*

Muchas de las nociones que las sociedades actuales tienen sobre el sexo se originaron durante la Edad Media, bajo la batuta de la Iglesia

Puede ser que sintamos que pertenecemos a una civilización avanzada, refinada y racional, pero muchas  de las nociones que tenemos sobre el sexo actualmente fueron formuladas en la Edad Media, especialmente por la Iglesia, que tenía opiniones sobre todos los aspectos del sexo. Por ejemplo, la fornicación y el adulterio en algunos casos eran considerados como pecados cuyo castigo era la muerte. Por otro lado y aunque nos resulte difícil de creer, la Iglesia condonó la prostitución por un tiempo admitiendo que era un "mal necesario". Además, durante la primera parte del medievo los sacerdotes tenían derecho a casarse y tener hijos. Estos son algunos datos sobre cómo era tener sexo durante la Edad Media:

 

1. Los condones eran de lino e intestinos

Durante este período la Iglesia estaba más preocupada con el aspecto pecaminoso de los placeres carnales que por la anticoncepción. Desde entonces los teólogos tenían opiniones encontradas sobre este último tema pero a la Iglesia no le importaba hablar tanto al respecto, pues la anticoncepción era considerada un problema moral menor, no un pecado mortal. Hay referencias históricas de condones hechos de vejigas o intestinos de animales que se amarraban con un cordel y eran usados muchas veces, aunque su utilización estaba más relacionada con la prevención de enfermedades venéreas como la sífilis que con evitar embarazos no deseados. Versiones posteriores del condón incluyeron algunos hechos con lino, pero su uso anticonceptivo no empezó hasta mediados del siglo XVII. 

 

2. El "misionero" era la forma correcta de hacerlo

La Iglesia también dictaba en qué posiciones debían tener sexo los devotos. Cualquier cosa que no fuera la posición del "misionero" era considerada antinatural y por lo tanto un pecado. Las posiciones con la mujer arriba o el coito a tergo no eran bien vistas porque alteraban los roles “naturales” del hombre y la mujer. Tanto el sexo anal como el oral eran considerados pecados porque la única razón detrás de su práctica era el placer y no la procreación, como la Iglesia quería.

 

3. ¿Gay? Ni se te ocurra

El teólogo católico Peter Damian definió en su Libro de Gomorra los “actos contra la naturaleza” que incluían masturbarse en solitario, masturbarse mutuamente y la copulación interfemoral --es decir entre los muslos y el sexo anal. Santo Tomás de Aquino quizo abundar en el tema y señaló que el único acto que no calificaba como sodomía era el coito vaginal; además calificó el lesbianismo de pecado y la Iglesia empezó a procesar a los pecadores entre los siglos XII y XIII. La sodomía podía ser castigada con la muerte y esto podía involucrar mutilaciones, arder en la hoguera, la horca y, en algunos casos, los sacerdotes descubiertos en el acto eran colgados de una jaula suspendida, donde morían de inanición. 

 

4. Pero la prostitución no era problema

La prostitución tuvo un auge durante la Edad Media, ya fuera aprobada por la Iglesia o no. En los pueblos más grandes las prostitutas podían ejercer su oficio bajo el velo del anonimato y esta era considerada una profesión honesta y esencial. Durante un tiempo la Iglesia aprobó la prostitución, como una forma de prevenir el adulterio y la homosexualidad. Las cortesanas de más categoría trabajaban en burdeles, casi todas las villas tenían el suyo y en algunos poblados se identificaba a quienes trabajaban en ellos gracias a prendas particulares como velos o listones. Las mujeres que intentaban ejercer su oficio fuera de un burdel con frecuencia tenían muchos más problemas; a veces eran encarceladas, torturadas o mutiladas. 

 

5. Ver sí, tocar no

La Iglesia prohibía la expresión del deseo sexual, pero en la Edad Media existía la noción de “amor cortés” que expresaba el amor de forma noble, sincera y caballeresca. Este tipo de amor es asociado con el caballero que se enamoraba de una mujer casada, o al menos con la idea de una mujer pura y la miraba desde lejos, luego iba a la guerra por ella y sacrificaba su vida. Los trovadores iban de pueblo en pueblo cantando estos relatos que representaban la vida del amor cortés con una connotación sexual. Sus palabras hablaban de un deseo que iba de lo erótico y carnal a lo sublime y espiritual.  

 

6. Si no estabas casado debías ser célibe

Para la moral cristiana el sexo fuera del matrimonio no era una opción, de tal manera que los solteros debían permanecer célibes. Los sacerdotes requerían que los miembros de su congregación reportaran a los adúlteros y fornicadores, es decir aquellos teniendo sexo fuera del matrimonio. Los castigos para ellos podían ir desde años de penitencia hasta la muerte. A la par la Iglesia no era la única que desaprobaba el adulterio y la fornicación, también los nobles lo hacían, pues deseaban asegurarse de que sus hijos realmente eran suyos. Una historia real al respecto involucra al rey Felipe de Francia, que descubrió a sus tres hijas teniendo relaciones con algunos de sus caballeros, a quienes destripó en público. Luego mandó a sus hijas a diferentes monasterios, y una de ellas al parecer fue asesinada. 

 

7. Se tomaban muy en serio la impotencia

Si un hombre no  podía cumplir con sus deberes maritales la Iglesia hacía uso de un grupo de “investigadores privados”, de forma tal que las mujeres sabias de la aldea examinaban el miembro viril del hombre en cuestión para evaluar su salud general y determinar si era capaz de procrear. Si existía alguna deformación o alguna otra razón por la cual no pudiera consumar su matrimonio, la pareja era separada. 

 

Este panorama histórico hace más fácil comprender de dónde vienen los prejuicios y retos que enfrentamos en materia de sexualidad actualmente. Puede ser que en algunos aspectos la sexualidad humana se haya vuelto más abierta; sin embargo hay mucho por remontar en materia de violencia de género, respeto a los derechos LGBT y otras muchas cuestiones, ya que a pesar de que la revolución sexual transformó cómo abordamos este aspecto de la vida humana no ha terminado de demoler todos los tabúes, miedos, culpas y prejuicios que lo rodean.