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En nuestra época todo es susceptible de convertirse en mercancía, incluso el dolor y la muerte, tal y como sucede con el llamado "turismo negro"

El turismo es una práctica ambigua; si bien por un lado parece tener todas las ventajas de viajar, por el otro su carácter esencialmente comercial lo contamina con los vicios del capitalismo de consumo. Un turista viaja pero, por el carácter de su viaje, difícilmente tiene oportunidad de adentrarse en una cultura o de conocer otras formas de vida. Por eso el turismo es sobre todo un producto.

En este sentido, existe una variante que se conoce como “turismo negro”, “turismo oscuro” o “turismo de dolor”, la cual consiste en convertir sitios donde murieron muchas personas en puntos de atracción turística. En ciertos casos son centros de concentración en donde se consumaron genocidios históricos; también puede tratarse de memoriales erigidos en recuerdo de personas fallecidas en desastres naturales, prisiones que fueron escenario de torturas y muertes, etcétera.

Recientemente el fotógrafo residente en París Ambroise Tézenas dio a conocer su serie I Was Here/Estuve aquí, en la que reunió imágenes de varios de estos lugares que forman parte del itinerario internacional del turismo negro.

La idea para su proyecto comenzó en Sri Lanka en 2004, durante una estancia vacacional que coincidió con el tsunami de aquel año que arrasó con la costa del océano Índico. En dicha tragedia, el fotógrafo tuvo contacto con los casi 2 mil muertos de un tren descarrilado. 4 años después Tézenas regresó a Sri Lanka y encontró que las vías del tren habían sido reparadas en beneficio, sobre todo, del flujo turístico.

Esta experiencia y sus visitas posteriores a monumentos, museos de sitio y otros lugares en honor de muertes masivas hizo pensar a Tézenas que la sociedad contemporánea está fundada, en parte, en la aversión o cierto impulso por evitar nuestra propia mortalidad, y que confrontamos la muerte y la violencia sólo mediante incidentes de los cuales nos alejamos por creer que no sucedieron en nuestro mundo inmediato o en nuestra época. No nos damos cuenta de que estos acontecimientos sucedieron y fallecieron personas reales.

Sin embargo, según Tézenas, la mayoría de los países prefiere convertir dicho dolor en un espectáculo comercializable antes que asumir la responsabilidad de los crímenes cometidos. Y esa es la paradoja siniestra del turismo negro.