El día de ayer la población de Francia y en general la opinión pública mundial observó en medio de una gran conmoción el incendio de la catedral de Notre-Dame, situada en el corazón de París y reconocida como una de las joyas de la arquitectura gótica europea.
El siniestro comenzó aproximadamente a las 18:50 del 15 de abril y duró hasta las 09:55 del 16, momento en que las autoridades anunciaron que el fuego había sido extinguido por completo.
Durante este tiempo, casi 15 horas, el fuego destruyó por completo al menos uno de los elementos más emblemáticos de la iglesia parisina, la "flèche", una aguja diseñada a mediados del siglo XIX por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc y montada entre 1844 y 1864. Cabe mencionar que si bien hasta ayer la "flèche" se consideraba ya un elemento propio e imprescindible de Notre-Dame (y aun del skyline parisino), en su época causó controversia y la adición de Viollet-le-Duc se percibió más bien como una imposición sobre la arquitectura original de la catedral.
Con todo, de la "flèche" se salvaron al menos ciertas piezas: 16 estatuas de cobre que la adornaban y que representan a los 12 apóstoles y los cuatro evangelistas. De la obra de Viollet-le-Duc, eso es todo lo que queda.
Notre-Dame ha sido desde hace siglos la sede de otras muchas obras de arte y objetos de elevado valor histórico, entre los cuales sin duda lo más lo más célebre es el llamado "tesoro de Notre-Dame", integrado sobre todo por piezas relacionadas con la historia del catolicismo pero cuyo principal motivo de orgullo es conservar tres reliquias asociadas con la Pasión de Cristo, a saber, la corona de espinas que soldados romanos le ciñeron al momento de su crucifixión (según el relato evangélico), así como un clavo y astillas de madera de la cruz de Cristo.
Por supuesto, la autenticidad de dichos objetos es imposible de comprobar, pues a lo largo de los siglos han atravesado la historia de la religión en Europa, pero de cualquier modo, a nivel simbólico, se encuentran entre los principales bienes de la catedral francesa.
Asimismo, en Notre-Dame se conserva el manto de Luis IX de Francia, el rey que partió en dos ocasiones a las Cruzadas en el siglo XIII y que eventualmente fue elevado a la calidad de santo por este y otros hechos.
Tanto las reliquias como el manto de san Luis se salvaron del incendio, así como los óleos que también desde hace varios años cuelgan de las paredes de la catedral y sus vitrales, los cuales indudablemente son uno de los elementos más emblemáticos de Notre-Dame, siendo el más conocido aquel que representa las flores del Paraíso.
Por las imágenes que se han dado a conocer se puede decir el interior de la catedral está prácticamente intacto, lo cual ciertamente es asombroso, dada la magnitud del incendio. Resta conocer, sin embargo, el estado de los tres órganos instalados al interior de la catedral, los cuales también forman parte del patrimonio y la historia del lugar.
De este modo, hasta ahora el balance del siniestro arroja como pérdidas totales la aguja de Viollet-le-Duc y la bóveda de la catedral sobre la que ésta se asentaba. La fachada principal también tiene daños importantes, pero no irrecuperables.
La restauración de Notre-Dame tomará seguramente varios años y se necesitarán recursos de todo tipo. Entre las acciones que han comenzado a tomarse en ese sentido se encuentra la donación de 200 millones de euros por parte de LVMH (la empresa que, entre otras, posee las marcas de bienes de lujo Louis Vuitton, Hennessy y Moët & Chandon). Asimismo, se espera otra donación de 100 millones de euros por parte de la familia Pinault, a cuyo cargo se encuentra la firma Artemis, que congrega marcas como Converse y Samsonite. Por último, Emmanuel Macron anunció la apertura de una campaña nacional de recolección de fondos en apoyo a la reconstrucción de Notre-Dame.
Como suele ocurrir en situaciones como esta, las reacciones al siniestro son diversas, pues mientras que para algunas personas tanto en Francia como en otras partes del mundo se trata de una tragedia de enorme relevancia, otras no comprenden las razones de tanto sobresalto y conmoción. Igualmente, el gobierno francés comienza ya a utilizar a su favor este suceso, en especial para reconquistar la simpatía y aprobación de la población francesa que desde finales del año pasado se ha manifestado en su contra.
Sea como fuere, la historia continúa, y sin duda llegará el día en que este episodio sea apenas una escena de ese sueño más amplio, más inabarcable, que es la existencia de nuestra especie.
Y la catedral era su universo, era toda su naturaleza. No soñaba con otros setos que los vitrales siempre en flor, con otras umbrías que las de los follajes de piedra que se abrían, otras montañas que las colosales torres de la iglesia, otro océano que París rumoreando a sus pies.
(Víctor Hugo, Nuestra Señora de París)