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9 películas japonesas de terror (y un bonus literario con adaptación fílmica)

Arte

Por: Jimena O. - 10/28/2017

En Japón existe una manera totalmente distinta de entender y expresar el miedo, el terror y otras emociones afines

La penetración actual de la cultura japonesa ha sido suficiente para percibir la diferencia en su manera de acercarse a las cosas y de codificar la realidad. Japón se encuentra en un extremo del mundo no sólo geográfico, sino también creativo, de la imaginación y la fantasía, y quizá esa radicalidad –con respecto a nuestro punto de vista– explica la fascinación que ejerce sobre nosotros.

En el caso del “terror” como género artístico, las expresiones de la cultura japonesa son notables, no sólo por las criaturas, entidades y seres en los que se ha materializado el temor propio de todo ser humano, sino también por la manera de tratar creativamente esas emociones. Al menos en lo que respecta al cine, de manera muy general podría decirse que las películas japonesas del género están inclinadas a provocar el terror del espectador más desde la imaginación que en lo material, es decir, a través de la psicología y no de los efectos observables en una película.

A continuación compartimos una breve selección de cintas japonesas de terror, algunas de las cuales pueden verse gratuitamente en Internet. Finalizamos, además, con una sugerencia literaria para quien quiera internarse aún más en estas regiones sombrías de aquella cultura. 

 

Onibaba (Kaneto Shindo, 1964)

En el Japón medieval, dos hombres deben dejar a sus respectivas mujeres para partir a la guerra. Ellas, suegra y nuera, tienen entonces que defenderse a sí mismas de otros soldados que quieren robarles.

Esta es la trama sencilla y aparentemente lejana de lo terrorífico de una de las mejores películas japonesas del género y uno de sus clásicos indiscutibles. Un ejemplo magistral del manejo psicológico del terror. 

Onibaba, por cierto, es también el nombre que recibe en el folclor japonés un demonio con apariencia de mujer anciana, convertida en un ser maléfico por causa del resentimiento.

 


Hausu (Nobuhiko Obayashi, 1977)

Un grupo de jóvenes, compañeras de escuela, se adentra en un bosque en busca de la casa de la tía de una de ellas. Una vez que la encuentran y entran en el lugar, se desatan fenómenos inexplicables y la casa las devora, una a una.

Una película extraña, cómica, increíble en varios sentidos y, en la coincidencia de todo eso, inesperadamente terrorífica. En su momento fue un éxito de taquilla en Japón, y un fracaso entre la crítica.

 

Ōdishon (Takashi Miike, 1999)

Un productor de televisión pierde a su esposa y decide falsear una audición para encontrar una nueva pareja. En un principio, el truco funciona, y el hombre elige a una de las candidatas, pero conforme ambos comienzan a relacionarse, él descubre que se equivocó al emprender todo este proceso.

Esta cinta es una adaptación de la novela homónima del escritor japonés Ryu Murakami, de 1997 y traducida al inglés como Audition.

 

Kansen (Masayuki Ochiai, 2004)

Un hombre acude a un hospital por causa de una infección en su cuerpo pero el médico le prescribe un tratamiento erróneo, con consecuencias para todo el personal.

Una película de zombis al estilo japonés, que enfrenta al espectador con su propio miedo a lo monstruoso y lo siniestro.

 

Juon (Takashi Shimizu, 2002)

Un hombre asesina a su esposa y a su hijo, y los espíritus de ambos no pueden dejar la casa donde murieron.

Una de las películas más conocidas del horror japonés, que incluso fue adaptada en Hollywood y dio origen a una franquicia.

 

Marebito (Takashi Shimizu, 2004)

Un hombre, camarógrafo amateur, obsesionado por descifrar la naturaleza del miedo, desciende a las profundidades del metro de Tokio para investigar los rumores sobre espíritus que pueden encontrarse en la zona.

Del mismo director de Juon, esta cinta fue recibida con éxito tanto por los espectadores como por la crítica. 

Vale la pena mencionar también que Marebito es el nombre que, en el folclor japonés, recibe una entidad supernatural que proviene de un lugar lejano para obsequiar sabiduría y felicidad.

 

Jisatsu Sākuru (Sion Sono, 2001)

Una ola de suicidios se desata en Japón, sin que las autoridades puedan explicar su origen o la manera en que las muertes parecen estar coordinadas.

Un maestro del horror a quien hemos elogiado antes en Pijama Surf, Sion Sino comenzó a ganar notoriedad internacional por esta cinta en la que un asunto tan polémico como el suicidio es tomado como motivo de una cinta de terror.

 

Kuroneko (Kaneto Shindo, 1968)

En el Japón medieval, un samurái recibe la misión de investigar la muerte de otros guerreros como él, asesinados en circunstancias inexplicables.

Del mismo director de Onibaba, Kuroneko es una cinta que además de representar magistralmente el género del terror, destaca por el uso de las sombras en el desarrollo de la historia para generar ciertos efectos precisos y manipular así las emociones del espectador. Después de todo, en ocasiones el miedo se encuentra más en aquello que no vemos y sólo imaginamos. Kuroneko, por cierto, significa “gato negro” en japonés y, de hecho, el título completo de la cinta es Yabu no Naka no Kuroneko, Un gato negro en un bosque de bambú.

 

Kurutta Ichipeiji (Teinosuke Kinugasa, 1926)

Un hombre se siente culpable por la locura de su esposa, desatada luego de los maltratos que le infligió. Ante esta situación, decide liberarla del manicomio donde está recluida y donde él trabaja como conserje.

Una película silente que, por esto mismo, tal vez sea difícil de apreciar, pero que sin duda vale la pena ver y conocer. Su valor histórico reposa también en el hecho de que se trató de una pieza de vanguardia en la que trabajaron varios artistas japoneses, entre ellos Yasunari Kawabata, Nobel de Literatura en 1968, que escribió la historia original de la cinta y contribuyó en la redacción del guión cinematográfico. 

 

BONUS: Kwaidan

El nombre de Lafcadio Hearn no es muy conocido, pero sin la obra de ese hombre genial (y con una historia personal sumamente interesante), nuestro conocimiento de la cultura japonesa sería muy distinto. Nacido en Grecia, de padre irlandés, educado en Europa, tuerto y disminuido, redactor en periódicos y revistas estadounidenses, viajero incansable que encontró en Japón lo que tanto había buscado en otras regiones del mundo, Hearn destacó en la escritura y especialmente como contador de historias. Entre otras muchas cosas, relató a su manera algunas leyendas de misterio y horror del folclor japonés, muchas de las cuales escuchó de voz de su esposa, Setsuko Koizumi, y que reunió bajo el título Kwaidan: Stories and Studies of Strange Things (1904). Kwaidan se puede traducir como “historias de fantasmas”.

Una adaptación de cuatro de esas historias se realizó en 1965, bajo la dirección de Masaki Kobayashi, una cinta sumamente celebrada por la crítica.

Por su año de publicación original, 1904, el libro de Hearn es parte ya del dominio público y, por lo mismo, puede encontrarse digitalizado en varios sitios de Internet. En este enlace ofrecemos la versión del sitio The Public Domain Review.

En español la editorial Valdemar, especializada en los géneros del misterio y el terror, publicó hace un par de años la primera selección en nuestro idioma de los cuentos de Hearn, con el título Kwaidan y otras leyendas y cuentos fantásticos de Japón.

 

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