La verdadera imaginación no es mera fantasía, es la realidad depurada
AlterCultura
Por: Luis Alberto Hara - 07/02/2017
Por: Luis Alberto Hara - 07/02/2017
Históricamente, los artistas y los místicos nos han dicho que para ver y entender la realidad --en todo su esplendor-- hay que desarrollar una cierta visión, hay que aprender a percibir. La visión de lo real no está dada convencionalmente, sino que es algo que ocurre a través de la individuación y, para el artista, es la imaginación la que permite alzarse por encima de la percepción consensual que está atada a los paradigmas colectivos que obligan a ver el mundo no como es sino como somos colectivamente y atisbar, como si fuera un águila, la realidad en su más vibrante y abierto panorama. Esto es justamente lo que define a un artista: es aquel que ve y aquel que hace ver una realidad que no era apreciada. Es un vidente que descubre que su imaginación es interdependiente de la realidad, que está unida a ella como por un sutil filamento de luz (porque la mirada es creativa) y que la imaginación es un órgano que no sólo visualiza la vastedad de lo posible, sino que lo energiza y lo magnetiza. La imaginación es lo que vislumbra la naturaleza radiante e infinitamente creativa del vacío (como es descrito en la física cuántica: un océano de energía potencial) y ese vacío es lo mismo su mente que el espacio. Si no podemos imaginar (y realizar) mundos diferentes --como se ha dicho de nuestra era-- es porque no tenemos artistas visionarios.
En su libro The Necessary Angel: Essays on Reality and the Imagination, el poeta Wallace Stevens escribe: "Yo soy el necesario ángel de la tierra,/ Ya que, en mi visión, tú ves la tierra de nuevo/ Libre de su rígida y definida configuración establecida por el hombre". Blake había sugerido que la imaginación es lo más conspicuamente divino en lo humano ("la viña de la eternidad, es la imaginación humana") y que todo lo que observamos "aunque aparece afuera yace adentro/ en tu imaginación, de la cual este mundo mortal es sólo una sombra". La imaginación es a la vez tanto la creatividad misma del mundo como su realidad prístina. La imaginación puede ser comparada con el sueño de Adán --"se despertó y lo encontró verdad", escribió Keats. Stevens de nuevo:
El artista debe abstraerse a sí mismo y también abstraer la realidad, lo cual hace al colocarla en su imaginación... Es imperativo para él hacer una elección, llegar a una decisión en lo que respecta a la imaginación y la realidad; y descubrirá que no es una elección de una por sobre la otra y tampoco una decisión que las divide, sino algo más sutil, un reconocimiento de que aquí, también, como entre esos dos polos, existe una interdependencia universal, y por lo tanto su elección y su decisión deben ser que son iguales e inseparables.
Stevens describe aquí perfectamente la forma operativa de un artista, un ars poetica universal --y es que la poesía es por definición creación y el poeta, como dijo Huidobro, es "un pequeño dios", un microcosmos que actualiza en el espejo de la imaginación el infinito proceso macrocósmico: es creación y a la vez sólo sintonía de lo real. Lo que diferencia al artista es justamente este descubrimiento o reconocimiento de que la imaginación y la realidad no existen de manera separada y que no tiene que escoger entre una y otra, sino sólo afirmar y afinar su propia visión para ver lo que ve en el cristal de su imaginación en el mundo y viceversa (en una bola de cristal se mezclan tanto el interior del cristal como los fenómenos externos). Una pobre imaginación, una imaginación sin claridad y fe en su claridad, palidece en opaca fantasía y deseo estéril, pero una imaginación en completo ejercicio de su facultad visionaria es idéntica a lo real. Quien lo puede ver adentro en toda su nitidez lo puede ver afuera, y viceversa. Tanto los fenómenos que consideramos "externos" como las imágenes de nuestra mente están hechos de la misma luz. El poeta alemán Novalis escribió: "lo externo es lo interno elevado al nivel del misterio; tal vez también ocurre lo mismo al revés". Rilke escribió: "¿que es la interioridad, sino cielo intensificado?". Tal vez esta sea la más alta intimación que nos regala el poeta: la experiencia vital de la inseparabilidad de lo interno y lo externo, la transparencia de la conciencia y el mundo.
Por último, cabe señalar que algunos filósofos y místicos han precisado que existe una imaginación verdadera --que es también una imaginación creativa-- y un acto de imaginación fantasioso que es mera elucubración sin sustento ni poder. Henry Corbin explica en La imaginación creadora de Ibn Arabi:
La imaginación como elemento mágico y mediador entre el pensamiento y el ser, encarnación del pensamiento en la imagen y presencia de la imagen en el ser, es una concepción de extraordinaria importancia que juega un destacado papel en la filosofía del Renacimiento y que volvemos a encontrar en el Romanticismo.
Esta observación, tomada de uno de los más destacados exegetas de Böhme y Paracelso, nos proporciona la mejor introducción a la segunda parte de este libro. Retendremos de ella, en primer lugar, la idea de imaginación como producción mágica de una imagen, el tipo mismo de la acción mágica, incluso de toda acción como tal, pero especialmente de toda acción creadora; y, en segundo lugar, la idea de imagen como cuerpo (cuerpo mágico, cuerpo mental), en el que se encarnan el pensamiento y la voluntad del alma. La Imaginación como potencia mágica creadora que, dando nacimiento al mundo sensible, produce el Espíritu en formas y en colores, y el mundo como magia divina “imaginada”, por la divinidad “imágica”: este es el contenido de una antigua doctrina, tipificada en la yuxtaposición de las palabras Imago-Magia, que Novalis reencontraba a través de Fichte. Pero se impone una advertencia previa: esta Imaginatio no debe en modo alguno confundirse con la fantasía. Como ya observaba Paracelso, a diferencia de la imaginatio vera, la fantasía (phantasey) es un juego del pensamiento, sin fundamento en la Naturaleza; nada más que “la piedra angular de los locos".