Poco después de la muerte de Steve Jobs, una de las historias más repetidas en los medios fue la de su temprana afición por el LSD. Cuando asociamos el uso de psicodélicos y mentes altamente creativas no hablamos de "drogadicción" en el sentido en que un banquero de Wall Street se harta de cocaína después de comprar y vender millones de dólares; en el caso de Jobs se trataba de una estrategia muy puntual para expandir la conciencia y, si hemos de confiar en el testimonio de muchos ingenieros trabajando actualmente en las compañías más importantes de tecnología, también para resolver problemas.
Daniel Kottke, un amigo cercano de Jobs y uno de los primeros empleados de Apple, tomó ácido en gota con él mientras estudiaban en el Reed College. "Él era muy abierto al respecto, acerca de cómo los psicodélicos eran de mucha ayuda para ponerlo en contacto con la creatividad".
Pero no toda la industria del desarrollo informático es tan abierta sobre la permisividad de los psicodélicos, o como dice Tim Ferris (inversionista y autor), son abiertos al respecto en círculos cerrados. La gente no anda por las oficinas de Cisco o Sun Systems simplemente repartiendo gotas o laminillas mojadas de LSD: se trata de un lento renacimiento de la cultura de los 70, que podría tener una importante base científica sobre la manera en que un cerebro y una mente se programan y se hackean. ¿Quién mejor que los hackers para reprogramarse a sí mismos?
Un reciente estudio del Imperial College London utilizó escáners de resonancia magnética para vigilar la actividad cerebral de 20 voluntarios, quienes habían tomado LSD; la droga rompió ciertas redes neuronales permitiendo la formación de nuevos patrones de comunicación, al igual que el intercambio de estructuras preexistentes.
Según el doctor Robin Carhart-Harris, "los psicodélicos desmantelan las estructuras 'desgastadas', lo que permite que patrones novedosos de comunicaciones emerjan... módulos que no hablan entre ellos por lo regular, comienzan a hacerlo".
Epifanía lisérgica
Kevin Herbert es ingeniero de Cisco y entusiasta del LSD. Para él, los viajes lisérgicos no son (solamente) viajes de placer, sino también de negocios. "Podría estar en un concierto de Grateful Dead tripeando en LSD... y de pronto se me ocurriría una solución para algo del trabajo. Hubo un caso en el que había estado trabajando en un problema durante más de 1 mes. Y tomé LSD y pensé, 'Momento, el problema está en el hardware. No es para nada un asunto de software'".
No se trata de darle una gota de LSD a cada empleado: según la investigación de CNN, el contexto de las tomas es más bien ritual, unas tres veces por año, y no se reportan casos en que se trate de una política corporativa. De hecho, aunque el LSD esté catalogado como una droga de alta adicción según las leyes actuales, es muy difícil engancharse. Tal vez se puede fumar marihuana diariamente para relajarse u olvidarse de todo, pero tomar LSD implica ir a lugares de la propia psique que se encuentran vedados a la percepción usual.
Herbert nunca tomaría ácido para ponerse a programar: el LSD es una medicina de conciencia que permite limpiar ciertos canales y crear otros, pero que requiere mucho tiempo y preparación para ser aprovechado.