*

Nietzsche y Kierkegaard tienen buenos consejos para hacer que los propósitos que nos planteemos lleguen a buen fin

Ahora es ese tiempo del año en el que miles de personas celebran un día, se emborrachan o se encandilan y sueñan con un mejor año y una mejor vida. La cuesta de enero es la apuesta de ser mejores, y hacer promesas que mejoran nuestra persona, según esto. Claro que todos sabemos que estas promesas no suelen durar, suelen ser, como se dice, "llamarada de petate" o pirotecnia psicológica que alumbra nuestra conciencia brevemente y se desvanece ante la fuerza de los hábitos. 

Uno pensaría que Nietzsche y Kierkegaard, dos pensadores clasificados a veces como existencialistas, rápidamente criticarían estas resoluciones. Pero no, al menos no critican la toma de resoluciones, de hacer promesas. Para ambos es central esta capacidad del ser humano de autodefinirse y autocrearse a través de una decisión o de la voluntad. Kierkegaard habla de un compromiso infinito, de asumir una especie de rol para el sí mismo por la eternidad (que se gana en el tiempo), como Dante, que se asumió como el amante de Beatriz.

El entusiasmo de Nietzsche por las resoluciones es mayúsculo y no tiene reparos en que las abandonemos, siempre y cuando lo que persista sea una actitud de amor a la fatalidad, de aceptar lo que sobrevenga a la decisión, ya sea la resolución de un proyecto o una actitud como su negación siguiendo la propia autenticidad, concibiendo la vida como una obra de arte, en perpetua reinvención. "Debes estar dispuesto a arder en tus propias llamas: ¿cómo podrías ser nuevo, si antes no te conviertes en cenizas?", dice Zaratustra.

Ahora bien, lo que probablemente estos dos autores sí ridiculizarían y criticarían feroz o irónicamente sería el hábito popular de hacer estas resoluciones con la masa, cada Año Nuevo. Nietzsche y Kierkegaard nos dirían que debemos hacer estas resoluciones cuando nace nuestra voluntad, siguiendo nuestro instinto o nuestra fe, no reaccionando a un hito convencional como si fuéramos parte de un rebaño.

 

También en Pijama Surf: Una vida sin planes ni objetivos: ahí se encuentra el sentido de la existencia