Steve Jobs inventó el iPod, pero nunca escuchó música en MP3. Si hemos de creer en los testimonios, de hecho el éxito de su invención le provocó sorpresa: las ventas millonarias fueron a expensas de la calidad musical. No se trata de que Beethoven y Justin Bieber convivan en una memoria digital, sino de la calidad de sonido a la que estamos expuestos en la cultura del streaming y las descargas digitales.
Este no es un artículo ni un argumento a favor del copyright ni a favor (necesariamente) de los discos de vinil o vinilos: pero sí, la gente del pasado se tomaba muy en serio la elección de su equipo de sonido y su configuración porque escuchar música era una experiencia casi "ritual" donde la tecnología estaba a favor de la calidad, no de la portabilidad. La compresión de la ingeniería sonora moderna parece jugar a favor de los sellos discográficos (en términos de producción) pero en contra del escucha y su experiencia.
Poppy Crum de Dolby Laboratories cree que la apreciación musical consiste en 1) exposición, 2) iteración y 3) intención. En pocas palabras, se trata de tener la voluntad de escuchar música, no simplemente escucharla vagamente en shuffle. Un argumento en contra podría ser que la vida moderna no permite sentarse y escuchar un 78 rpm sin ser distraídos por constantes notificaciones de nuestros teléfonos celulares... Y eso es precisamente parte del problema.
Según información de Spotify, existe sólo 50% de probabilidades de que terminemos de escuchar una canción cualquiera. Y en el caso de que terminemos de escucharla, difícilmente regresaremos a ella (iteración). Es este retorno lo que crea la relación personal con la música, así como las conexiones y asociaciones emocionales a través de las cuales una canción termina siendo significativa. Rara vez una canción se vuelve importante en la vida de alguien sólo por escucharla una vez.
En cuanto al aspecto técnico, la compresión dinámica hace que la música grabada en nuestros días sea más ruidosa y atractiva, pero también más cansada. Bob Ludwig, ingeniero de grabación, cree que esta es una de las razones por las que la gente no escucha los discos como antes. "Luego de escuchar todo un álbum de esta música altamente comprimida, tus oídos están cansados. Puedes haber disfrutado la música, pero no te dan ganas de volver y escucharla otra vez".
Una investigación de la DTS parecen probar que existe una correlación entre calidad (de grabación) musical y respuesta emocional. Se dividió un grupo de escuchas en dos: una parte miró un video acompañado de sonido estéreo con calidad de 96 kbps (el audio estándar de Spotify), y otro vio el mismo video en formato 256 kbps. La respuesta cerebral del segundo grupo fue 14% más poderosa en las pruebas de creación de memoria y 66% más alta en la respuesta del placer que en el primer grupo. Algunos vinilos pueden escucharse a 1,000 kbps, lo que puede darnos una idea general de lo que está en juego: 96 vs. 1,000.
La suprema disponibilidad de música en internet es un progreso maravilloso en la historia de la humanidad, pero debemos considerar que tal vez nuestros oídos no están educados ni exentos de la sobresaturación que implica estar expuestos a estas cantidades ingentes de información. Escuchar música en nuestros días, escucharla en serio (no en unos audífonos baratos tratando de ignorar a la gente a tu alrededor) probablemente tiene que ver más con la música en vivo, los conciertos y la ejecución presencial que con la música grabada en esa calidad minúscula.
¿Cómo y dónde escuchas música? ¿Crees que la tecnología impacta nuestra manera de escuchar? Cuéntanos qué piensas en los comentarios.