Para muchas personas, la música es la expresión creativa y artística más refinada, no sólo por las alturas que ha alcanzado a lo largo de su historia sino también, o especialmente, por esa especie de facilidad con que puede llegar a tocar y conmover a prácticamente cualquier persona y, podría decirse, incluso cualquier ser sensible. ¿O no fue con música que Orfeo calmaba a los hombres y a las bestias, e incluso le sirvió para dormir al Cancerbero en la entrada del inframundo?
“Con la música nunca se puede estar seguro: en la medida en que externaliza nuestras pasiones más profundas, la música es siempre una amenaza”, dice el filósofo Slavoj Zizek en uno de los comentarios de The Pervert’s Guide to Cinema, en alusión a esa capacidad que tiene la música no sólo de hacernos sentir sino también, en ciertos momentos, bajo ciertas circunstancias, de expresar un estado emocional que a veces incluso para nosotros mismos puede parece confuso, ambiguo.
A veces sabemos que sentimos algo pero no atinamos a decir bien a bien qué, sólo lo sentimos y lo sabemos. Y en esas ocasiones basta escuchar una tonada, recordar una canción o incluso repetir una y otra vez la misma pieza para advertir cómo esa emoción encuentra su cauce en el flujo milagroso de la música, como si ésta fuera capaz de descifrar lo que sentimos y, sin darle palabras, de todos modos le permitiera encontrar forma y significado.
Bajo esa luz compartimos ahora una serie de piezas que, paradójicamente, están marcadas por la sombra. Se trata de composiciones provenientes de la música clásica que por sus características evocan sentimientos tristes y melancólicos, sin duda una de las zonas del espectro emotivo que han resultado más fecundas para la música.
La selección proviene del sitio France Musique y en ella se encuentran algunas composiciones imprescindibles y otras quizá un tanto inesperadas. Como en otras ocasiones, invitamos a nuestros lectores a dejarnos sus propias sugerencias en la sección de comentarios de esta nota o en nuestras redes sociales.
MOZART | Requiem: Lacrimosa
Todo Requiem –la misa de difuntos del ritual católico– es por definición pesaroso, pero en el caso de Mozart se trata además de una de las últimas piezas que se abocó a componer, sin terminar, pocos meses antes de morir.
SCHUBERT | Sonata para piano N°20, Andantino
En su diario, en marzo de 1824, Schubert anotó: "Mis obras son fruto del conocimiento que tengo de la música y también de mi conocimiento sobre el dolor".
PURCELL | Dido and Aeneas, "When I am laid in earth"
El también llamado "Lamento de Dido" es sin duda el fragmento más conocido de la música del compositor inglés Henry Purcell, uno de los artistas más melancólicos en una época, la barroca, que encontró la fuente de la creatividad en dicho estado del espíritu.
OFFENBACH | Les larmes de Jacqueline
A Offenbach se le suele conocer más como un compositor de operettas y piezas cómicas, aparentemente lejos de los territorios de la tristeza. Nadie, sin embargo, está exento de sentirse triste, y cuando esta emoción se combina con la creatividad, suelen aflorar grandes obras.
BACH | Matthäus-Passion, "Erbarme dich"
"Tened piedad" es la petición melancólica que se lanza en esta parte de La pasión según San Mateo, el oratorio de Johann Sebastian Bach que necesariamente nos conduce a un estado de reflexión y calma inusitada, como si también en la melancolía encontráramos un bálsamo.
LILI BOULANGER | D’un soir triste
Lili Boulanger estaba destinada a convertirse en una compositora destacada. Hija de un compositor sumamente reconocido en su tiempo, Ernest Boulanger, y de una princesa rusa exiliada, Raissa Myshetskaya, cantante formada en el Conservatorio de París, nieta también de músicos y alumna precoz de Gabriel Fauré, su vida tuvo, sin embargo, otro final: murió a los 24 años, víctima de una tuberculosis intestinal derivada de la enfermedad de Crohn que padecía. Entre las composiciones que pudieron rescatarse después de su muerte se encuentra esta, dedicada a "una tarde triste".
SHOSTAKOVICH | Sonata para viola y piano, Adagio
La última obra de Dmitri Shostakovich es un demorado adiós a la música. Terminada pocas semanas antes de morir, el compositor ruso condensó en esta pieza sentimientos complejos. Compartimos la interpretación de Fyodor Druzhinin (viola) y Mikhail Muntyan (piano), músicos que se encargaron de estrenar la obra y, además, uno de ellos, Druzhinin, amigo a quien Shostakovich dedicó su composición.
HÄNDEL | Dixit Dominus, "De torrente in via bibet"
El Salmo 110 (109 de la Vulgata) encontró en manos de Händel una expresión profunda, conmovedora. "Del arroyo beberá en el camino", dice el texto bíblico, y acaso la introspección de esta pieza también tiene como propósito detenernos para contemplar realmente lo que sucede a nuestro alrededor y con nosotros mismos.
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Imagen principal: Orfeo lamentando la muerte de Eurídice, Ary Scheffer (1814; detalle)