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Este fenómeno meteorológico de "holofertilidad" nos recuerda que todo está conectado con todo, y que esto podría ser precisamente la esencia del universo

Tal vez la unidad sea el lienzo original sobre el que fue (y sigue siendo) trazado el universo. A fin de cuentas la concatenación de causas y consecuencias, la injerencia de todo sobre todo, podría considerarse como lo más cercano a un guión del cosmos. Y cuando nos encontramos con evidencias de esto, cuando, por ejemplo, la naturaleza se encarga de realzar ante nosotros esta esencia hiperconectada, entonces recibimos un sublime recordatorio.

A mediados de los 60 se hizo referencia al "efecto mariposa" para ilustrar un aspecto de la teoría del caos. El fenómeno que maravilló a muchos postulaba, entre otras cosas, la injerencia tan íntima como improbable entre una causa y un efecto: la idea de que el aleteo de una mariposa en Brasil pudiera detonar un tornado en Texas. Pero por fortuna el espectáculo de la unidad no termina ahí, sino que se manifiesta en numerosas dinámicas que azoran y conmueven. 

Un reciente video de la NASA ilustra cómo, cada año, viajan más de 27 mil millones de toneladas de polvo desde el gran desierto del Sahara hasta la cuenca del Amazonas. Una vez que estas arenas ricas en fósforo aterrizan en su destino, tras recorrer más de 2 mil kilómetros, entonces cumplen un importante papel en la fertilización de los suelos amazónicos, evidenciando así la simbiosis como dinámica omnipresente en nuestro planeta.

Como un vasto engranaje no-lineal, atemporal e hiperconectado, inabarcable pero coherente, así podríamos intuir que está diseñado este gran todo. Y mientras esta orquesta sin fin hace lo suyo, germinar la existencia, nosotros disponemos de un instrumento que aporta los surcos melódicos en la música del universo: la conciencia. Ahora sólo nos resta, mediante ésta, honrar la indivisibilidad (o al menos intentarlo).

 

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