Es sabido que una de las etapas más enigmáticas del sueño es el llamado sueño REM (de movimientos oculares rápidos, por sus siglas en inglés) en el que el soñante presenta una actividad cerebral similar a la de la vida de vigilia y, además, en el que se presentan los llamados sueños vívidos, los que tendemos a considerar reales o como si de verdad hubieran sucedido.
Y si bien hay numerosas investigaciones al respecto, una de las más recientes afirma que el sueño REM también opera en nosotros una trasmutación espiritual que, despiertos, quizá solo podríamos alcanzar con horas y horas de terapia o por otros medios menos convencionales.
De acuerdo con el estudio realizado por un equipo de psicólogos y neurocientíficos de la Universidad de California en Berkeley, durante la fase REM del sueño la química corporal que se desencadena con el estrés se desactiva y el cerebro comienza a procesar experiencias emocionales intensas y apacigua los recuerdos dolorosos.
“La etapa de ensoñación del sueño, basada en su composición neuroquímica única, nos provee de una forma de terapia nocturna, un bálsamo que lima los bordes afilados de las experiencias emocionales del día anterior”, dijo Matthew Walker, uno de los participantes del estudio citado.
Este proceso se explica al menos por dos circunstancias: la primera, que durante la fase REM el cerebro comienza a catalogar los recuerdos del día, a ponerlos en perspectiva, conectándolos con otros con los que quizá podemos entender mejor esa situación álgida que vivimos con alguien. Pero al hacerlo, y este es el segundo elemento igual o más importante, reduce el nivel de sustancias neuroquímicas como la norepinefrina y otras, asociadas al estrés y sentimientos afine.
“Al procesar experiencias emocionales previas en este ambiente neuroquímico seguro de baja norepinefrina durante el sueño REM, despertamos al siguiente día y todas esas experiencias se han suavizado en su fuerza emocional. Nos sentimos mejor al respecto, sentimos que podemos enfrentarlas”, confirmó Walker.
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