ir más allá de sus composiciones más conocidas. Y sobre su vida igualmente vale la pena interesarse, pues Satie vivió en uno de las episodios más interesantes en la historia del arte europeo (la suya fue la misma época de Renoir y de Toulouse-Lautrec, por ejemplo).

Satie, sin duda, puede ser para muchos una fuente de asombro.

 


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Imagen de portada: Portrait d'Erik Satie par Henri Manuel, vers 1920 (?). 27 x 21 cm. Dédicace : A Valentine Gross. Amicalement chère amie, je suis F. S.