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‘Parasite’ de Bong Joon-ho fue premiada este año con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, un reconocimiento merecido a una cinta que destaca por la perfección de su historia

*Este artículo contiene detalles sobre la cinta Parasite, de Bong Joon-ho*

Parasite es la cinta del director surcoreano Bong Joon-ho que este año se hizo acreedora a la Palma de Oro en Cannes, sin duda uno de los reconocimientos mayores del mundo del cine. Bong Joon-ho había conocido ya el éxito con su filme anterior, Okja (2017), producido por Netflix pero estrenado inicialmente en las pantallas del Festival de Cannes de aquel año. Además del saludo de la crítica, Okja también contó con buena recepción por parte de los espectadores. Con Parasite (2019), sin embargo, el surcoreano parece haber refinado su arte al grado de una obra técnica y estéticamente perfecta.

El filme cuenta la historia de la familia Kim y de la precariedad en la que viven. Los padres están desempleados y el hijo y la hija han tenido dificultades para continuar con sus estudios (por más que ambos parecen tener habilidades más que suficientes para estar en la universidad). Todos habitan en el sótano de un edificio, situado éste a su vez en la zona marginal de una ciudad populosa. De tanto en tanto, a la hora de la cena, la familia ve pasar frente a su única ventana a un borrachín del barrio, que casualmente siempre que se detiene por ahí lo hace para orinar o vomitar, una escena que los miembros de la familia reciben con humor.

La situación de la familia cambia luego de que Ki-woo, el hijo, recibe la visita de un amigo que le ofrece un trabajo temporal pero atractivo: dado que él saldrá de viaje, le pide a Ki-woo que se ocupe de una joven de familia adinerada a quien da clases de inglés y sobre quien tiene ciertas intenciones sentimentales. Al recomendar a alguien de su confianza, el amigo de Ki-woo piensa asegurarse así de que el trabajo se realizará adecuadamente y también de que su sustituto no le quitará su lugar en sus intentos amorosos hacia la joven. 

En ese encuentro, el amigo regala a Ki-woo y a la familia una piedra de río que proviene de la colección personal de su abuelo y que, según se dice, es portadora de prosperidad; aunque este detalle puede parecer incidental, en términos cinematográficos y narrativos es importante, pues la piedra cumple la función del "MacGuffin" hitchcockiano, esto es, un objeto aparentemente trivial o secundario que sin embargo ayuda a reforzar en el espectador la sensación de continuidad y cohesión de la historia.

Ki-woo es admitido como tutor de inglés y con ello se abre la primera de las dos líneas narrativas que sostienen la película. Una vez que Ki-woo ha entrado al servicio de los Park, él y el resto de los miembros de la familia urden diversos engaños para incorporarse al servicio doméstico de la familia acaudalada, sin que en ésta se den cuenta del parentesco que los relaciona e incluso a costa del despido de otros empleados. Las tretas surten efecto y todos terminan formando parte del personal al servicio de los Park.

Hasta este punto Parasite podría parecer un tanto simplista y quizá incluso ingenua con respecto a situaciones como la pobreza y la desigualdad económica, las cuales parece tratar con el mismo dulzor con que fueron retratadas, por ejemplo, en las cintas de la llamada "época de oro" del cine mexicano, en muchas de las cuales es posible encontrar la idea de que la precariedad hace a las personas alegres, solidarias y "buenas" casi naturalmente. Dado que los engaños de la familia Kim son tratados con humor y ligereza (con lo cual se logra que el espectador simpatice con actos que en la realidad difícilmente toleraría), por un momento Parasite parece caer también en esa caricaturización tanto de la existencia precaria como de la iniquidad en la distribución de la riqueza.

Por fortuna, Parasite es otro tipo de película. Sobre esos temas en particular, su punto de inflexión puede encontrarse en un momento del filme cuidadosamente preparado. En la secuencia de la batalla campal en la sala de la residencia de los Park, cuando los Kim luchan contra la exgobernanta y su esposo para que ella no envíe un video comprometedor a los Parker, hay un instante en que la gobernanta mira de pronto la mesa de centro de la sala y, debajo de ésta, los restos del festín que los Kim se dieron con los licores y las provisiones de los Parker, aprovechándose de la ausencia de la familia. Ante las migajas, las botellas vacías y los empaques abiertos groseramente, la gobernanta siente de pronto desprecio por sus rivales por un motivo muy específico: no entiende cómo ellos pudieron desperdiciar así un espacio diseñado originalmente para el disfrute estético y la contemplación. Gracias al recurso de un flashback, la gobernanta se recuerda a sí misma bailando con su marido a la luz del atardecer, en ese salón tan bellamente iluminado, al tiempo que con su voz en off elogia al arquitecto que diseñó el lugar, mismo que fue el primer propietario de la casa.

Esta escena es central de la película porque a través de esta imagen –una empleada doméstica disfrutando estéticamente de un espacio arquitectónico de diseño sofisticado, una imagen preciosa pero también con cierto grado implícito de contradicción–, se plantea la pregunta fundamental de Parasite con respecto al problema de la desigualdad económica. Sean los Kim tomando posesión de la residencia (así sea simbólicamente y por medio de la simulación), o la gobernanta defendiendo su puesto y su lugar de trabajo en esa casa, en ambos casos los esfuerzos parecen estar motivados por estas preguntas: ¿Por qué nosotros no podríamos también disfrutar de todo esto? ¿Por qué los ricos lo tienen todo y los pobres no tienen nada? ¿Por qué un pobre no puede también bañarse en una tina o tumbarse despreocupadamente en el césped perfectamente cortado de un jardín particular? ¿Por qué los pobres no pueden también formar parte de todo ello ("fundirse con el paisaje", como dice en cierto momento Ki-woo, preocupado porque él parece no tener la naturalidad con que su hermana se mueve entre la gente rica)?

Una posible respuesta a esta suma de preguntas ocupa el otro sostén argumentativo de la cinta, mismo que también parece dar sentido al título de ésta. Si bien por un momento podríamos pensar que los "parásitos" son todos los Kim, cuyo modus operandi parece ser vivir tanto como se pueda a costa de otras personas, esa idea adquiere otro matiz cuando se descubre el búnker secreto en la residencia de los Parker y a su inquilino inesperado, Geun-se, el esposo de la exgobernanta, quien ha vivido ahí desde hace ya varios años, también a expensas de los Parker y sin que éstos se hayan dado cuenta de su presencia en todo ese tiempo.

Entre la sorpresa y la confusión, Kim Ki-taek (el padre de la familia Kim) pregunta a Geun-se por qué se resignó a vivir de esa manera, con más precariedad aún de la que soportan los Kim, pues ese hombre vive en un lugar con las condiciones apenas elementales de supervivencia. Geun-se cuenta entonces brevemente su historia, marcada por una inversión fallida y desmesurada para sus capacidades económicas que tuvo como consecuencia su imposibilidad de pagar las deudas que había contraído con varios usureros. La fuga y el escondite se le presentaron entonces como su única opción al alcance (e, indirectamente, la reducción drástica de sus oportunidades de vida).

Este relato podría pasar desapercibido o parecer secundario de no ser porque encuentra eco en uno de los personajes principales de la historia, el padre de la familia Kim, quien al inicio de la cinta también menciona brevemente la misma aventura financiera malograda, lo cual sugiere que ésta se trata de un acontecimiento mayor y de impacto profundo en la historia de varias familias, como esas crisis económicas que en la historia de distintos países han sido capaces de traumatizar a generaciones enteras. 

Dicho elemento es todavía más significativo cuando en la escena del albergue, donde los Kim han llegado luego de haber perdido todas sus pertenencias a causa de la tormenta que anegó su hogar, Ki-woo pregunta a su padre cuál es el plan del que habló antes para sortear todas las adversidades que han caído sobre ellos. Kim Ki-taek dice entonces que su plan es no tener plan, que si uno vive sin planear entonces nada puede sorprender ni molestar, pues de esa manera las circunstancias que se presenten no pueden arruinar lo que no existe. El padre dice todo esto con los ojos cerrados, acostado en el piso del albergue, y cuando termina de hablar se da vuelta y da la espalda a su hijo. 

La postura de Kim Ki-taek podría considerarse nihilista, pero no en un sentido filosófico, sino netamente existencial. El padre de la familia Kim parece haber renunciado a todas las posibilidades de su vida, a sus sorpresas y sus imprevistos y si vive sin prever pareciera ser más bien porque vive sin querer, su existencia transcurre inercialmente, sujeta y obediente a los eventos que se presentan.

Esta declaración de principios funciona como el segundo pilar de Parasite porque permite una interpretación fuera de la moral del revés que sufre la familia Kim. Más que tomar éste como una especie de castigo por sus acciones y su deshonestidad, o como el "precio" que pagan los Kim por haber engañado a los Parker, la cinta ofrece los elementos necesarios para realizar una lectura más apegada a la realidad (y no a una supuesta teleología o significado ulterior de las acciones). De alguna manera se sugiere que los Kim viven los efectos de sus actos, de sus decisiones y quizá especialmente de sus omisiones. Nada más y nada menos. Como tantas otras personas en todas las épocas y en todas las latitudes, los Kim (y en particular el padre) viven los efectos de postergar la resolución de conflictos apremiantes de la existencia, con lo cual no se hace más que dejar que ganen en complejidad, hasta que se vuelven inmanejables.

Kim Ki-taek y de Geun-se son en ese sentido personajes afines, que comparten el rasgo común de la renuncia, la resignación y la falta de ánimo, de entusiasmo o de creatividad para vivir su vida. No por casualidad, hacia el final de la cinta, Kim Ki-taek sigue los pasos de Geun-se y ocupa su lugar como el "parásito" de la residencia. 

Hay condiciones materiales y sociales que condicionan el desarrollo de la vida humana, sin duda, pero también hay una disposición con la que cada persona hace frente a esas condiciones. ¿Es posible encontrar un punto de conciliación entre ambas? ¿Y cómo? ¿Qué tanto las circunstancias pueden cambiar y qué tanto es esa disposición personal la que facilita o dificulta nuestro desarrollo?

Con Parasite, Bong Joon-ho plantea algunas preguntas muy pertinentes respecto de este problema fundamental para el ser humano, pues a fin de cuentas aquello que está en juego en éste es la realización de la existencia.

 

Del mismo autor en Pijama Surf: Una vida sin planes ni objetivos: ahí se encuentra el sentido de la existencia

 

Twitter del autor: @juanpablocahz