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Paradójicamente, en los traumas aquello que es más temido es lo que tiene mayor potencial de sanar: el contacto físico con los demás

Tenga un origen físico --abuso o lesión-- o no, el trauma siempre se manifiesta en nuestro cuerpo y en nuestra sensación de seguridad y vinculación con los demás. Sin embargo, muchos de los tratamientos para sanar traumas sólo se enfocan en la psicoterapia y no en la necesidad del cuerpo de sentirse seguro y a la vez conectado, pues esto es una bisagra que a la vez necesita distancia y cercanía y en ello yace la complejidad de la curación. Paradójicamente, en el trauma aquello que más se teme --el contacto con las demás personas-- es lo que más se necesita para retomar fuerza psicoemocional.

En su libro The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma, el investigador Bessel van der Kolk explora de manera brillante la relación entre el cuerpo y el trauma. Reproducimos aquí algunas citas esenciales que muestran este vínculo (traducidas del siempre excelente blog Brain Pickings). Van der Kolk enfatiza que:

Poder sentirse seguros con otras personas es quizás el aspecto principal de la salud mental; las conexiones seguras son fundamentales para llevar vidas satisfactorias y significativas.

Esto mismo lo notó Viktor Frankl en los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial: aquellos que tenían fuertes conexiones con sus familias, aquellos que tenían un sentido de vida --que generalmente era dado por los demás-- podían superar con mayor solvencia las terribles condiciones a las que se enfrentaban. Van der Kolk continúa:

Uno de los efectos más perniciosos del trauma es que perturba las habilidades para leer a los demás, lo que hace que el sobreviviente de un trauma tenga menos capacidad de detectar el peligro o suela percibir erróneamente que hay peligro cuando no lo hay.

Por supuesto, esto va haciendo mella en nuestra capacidad y disposición para empatizar, pero la cura está en esas mismas relaciones con las cuales no logramos conectar:

Recibir apoyo social no es lo mismo que estar en presencia de los demás. La clave yace en la reciprocidad: ser realmente escuchado y visto por las personas que te rodean, sentir que existes en la mente y en el corazón de los demás. Para que nuestra psicología se calme, sane y crezca necesitamos un sentimiento visceral de seguridad. Ningún doctor puede escribir una receta para la amistad y el amor: estas son capacidades complejas que se ganan. No necesitas una historia de trauma para sentirte demasiado consciente e incluso apanicarte en una fiesta con extraños --pero el trauma puede hacer que todo el mundo se convierta en una reunión de extraños.

Van der Kolk identifica el problema como una carencia de nuestro modelo de enfermedades mentales, el cual pasa de largo las siguientes cuatro verdades:

(1) Nuestra capacidad de destruirnos el uno al otro es igualada por nuestra capacidad de sanarnos el uno al otro. Restaurar relaciones y comunidades es central para restaurar nuestro bienestar.

(2) El lenguaje nos da el poder de transformarnos al comunicar nuestras experiencias, ayudarnos a definir lo que sabemos, y encontrando un sentido común de significado.

(3) Tenemos la habilidad de regular nuestra fisiología, incluyendo algunas de las funciones llamadas involuntarias del cuerpo y del cerebro, realizando actividades como la respiración, el movimiento y el tacto.

(4) Podemos cambiar las condiciones sociales para crear ambientes en los que los niños y los adultos se sientan seguros y puedan prosperar. 

El modelo propuesto busca entender la salud como un fenómeno participativo en el que las personas no se conciben como pacientes aislados sino como miembros de una comunidad que está en proceso de sanación. Esto permite reconocer que uno de los fundamentos esenciales que fomentan la salud es justamente el contacto significativo con los demás, la sensación que importas y que no estás solo, psicológicamente pero también físicamente.

Lo que se busca lograr en el caso de las personas con traumas es restaurar la capacidad de intimidad:

Lograr cualquier tipo de intimidad profunda --un abrazo fuerte, dormir con alguien más o tener sexo-- requiere permitirse experimentar una cierta inmovilización sin miedo. Esto es realmente desafiante para las personas con traumas, ya que tienen que discernir cuando están a salvo de cuando están en peligro para activar sus defensas. Esto requiere tener experiencias que refuercen el sentido de seguridad física. 

Es decir, necesitan ser tocados (poco a poco), estrechados, entrar en zonas de confort en las que la vulnerabilidad no se ve luego violada y lastimada; dejarse aprisionar por el afecto. De aquí la necesidad de desarrollar terapias corporales de reconocimiento del cuerpo y de relajación con el propio y cuerpo y con la presencia de los demás (crear un espacio psicofísico en el cual la persona pueda ser tocada). El cuerpo es memoria extensa y dinámica y puede lo mismo que encerrar nuestros traumas desbloquearlos liberando energía. Esta energía generalmente se libera a través del movimiento y del tacto. 

La sanación está en nosotros, pero ocurre a través de los demás. 

 

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