Una probada de la fabulosa imaginación hermética de Athanasius Kircher (IMÁGENES)
AlterCultura
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 05/31/2015
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 05/31/2015
El sacerdote jesuita, inventor, músico, lingüista, místico y erudito Athanasis Kircher (1602-1680) es una de esas personalidades extravagantes que deslumbran tanto por su inteligencia como por su desaforada imaginación. Kircher mezcla, con prodigiosidad y eclecticismo, la fantasía y la magia con la ciencia y el empirismo. La sed absoluta de conocimiento de Kircher y su puesta en práctica de esas especulaciones nos ha dejado una obra diversa, que puede ser mejor apreciada a través de sus ilustraciones. La Universidad de Stanford ha reunido una importante serie de estas ilustraciones con las que el mismo Kircher llenó sus libros, algunas de las cuales reproducimos aquí, abriendo de alguna forma el Wunderkrammer que es la imaginación de este erudito jesuita.
Kircher, al querer hacer una síntesis de todas las religiones en un mismo árbol del conocimiento, en un mismo cauce eterno que para él brotaba de Egipto, tuvo como profeta a Hermes (en quien veía el gran arquetipo de todos los grandes profetas) y tenía su apoteosis en el cristianismo. "El sincretismo jesuita asume en la obra de Kircher un carácter total que abarca todos los tiempos y todos los espacios", dice Octavio Paz en su libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz, la poetisa novohispana que también cayó bajo el encantamiento de la fecunda imaginación de Kircher. Escribe Kircher sobre la magia de Hermes Trimegisto:
Hermes Trimegisto, el Egipcio, fue el primero que usó los jeroglíficos, convirtiéndose así en el príncipe y el padre de toda la filosofía y la teología egipcias [...] grabó sus ideas en piedras y rocas eternas y así pudieron saber de Dios y de las cosas divinas Orfeo, Museo, Lineo, Pitágoras, Platón, Homero, Eurípides.
Como Pico della Mirandola y Marsilio Ficino, entre otros, Kircher creyó entender que existía una única fuente del conocimiento teológico de la humanidad, una prisca theologia, a su manera. Esta visión sincrética para algunos llega al delirio, como cuando Kircher insinúa que Confucio y el mismo Quetzalcóatl no son otros que Thoth, la versión antigua egipcia del griego Hermes, el dios que inventó la escritura y las matemáticas, según la tradición que pasa por Pitágoras y Platón. Como atenuante quizás hay que decir que Hermes es un símbolo de la mente universal, y, como queda claro en la tradición hermética que atribuye textos a Hermes Trimegisto o a Mercurius, sin que hayan sido escritos por esta figura mítica, cualquier individuo que se convierte en mensajero del Logos o de la divina inteligencia puede ser considerado como Hermes. Kircher, por otro lado, sostuvo haber descifrado los jeroglíficos egipcios; hoy sabemos que sus interpretaciones son mayormente sinsentidos, aunque su contribución a la egiptología es indudable. "Hay que repetir que sin el hermetismo, la alquimia y las especulaciones mágicas no hubiera sido posible el empirismo de la ciencia moderna", dice Paz.
Kircher contribuyó a los albores de ciencias como la geología y la microbiología (fue uno de los primeros en observar microbios en el microscopio). Sus investigaciones en mecánica, magnetismo y relojería fueron preludios de inventos posteriores como la linterna mágica y el megáfono. Entre sus muchas curiosidades, podemos destacar que fue el primero en publicar un mapa de la Atlántida, el antiguo continente descrito por Platón y del cual, según algunos místicos, se habría originado la doctrina de Hermes.
Ilustración a color del frontispicio de la Musurgia Universalis, en la que aparece el gran sabio Pitágoras entre un coro angélico
Las leyes de la reflexión de la óptica podían traducirse a las de la acústica: "el sonido es el simio de la luz", el reflejo es un eco visual. La música como jeroglífico del universo se encuentra también en Musurgia Universalis. Kircher cita a Hermes Trimegisto: "La música no es sino el orden que rige las cosas". Ese orden es musical: los nueve coros angélicos ejecutando, bajo la lluvia de luz de la Trinidad, la música de las esferas en un concierto de 36 partes, cifra obtenida por la multiplicación de dos números santos, el 4 y el 9", escribe Octavio Paz, haciendo de hermeneuta de la armonía pitagórica-kircheriana.
Ars Magna Lucis et Umbrae, el juego divino entre la luz y la sombra, el Sol y la Luna, la realidad y la ilusión. Del Ein Sof a la cueva de Platón.
China Illustrata
Orfeo tocando su lira
El ángel Cosmiel acompaña a Kircher en un viaje por el cosmos
Frontispicio de "Arithmologia, sive De Abditis Numerorum Mysteriis", o el origen y la misteriosa relación celeste de los números
Twitter del autor: @alepholo
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