-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
Borges, "El otro"
El doppelgänger es una de las figuras literarias más perturbadoras e interesantes: la palabra proviene de los vocablos alemanes para "doble" y "andante", y su primer uso documentado proviene del poeta Jean Paul del siglo XIX, en el sentido de un doble que camina al lado de nosotros. La imagen especular de nosotros mismos ha sido tratada por Borges, Cortázar, Saramago, y es común encontrarla también en la ciencia ficción y los viajes en el tiempo. ¿Pero cómo experimentaría nuestro cerebro el shock de vernos a nosotros mismos caminando a nuestro lado o bien, yaciendo en la cama junto a nosotros?
Un caso interesante relatado por el neuropsicólogo Peter Brugger afirma que un joven suizo de 21 años experimentó un encuentro cercano con su doble poco después de interrumpir la toma de sus medicamentos antiespasmódicos. Una mañana después de haber bebido muchas cervezas sintió una presencia a su lado en la cama; para su asombro, se dio cuenta de que la persona durmiendo a su lado era él mismo. Trato de despertarlo (¿o despertarse?) sacudiéndolo y gritándole, pero sin éxito. Según el recuento de la BBC, el hombre sintió una dificultad extra cuando su perspectiva cambió de un cuerpo al otro: podía sentirse a sí mismo recostado en la cama siendo agitado por otro igual a él.
A causa del terror vivido, el joven decidió saltar de la ventana de su departamento en un cuarto piso, en un intento por "encontrar la unión entre su cuerpo y su yo". Afortunadamente cayó sobre un árbol y tuvo solamente heridas menores, pero en el hospital encontraron la causa probable de su experiencia: un tumor extirpable en su lóbulo temporal izquierdo, cuya extracción detuvo sus ataques epilépticos.
Para los neurólogos, estas experiencias se clasifican como fenómenos autoscópicos (del griego autos, "uno mismo o propio", y skopeo, "mirar") y su rango varía desde sentir una presencia perturbadora al lado de uno hasta observarlo e incluso hablar con él/ella. Probablemente hayas experimentado la autoscopía en alguna experiencia extracorpórea, como cuando sientes que estás despierto pero no puedes moverte ni hablar ni gritar, al igual que en las proyecciones extracorporales durante los sueños lúcidos. La diferencia con el joven suizo es que ciertos cerebros sienten las alucinaciones autoscópicas de manera mucho más vívida, a causa de una anomalía en el funcionamiento del cerebro en zonas encargadas de procesar el "aquí y ahora".
En 2002, el neurólogo suizo Olaf Blanke logró inducir experiencias extracorpóreas en una voluntaria de 43 años durante una cirugía cerebral. Excitando mediante electrodos el giro angular (responsable de la sensación de equilibrio y postura), y dependiendo de la intensidad del estímulo, la mujer podía verse a sí misma fuera del cuerpo, flotando encima de su cuerpo. Posteriores experimentos mostraron que es posible explicar las alucinaciones extracorporales interviniendo la actividad de la unión temporoparietal, una zona que integra la propiocepción y las diferentes señales provenientes de los sentidos, es decir, que básicamente hace que nos percibamos a nosotros como nosotros.
Pero aunque la neurología pueda decirnos cómo es que funcionan nuestros ojos, la maravilla de la vista (o del olfato o de los sentidos en general) no se deja reducir a explicaciones racionales en la experiencia cotidiana; las vivencias autoscópicas o extracorporales, a causa de su espontaneidad, resultan maravillosas o aterradoras según la experiencia subjetiva de los sujetos.