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Estamos hechos de túneles dimensionales, atajos cósmicos que conectan puntos distantes del universo

Por: Alejandro Martinez Gallardo - 12/13/2013

El entrelazamiento cuántico parece ser una propiedad fundamental de la materia, más aún que la misma gravedad; en la interacción de partículas subatómicas parecen generarse agujeros de gusano, una especie de atajos cósmicos.

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La realidad cotidiana, macroscópica, que experimentamos, suele parecernos bastante sólida, consistente y hasta predecible. Pero al interior de la materia, fluctuando en el vacío que integra la mayor parte del espacio, hay un mundo sumamente extraño y excitante, repleto de una serie de propiedades que parecen mágicas o parte de una fantástica narración de ciencia ficción. Einstein, por ejemplo, llamó a la propiedad conocida como entrelazamiento cuántico "fantasmagórica acción a distancia" (spooky action at a distance). Aunque con esto evocara un fenómeno paranormal, el entrelazamiento es "real" (espectralmente real) y ha sido observado numerosas veces en el laboratorio (aunque aparentemente contradice algunos de los principios de la teoría de la relatividad, como el límite de la velocidad de la luz, lo que podría explicar la reacción peyorativa de Einstein).

El entrelazamiento cuántico, descrito por el científico Henry Stapp en los términos de “luz gemela”, o una “disposición correlacionada a responder”, involucra a partículas subatómicas, las cuales ocupan estados múltiples al mismo tiempo (superposición cuántica). Las partículas entrelazadas (cualquiera que haya interactuado con otra) existen en un estado indefinido hasta que son medidas; y en el momento en el que una es medida, la otra de ellas responde inmediatamente tomando un estado correspondiente. Esto ocurre incluso si residen en lugares opuestos del universo. Lo cual genera un dolor de cabeza para la física clásica, que intenta explicar cómo es que se comunican instantáneamente, en apariencia a una velocidad superlumínica, a enormes distancias. Algunas de las explicaciones más populares recurren a la no-localidad, un concepto un tanto difícil de asimilar, por momentos casi acausal. En palabras de Nick Herbert:

Las interacciones no-locales, de existir, serían una especie de vudú de la física en el que una partícula influye en la otra, no a través de una fuerza de campo convencional, sino simplemente porque se han tocado alguna vez en el pasado distante.

Una nueva teoría podría explicar esta gran laguna en la física, además de conciliar la teoría de la gravedad con la mecánica cuántica (básicamente el santo grial de la física moderna). La investigación realizada por John Sonner, de MIT, sugiere que es posible que el fenómeno de entrelazamiento cuántico produzca agujeros de gusano o "túneles de gravedad" por los cuales estas partículas podrían conectarse instantáneamente sin violar el límite de la velocidad de la luz, tomando una especie de atajo cósmico o un túnel 5D. Sooner ha decubierto que, al crear dos quarks entrelazados (partículas constituyentes de la materia), simultáneamente se crea un agujero de gusano (dos agujeros negros entrelazados) que conecta a este par de quarks. Esto significaría, a su vez, que la gravedad no es una propiedad fundamental del universo, sino que surge a partir del entrelazamiento cuántico, esta sí parte de la "esencia" del universo.

Antes que Sonner, Juan Maldacena y Leonard Susskind, dos de los físicos teóricos más reconocidos en la actualidad, habían propuesto una solución basada en dos agujeros negros entrelazados, los cuales al separarse generaban un agujero de gusano --un túnel a través de la geometría del espacio-tiempo, el cual se podría mantener unido por la gravedad.

Sonner ideó un experimento, en el cual primero generó un par de quarks usando el efecto Swhinger, que permite crear partículas del vacío (que en realidad es una especie de sopa de partículas transitorias o partículas virtuales). Luego mapeó los quarks entrelazados en un espacio en 4 dimensiones, una representación del espacio-tiempo como lo conocemos. En contraste, la gravedad existiría en una quinta dimensión, desde la que actúa, dando su curvatura al espacio-tiempo, según las leyes de Einstein. Para observar la geometría emergente en la 5°a dimensión, Sonner empleó lo que se conoce como dualidad holográfica: una forma de derivar o de observar una dimensión más alta en la siguiente dimensión más baja, de la misma forma que un holograma contiene información de un objeto tridimensional en un objeto bidimensional. Usando este principio, Sonner determinó que al crear un par de quarks se sigue inmediatamente la formación de un agujero de gusano que los conecta. Esto parece suponer que la geometría del espacio-tiempo, la curvatura predicha por Einstein, es un resultado del entrelazamiento de partículas.

Tal vez no nos emocione demasiado este aparente descubrimiento (quizás sea demasiado abstracto para nuestra cotidianidad), pero es sumamente significativo (sin olvidar que es solamente un modelo del universo y no una realidad definitiva, como todo en la física). La teoría de Sonner implica que todo el universo está tejido de agujeros de gusanos, túneles entre dimensiones, como una infinita madriguera de conejo, que es una compleja red de fuerzas que sostienen esos mismos agujeros, ese sistema cósmico de intercomunicación y transporte. Nosotros y toda la materia está compuesta, entonces, de partículas que viajan entre dimensiones, por atajos cósmicos, posiblemente hasta lugares distantes unidos de manera insondable. ¿Podríamos estar hechos de microcomponentes que están aquí a la vez que están en Cassiopea o en el Sol?  Hombres y cosas hechos de túneles dimensionales en el vacío de nuestro cuerpo, ya no sólo polvo de estrellas.

Trasladar los fenómenos cuánticos a la realidad microscópica suele llenarse de problemas. Nunca, por ejemplo, vemos que una pelota de tenis atraviese una pared, sin embargo, teóricamente esto es posible y debería de ocurrir en alguna ocasión. Uno puede teñir la física cuántica de especulación metafísica o poética (algo que confieso es una debilidad de mi parte), pero la realidad es que todas estas teorías por el momento pertenecen más a una forma de ver el mundo, a un acercamiento conceptual, que a lo que realmente es el mundo. Lo interesante podría ser que una vez que estos modelos predominen en nuestra cultura, entonces quizás experimentar estos fenómenos podrá ser algo más fácil de hacer. Decía Jung que lo posible para una época "está derivado de las asunciones racionalistas de esa época". Si la ciencia empieza a edificar un modelo de la realidad en el cual se considera racional poder viajar a través de agujeros de gusanos, quizás no estemos lejos de hacerlo posible.

Twitter del autor: @alepholo

[Scientific American]