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¿La tecnología está acabando con la masculinidad?

Por: Luis Alberto Hara - 05/28/2015

No se trata de que los hombres sean Neandertales adictos a Internet, sino que Internet promueve estímulos nuevos que hombres y mujeres procesamos de manera distinta

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Una de las aristas del debate sobre la equidad de género es la que concierne al papel de los varones en la ecuación. ¿Es suficiente darse cuenta de los propios privilegios para mantenerlos bajo control y usarlos en beneficio de la sociedad, o bien debemos reinventar las relaciones de género desde cero, con una base de igualdad de derechos y equidad de responsabilidades frente a la salud, el trabajo y el trato común? El psicólogo Philip Zimbardo (a quien tal vez recuerdes por sus famosos y controversiales experimentos sobre la naturaleza humana con prisioneros que no sabían exactamente en qué se metían) afirma que nuestra cultura online no daña solamente a las mujeres, como en el caso del acoso virtual o los trolls, sino que afecta especialmente a los hombres jóvenes.

Nuestra generación es la generación de hombres que más pornografía ha visto en la historia, y que pasa más tiempo en un estado de semireclusión entre el entretenimiento (a través de dispositivos electrónicos) y la soledad del trabajo sedentario. En su libro Man (Dis)connected: How Technology has Sabotaged What it Means to Be Male (Hombre (des)conectado: cómo la tecnología ha saboteado lo que significa ser varón), Zimbardo propone una salida un tanto biologista al problema: los hombres por naturaleza tienen lo que los psicólogos llaman "excitabilidad de pista o señal simple", esto es, que un simple estímulo los lleva más cerca de la felicidad, como ver un par de senos en la pantalla o un acto sexual, mientras que las mujeres requieren estímulos más complejos:

Dale a un hombre la imagen de un par de pechos atractivos o una espalda curveada y están a medio camino de la felicidad, mientras que las mujeres necesitan múltiples señales: se excitan por hombres que son 'atractivos y buenos con los niños y con confianza en sí mismos'.

No se trata de que los hombres sean Neandertales adictos a Internet, sino que Internet promueve estímulos nuevos que hombres y mujeres, a decir de Zimbardo, procesamos de manera distinta. 

Pero uno de sus argumentos más problemáticos viene respecto del lugar del hombre como proveedor. El investigador no está en contra de que hombres y mujeres tengan iguales oportunidades y beneficios en el mercado laboral, sino que ya no ser el único proveedor de la casa, "desde el punto de vista de un hombre, no ha sido reemplazado por nada parecido que pueda motivarlo y centrarlo".

Uno podría pensar que la tecnología daña (o al menos cambia) cosas más tangibles que la "masculinidad", como la forma en que interactuamos con desconocidos: afirmar que se tienen 2 mil amigos en Facebook es una tomadura de pelo, porque la amistad ha cambiado su sentido semántico de unos años para acá para volverse sinónimo de "contacto". 

Economistas como Lionel Tiger culpan parcialmente a esta "agresividad" típicamente asociada a lo masculino con la debacle financiera de 2007, en el sentido de que los líderes financieros (hombres) de muchas corporaciones tomaron decisiones precipitadas tomando en cuenta factores personales asociados al poder y al éxito percibido en lugar de decisiones apropiadas para resistir la tormenta. Incluso se piensa que las mujeres podrían dominar el futuro financiero no gracias a características biológicas, sino a la conciencia de su propio trabajo y al desplazamiento del instinto de competencia hacia áreas que complementan lo económico, como la educación.

Tal vez sería más adecuado decir que ciertas formas de masculinidad están en crisis porque el mundo donde se perpetuaban los abusos físicos, sexuales y sociales contra las mujeres poco a poco está llegando a su fin.