Estudio muestra que contaminación de la Ciudad de México produce daño cerebral
Ecosistemas
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/01/2016
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/01/2016
La Ciudad de México este año presentó altos niveles de contaminación, en un complejo problema que tiene que ver entre otras cosas con el exceso de vehículos y también, según se ha sugerido, con el uso de gasolina importada, más barata, que no cumple con los estándares ecológicos que se tienen en otros países.
Los efectos de la combinación han sido estudiados sobre todo en relación con enfermedades circulatorias y respiratorias, pero un nuevo estudio arroja una luz roja sobre los efectos que tiene la contaminación urbana en el cerebro.
Investigadores de la Universidad de Lancaster encontraron pequeñas partículas que se desprenden de los gases de escape de la combustión que pueden llegar hasta el cerebro cuando se respiran. Estas nanopartículas de un mineral llamado magentita pueden causar daños cerebrales y contribuir a que se presenten enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Según informa la BBC, el estudio analizó el tejido cerebral de 37 personas, 29 de las cuales habían vivido y muerto en la Ciudad de México en una zona notablemente contaminada. Los resultados de estos análisis se compararon con ocho personas de Manchester, de entre 62 a 92 años, que tenían enfermedades neurodegenerativas de diversos grados. Los resultados, calificados como "impactantes" por los científicos, mostraron altos niveles de magnetita en las personas de Manchester y de la Ciudad de México, siendo un mexicano de 32 años, que había muerto en un accidente automovilístico, el que tenía niveles más altos.
Según la profesora Barbara Maher:
Cuando estudiamos el tejido vimos las partículas distribuidas entre las células y cuando hicimos una extracción de la magnetita había millones de partículas, millones en un solo gramo de tejido cerebral. Esas son millones de oportunidades para causar daños.
La investigadora recomienda evitar caminar por calles muy transitadas o al menos alejarse del borde del andén. También evitar los escapes de los vehículos, por ejemplo, no caminar a contrasentido en una calle inclinada, lo cual genera una cascada de gases con nanopartículas tóxicas.