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Tomados de lo más profundo de la tradición budista, exponemos aquí 5 definiciones de la meditación que capturan su esencia

En el mundo actual, para muchas personas no es muy importante saber qué es la meditación, lo importante es más bien para qué sirve -o más aún, qué puede hacer por mí-. Pero esta concepción es errónea, justamente porque lo que la meditación es depende de las premisas conceptuales con las que se practica. Resulta esencial en este sentido notar el significado de las palabras que se utilizan en sánscrito y tibetano para meditación: bhavana y sgom-pa, literalmente "convertirse", "transformarse" o "cultivar". En lo que uno se convierte, a fin de cuentas, es en lo que uno es, en el potencial último del ser que, desde la perspectiva budista, es el despertar mismo, la budeidad. Pero en el proceso y desde la realidad convencional, lo único que se tiene para llegar a este objetivo son los conceptos -pues no accedemos a una realidad desnuda y sin filtros (en gran medida, para eso meditamos)-. Conceptos como la impermanencia, la ausencia de existencia inherente, la luminosidad de la mente, la vacuidad, etc., son impresos a la práctica, de una manera gradual, como elementos de transformación. Aunque al principio estos son meros conceptos, la tradición en la cual se confía para embarcarse en una práctica sostiene que no son sólo ficciones útiles sino que corresponden a la realidad última, y deben experimentarse por cuenta propia. 

Habiendo hecho esta introducción general, podemos ahora hablar de cinco puntos complementarios desde la visión budista, algunos más específicos que otros, pero que en su conjunto engloban esta idea central de la meditación como la práctica de la transformación del individuo para instalarlo, a través de la purificación o sublimación de su propia naturaleza, en un estado de unidad -o no-dualidad y no-conflicto- con la realidad del mundo, la cual no es distinta de la luminosidad de su mente.

 

Es la purificación de la mente

La meditación y, en general el sendero budista, es la purificación de la mente. Esta es la idea central del budismo theravada que se extiende luego al mahayana y al vajrayana con ciertas sutilezas. Encontramos, por ejemplo, en el que tal vez sea el manual de meditación más influyente de la historia, El camino de la pureza (Visuddi Magga), que el nirvana es descrito como la pureza de la mente y la meditación como el sendero que permite alcanzar este estado libre de todo sufrimiento, fundamentalmente equiparándola con el aspecto de concentración, pero no únicamente, sino en relación complementaria con la disciplina moral y la sabiduría. La purificación de la mente ocurre a través del desapego, de dejar de perseguir objetos sensoriales y dejar de reaccionar ante los fenómenos con avidez o aversión, lo cual, a su vez, permite la concentración. El proceso de purificación de la mente, de desapego y concentración, es indispensable para que emerja la sabiduría, la correcta apreciación de la realidad, pues de otra forma sólo vemos nuestros deseos proyectados sobre el lienzo del mundo.

 

Es la sublimación del aliento

En un sentido más relacionado estrictamente con la práctica del shamata, la purificación de la mente a través de la concentración, la meditación es la sublimación del aliento, esto es, hacer cada vez más sutil el proceso de respiración. Es sabido que tomar como objeto la respiración es la vía regia a la purificación de la mente y la eliminación de sus aflicciones. El budismo enseña que el aliento es la mente y que el cuerpo mismo surge del aliento -el cual es una especie de viento kármico que se solidifica o reifica-. A través del aliento -si es más sutil o más burdo- podemos, de cierta manera, medir el estado de nuestra mente. Nuestro cuerpo y la experiencia del mundo que nos rodea están determinados por nuestros pensamientos, son el resultado de procesos cognitivos inmemoriales. Podríamos decir que el mundo entero y sus categorías, un poco a la manera de Kant, dependen de nuestro pensamiento, son modos de nuestro conocer. Así entonces, en la medida en que el aliento se va haciendo más sutil, también se sublima nuestra mente y toda la realidad que emerge de ella. Como dice el venerable Dhamadippa: "la meditación es aprender a hacer el aliento (sutil) para que nos convirtamos en concentración y sabiduría".

 

Es la práctica de las perfecciones

Las seis perfecciones que en el budismo mahayana conducen al estado de un bodhisattva son: generosidad, paciencia, disciplina, diligencia (o entusiasmo), concentración y sabiduría. Todas ellas pueden y deben ponerse en práctica en la meditación. La generosidad, por citar un ejemplo, se pone en práctica en la meditación practicando el desapego a las sensaciones de placer o dolor o a los propios procesos de identificación; pero también se puede poner en práctica literalmente haciendo ofrendas, ya sea físicamente o a través de visualizaciones. La sabiduría es la culminación y a la vez la síntesis de todas estas perfecciones. Es la sabiduría trascendental, la Prajñaparamita. 

 

Es la experiencia de la originación dependiente

La meditación para los budistas es a fin de cuentas la herramienta máxima, pues se remonta al mismo Buda, quien la usó en su vigilia bajo el árbol Bodhi para descubrir la originación dependiente y con ello alcanzar la liberación. La originación dependiente es, como el nombre sugiere, la noción de que todos los fenómenos dependen de otros: se originan de causas y condiciones y no por sí solos. De esta sencilla y profunda idea se derivan cosas como la doctrina de anatman (la ausencia de un yo sustancial) o la vacuidad de todos los fenómenos. Los meditadores avanzados pueden experimentar esta originación dependiente en el aliento y en su cadena de causas y condiciones relacionadas a la respiración o practicando meditación analítica (vipassana). Igualmente, podríamos decir que la meditación es también la experiencia de las cuatro nobles verdades y una forma de experimentar esto es poniendo atención a la respiración y a las sensaciones del cuerpo, que son siempre impermanentes, hasta el punto de que, si la mente se vuelve más sutil, es posible llegar a experimentar cómo todos los fenómenos, a nivel atómico, están surgiendo y desapareciendo cada instante. 

 

Es el cultivo de hábitos positivos para ir más allá de todo hábito

Para el budismo, una persona es sólo un conjunto de hábitos. No existe en nuestra realidad como seres humanos nada sustancial, nada independiente que se sostenga por sí mismo, y el límite de lo que somos está dado solamente por los hábitos que hemos adquirido con cada pensamiento y con cada respiración desde un tiempo sin principio. Es justamente porque no somos nada realmente que podemos ser budas. Así que con lo que se trabaja es con el cultivo de hábitos positivos y con la renuncia a los hábitos negativos. Como ya mencionamos, este entrenamiento mental usa conceptos para eventualmente ir más allá de todo concepto y tener una experiencia directa de la realidad, algo que es imposible mientras tengamos nociones equivocadas de la realidad, fundamentalmente tomando los fenómenos y nuestra propia persona como sustancialmente reales. Es por ello que se pone atención en conceptos como la impermanencia y la vacuidad.

 

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