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La retórica del éxito económico dentro del capitalismo también puede aplicarse a negocios como el Cartel de Sinaloa, el cual, a pesar de su ilegalidad, comparte características con otras empresas que generan ganancias millonarias

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Para algunos, el Cartel de Sinaloa es una de las “empresas” más exitosas de los últimos tiempos. Desde un punto de vista puramente económico, dejando de lado la legalidad o la moralidad, su éxito es patente: hace poco más de 20 años era un negocio casi familiar, con un alcance mínimo o de acuerdo con sus recursos iniciales, pero ahora sus operaciones abarcan cuatro continentes por ganancias que rondan los 20 millones de dólares de ganancia por equivalente en tiempo completo (en ese mismo parámetro, las ganancias de Google son de 270 mil dólares por empleado y las de Apple de 460 mil dólares).

El éxito de dicho negocio se debe a muchos factores, algunos elementales (como la relación oferta-demanda) y otros quizá un tanto más complejos (el papel de la ilegalidad o la corrupción de las instituciones públicas), sin embargo, en cualquiera de los casos es evidente que sólo en el capitalismo su existencia es posible bajo la forma con que lo conocemos. Dicho de otro modo: si un negocio como el de Coca-Cola y otro que implica tráfico de drogas generan ganancias millonarias y por ello se consideran “exitosos”, esto se debe casi totalmente al modelo económico en el cual se desarrollan, lo cual de algún modo hace pensar que lo mismo podría suceder con otras empresas.

Al menos esa es la premisa de la cual parte Devin Liddell, colaborador del sitio Co.DESIGN que hace unos días publicó un post sobre “lecciones de negocios” que pueden aprenderse del Cartel de Sinaloa:

1. Credo/ Según Liddell, un “credo” es importantísimo en toda empresa, una suerte de doctrina que haga saber a los miembros de dicha organización “quiénes son, qué hacen y qué no hacen”. El Cartel de Sinaloa tiene su propio código no escrito en el que, por ejemplo, se incluye la prohibición de agredir a personas comunes y corrientes.

2. Improvisación/ La improvisación no es un proceso, sino una forma de operar. No es algo que requiere análisis, estudios, reuniones de consejo y demás, sino un principio rector de la operación cotidiana. En el caso de los carteles, la improvisación es imperativa por causa de la ilegalidad del negocio: considérese, a manera de ejemplo, las muchas formas que estas organizaciones han encontrado para transportar su mercancía, de las tristemente célebres “mulas” a los túneles que el Cartel de Sinaloa cavó por primera vez bajo la frontera entre México y Estados Unidos.

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Imagen: Steve McNiven / R. Kikuo Johnson

3. Menos es más/ Aunque el Cartel de Sinaloa trafica drogas y otras mercancías en América, Europa, Asia y Oceanía, su plantilla de empleados es más bien pequeña: aproximadamente 150 personas. De nuevo la ilegalidad del negocio obliga a que la operación sea discreta, pero según Liddell, los grupos pequeños se caracterizan por su eficacia y su énfasis en el “hacer”.

El ejercicio de Liddell es polémico, sin duda, y puede leerse desde distintas perspectivas. Por un lado puede parecer ingenuo despojar a organizaciones como los carteles de los métodos para hacer prevalecer su negocio, que implica muerte, secuestros, amenazas, extorsión y más, lo cual Liddell, candorosamente, prefiere no tomar en cuenta.

Sin embargo, también podemos tomar dicha falta de suspicacia y entenderla con malicia; podemos pensar que, después de todo, negocios como Coca-Cola y el Cartel de Sinaloa no son muy distintos entre sí, pues su éxito en el contexto del capitalismo resulta de prácticamente los mismos mecanismos económicos.