Dormir en camas separadas era algo común entre parejas, ¿tiene sentido retomar esta práctica?
Salud
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 09/18/2019
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 09/18/2019
Hoy nos parece cosa normal y deseable que las parejas duerman en la misma cama. De hecho, que duerman en camas separadas suele ser señal de alerta de algún problema para la sociedad. Y, sin embargo esto no siempre ha sido así y quizá hay algo que se puede rescatar de esta vieja práctica de dormir en camas separadas, aunque claro en primera instancia se pensaría que el amor debe compartirlo todo.
En su libro A Cultural History of Twin Beds (2019), la profesora de la Universidad de Lancaster, Hillary Hinds, cuenta la propaganda a favor de las camas separadas en matrimonios jóvenes y de varios años. De hecho, casi durante 1 siglo, desde mitades de 1800 hasta mitades de 1900, los médicos victorianos promocionaban las camas separadas como la elección conyugal más sana. Sólo de esta manera se aseguraba evitar que el miembro más débil drenara la vitalidad y descanso del más fuerte.
La noción de las camas separadas para un matrimonio, dice Hinds, empezó a adoptarse a finales del siglo XIX bajo el precepto de higiene y salud en las parejas. De hecho, no sólo los libros de medicina y guías de cómo llevar un matrimonio solían promover este estilo de intimidad, sino también los catálogos de ventas de muebles y las novelas. En todos lados se promovía dormir en camas gemelas para garantizar que el miembro más fuerte tuviera una cama para sí, grande, larga, limpia, en un ambiente iluminado y ventilado; de lo contrario, podría verse afectado en su salud y fortaleza tanto corporal como mental –y, como consecuencia, morir antes–.
Incluso hubo médicos, como los doctores Benjamin Ward Richardson y James Copland, que advertían sobre los riesgos de inhalar los gérmenes del compañero de cama. En una serie de artículos, el doctor Richardson expresó: “El sistema de tener camas en donde dos personas puedan dormir siempre es, en alguna medida, insalubre”. Mientras que doctor Copland sentenció:
Las féminas jóvenes que están casadas con hombres mayores sufren en una manera similar [a los niños que duermen con sus abuelas, en donde los primeros no se recuperan con tanta facilidad si duermen separados], aunque raramente con tanta intensidad… Estos hechos son frecuentemente relacionados con las personas mayores, quienes consideran la favorable indulgencia de la longevidad, y por tanto seguramente ilustran un egoísmo el cual, en algunas personas, se vuelve más intenso con los años.
Para la década de los años 20 del siglo XX, las camas separadas se convirtieron en una moda: una elección popular. En el libro Sleeping for Health (1919), el doctor Edwin Bowers calificó a las camas separadas de un elemento tan indispensable como el hecho de que cada persona necesita un plato por separado para su comida: “Promueven comodidad, limpieza, y la delicadeza natural que existe entre los seres humanos”. Esta promoción médica a favor de las camas separadas provocó una popularización en las casas de la clase media durante la década de los años 30 y 40: los familiares de distintas jerarquías (abuelos y nietos; o incluso entre hermanos) empezaron a dormir en camas separadas.
No obstante, en la década de los 50, las camas separadas eran símbolo de algo contundente: el fracaso en el matrimonio. Marie Stopes, activista a favor de la planificación familiar, tenía claro que las camas separadas sólo quitaba la vitalidad, y volvían irritable e infeliz a la pareja: “Las camas separadas fueron una invención del Diablo, celoso de la felicidad de los casados”.
Desde entonces hasta ahora, la noción de Stopes ha acompañado el sueño de las nuevas parejas, que buscan una mayor cercanía física durante el sueño. No obstante, estableciendo límites con los otros: familiares que puedan tener su propio espacio, para no intervenir en el desarrollo y vida de cada uno de los integrantes que viven en un hogar.
Fotografía principal: Shutterstock