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Un palacio sin igual en el mundo

La India es, probablemente, uno de los lugares más enigmáticos del planeta, en buena medida por la antigüedad y la diversidad de su cultura. Por mucho tiempo fue habitual referirse a la India como un “subcontinente” por la superficie de su territorio y el número de sus habitantes, pero también porque si bien es un país, en su interior conviven decenas de lenguas distintas, al menos tres religiones de envergadura, el pasado ancestral y la influencia del colonialismo inglés, entre muchas otras circunstancias. En ese sentido la India es, sin duda, un polo notable de curiosidad y atracción.

Entre los muchos puntos de interés que se pueden encontrar ahí, en esta ocasión elegimos uno de los edificios más hermosos jamás construidos. Se trata del Hawa Mahal o “Palacio de los vientos”, una joya arquitectónica construida a finales del siglo XVIII en Jaipur, Rayastán, al norte de la India.

El edificio debe su nombre sobre todo a su fachada, una impresionante sucesión de 953 ventanas en forma de nichos (llamadas “jharokhas”) que a la distancia ofrecen la vista de una celosía cuidadosamente labrada y en la funcionalidad del edificio, tuvieron como propósito permitir a las mujeres del harem del rajá mirar hacia la calle pero sin que ellas fueran vistas, según la costumbre del “purdah”, que manda preservar a las mujeres de la mirada de hombres que no sean su esposo o sus parientes.

El Palacio de los vientos fue construido a instancias del rajá Sawai Pratap Singh, quien visitó una vez el Khetri Mahal en Jhunjhunu y quedó vivamente impresionado por un detalle de su arquitectura: se trataba de un palacio sin puertas ni ventanas que pudieran cerrarse. En el Khetri Mahal se adoptó este sistema sobre todo para hacer circular el aire y ofrecer, así, una ventilación adecuada en todo el lugar. 

En el caso del Hawa Mahal el diseño corrió a cargo de Lal Chand Usta, quien sin duda tomó en cuenta las características del Khetri Mahal pero para la fachada se inspiró especialmente en las representaciones de la corona de Krishna, una de las deidades más veneradas del hinduismo.

Sin duda, se trata de un lugar impresionante, ejemplo de lo mucho que la India tiene reservado al visitante curioso (no importa si nuestros viajes los realizamos, de momento, a través de una pantalla).

 

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