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7 hábitos para recuperar "el olvidado asombro de estar vivos"

Por: Luis Alberto Hara - 03/15/2016

Posiblemente la mañana sea uno de los mejores momentos del día para hacer consciente la dimensión y alcances de nuestra existencia

La création du monde n'a pas eu lieu au début, elle a lieu tous les jours.

Marcel Proust, Albertine disparue

En cuestión de horarios podríamos decir, en un primer momento, que no hay nada escrito, que así como hay personas que funcionan mucho mejor desde las primeras horas de la mañana hasta las últimas de la tarde, igualmente hay quienes prefieren desenvolverse a la sombra de las últimas horas del día, cuando la noche aquieta la mayoría de las actividades del mundo, y que tanto uno como otro tipo de persona, de horario, es “libre” de elegir éste de acuerdo con sus propios ritmos, de los cuales se podría decir, desde cierta perspectiva, que no siempre son totalmente voluntarios, sino que pueden responder a cronotipos distintos de nuestros procesos corporales.

Y esa precisamente es la paradoja, pues a pesar de las diferencias individuales que podrían argüirse con respecto a los horarios, lo cierto es que en este asunto sí hay mucho escrito, casi todo ello bajo la forma de normas sociales tácitas que nos empujan a actuar de cierta manera, no necesariamente la que quisiéramos. Por ejemplo, haciendo que nos levantemos temprano cuando preferiríamos vivir más bien en el otro extremo del día, o llevándonos a un desvelo a pesar de que la noche no es exactamente nuestro horario más adecuado.

Con todo, como han demostrado una buena cantidad de genios creativos a lo largo de la historia, parece ser que la única forma de combatir el imperativo social es abriéndose paso, es decir, encontrando o formando la rutina propia, fundamentada en nuestras propias necesidades y gustos. A veces coincidiremos, otras no, pero en todos los casos es menester intentarlo y ver cómo funciona esto.

A continuación compartimos –junto con algunos GIFs con escenas de The Tree of Life (Terrence Malick, 2011)– siete hábitos matutinos que, creemos, contribuyen a despertar eso que Octavio Paz, en "Piedra de sol", llamó “el olvidado asombro de estar vivos".

 

 

Demora tu entrada al mundo

Pocas cosas más placenteras en la mañana como dedicar los primeros momentos posteriores al despertar a tu vida. Sí, en efecto, el trabajo también forma parte de ésta, y quizá otras obligaciones, pero en cierta forma antes que todo ello está eso otro que da otro peso a tu existencia. Tu cuerpo, tu música, tus primeras respiraciones conscientes después de las horas que has pasado durmiendo, la compañía en la que te encuentras, tus alimentos, etc. Eso también es tu vida. Y, en cierto sentido, el mundo no tiene derecho a entrar ahí –pero tú tienes todo el derecho de disfrutarlo.

 

 

No te conectes. No todavía.

En el sentido del punto anterior, en nuestra vida contemporánea una de las principales puertas de entrada al mundo es Internet, el cual parece omnipresente pero lo cierto es que su contacto con nuestra vida aún depende de una conexión… o una desconexión. ¿No crees que la lectura de ese correo electrónico del trabajo puede esperar un poco? ¿O ese scrolleo inane por tu feed de Facebook?

 

Camina

Caminar es probablemente una de las formas de meditación más asequibles para todos. Una buena caminata matutina puede activar y vigorizar lo mismo nuestro cuerpo que nuestra mente y nuestro ánimo. "Creo que en el momento en el que se empiezan a mover mis piernas mis pensamientos empiezan a fluir", escribió Henry David Thoreau.

 

Purifícate

Desde la perspectiva antropológica es interesante notar cómo una necesidad puramente fisiológica y salubre como la higiene se recubrió con el paso de los años de múltiples y azarosos significantes hasta quedar enmarcada en las prácticas de religiones específicas, la mayoría de las cuales comparten rituales de purificación que, en casi todos los casos, no son sino elaboradas formas de higiene.

Más allá del contexto religioso, sin duda la higiene es uno de los hábitos que nos sitúan con mayor efectividad en la conciencia de nuestra realidad, en un sentido amplio: desde la conciencia de nuestro propio cuerpo hasta la conciencia del punto del espacio-tiempo en donde nos encontramos.

 

Lee

En un post que publicamos recientemente a propósito del proyecto de didáctica fílmica Every Frame a Painting se encuentra un video en el que un par de colaboradores de Chuck Jones (el famoso creador de Bugs Bunny y otros personajes memorablemente cómicos de Warner Bros) y eventualmente él mismo dan una recomendación definitiva para reforzar o estimular la creatividad, sin importar el ámbito profesional donde una persona se desarrolle: la lectura. A primera vista podríamos creer que alguien como Jones o sus animadores y guionistas deberían limitarse a tener contacto con su disciplina y especializarse en nada más que ésta, sin embargo, como las propias creaciones de Jones lo muestran, lo creativo, lo sorprendente, lo admirable, resulta muchas veces de la capacidad de cruzar campos de conocimiento, del atrevimiento para llevar, por ejemplo, un aria de Richard Wagner a una caricatura, ¿pero cómo podría suceder esto si, de inicio, no sabemos qué es una valquiria?

La mañana puede ser un excelente momento para leer, cada cual según sus propias inclinaciones e intereses: las noticias del día para tener información, quizá un poema si lo que buscamos es inspiración y una perspectiva distinta de la vida, quizá algunos párrafos de una novela o un ensayo, un par de cuentos o lo que sea que satisfaga nuestra curiosidad. Leer “aunque sean los papeles rotos de las calles”, como escribe Cervantes en el Quijote.

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Haz una lista breve de las cosas que quieres/tienes que hacer en el día

Una vez que has cumplido estos rituales puedes, ahora sí, preparar tu entrada al mundo. ¿De qué manera? Una modesta proposición es que clarifiques tu mente con respecto a lo que te espera, pero también a lo que quieres, y elabores una pequeña lista con las actividades más relevantes que tienes de cara al día. Estas pueden ser o no laborales. Quizá, en efecto, tienes una reunión a la que no puedes faltar, pero también puede ser que desde hace varios días estés postergando la visita a una exposición que te atrae mucho, o ver una película que igualmente te interesa. ¿Por qué no hacer que este sea el día? Más allá de la planificación (que a veces es el método más efectivo para no hacer algo), este pequeño hábito también puede ayudarte a tomar conciencia de las actividades de tu vida a las que estás concediendo mayor importancia.

 

O una recapitulación…

Aunque el “examen de conciencia” es una práctica, además de deleznable, más bien nocturna, quizá por las mañanas podrías intentar una variación que le dé un sentido especial a tu nuevo día. Pocas veces nos detenemos a pensar en los pequeños logros que todos tenemos todos los días, quizá algunos con más repercusión que otros, pero todos importantes.

A este respecto, aunque no muchas personas se sienten “capacitadas” para escribir, quizá este podría ser el momento de recuperar la olvidada práctica del diario personal, no necesariamente a la manera de los abigarrados registros del pasado, sino llevado a nuestras circunstancias y necesidades. ¿Por qué no tener un cuaderno (o un documento digital, no hay problema) en el que consignemos algunas de esas rememoraciones de nuestra vida?

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BONUS: Medita

Desde hace algunos años la meditación –tal y como, con variantes, se practica en distintas culturas orientales– se ha popularizado en Occidente, impulsada incluso por estudios científicos que han encontrado indicios de efectos notables a nivel neuronal y del sistema nervioso. Por este auge a la distancia podría parecer que la meditación es una moda o una disciplina complicada o reservada a las personas que también hacen yoga y llevan una dieta vegetariana. Sin embargo, esto es un prejuicio.

Una de las características más sorprendentes de la meditación es que, al menos de inicio, es sencillo realizarla, pues para comenzar basta con sentarse en una posición cómoda (pero estable y derecha; y no tiene que ser una postura tipo “flor de loto”, sino que puede ser incluso en una silla común, de buena altura y respaldo recto), entrecerrar los ojos, dejando apenas visible una línea de luz del exterior, tomar conciencia de la respiración al tiempo que cada inspiración y exhalación se acompaña de un conteo mental en el que, también en la mente, se “escucha” el sonido de cada número (cincooo… cuatrooo… treees… dooos… uunoo… ceeroo… cincooo… cuatrooo…, etc.). El conteo, como en el ejemplo, puede ser regresivo, en español y del cinco al cero, repitiendo esta breve secuencia tantas veces como tenga cabida en, por ejemplo, un período de 5, 15 o 30 minutos, según la posibilidad de quien medita.

Esto, en cierta forma, es lo sencillo. Lo difícil es no perderse en los propios pensamientos o, dicho de otra manera, concentrarse en nada más que la respiración al ritmo del conteo regresivo. Si te sirve de alguna ayuda, personas que meditan cotidianamente aseguran que esto es normal, pero no deseable. Ante esta situación en el budismo se compara a la mente en meditación con una montaña rodeada nubes: la mente que medita es la montaña y las nubes los pensamientos que surgen mientras nos encontramos en el esfuerzo de enfocarnos en nada más que la respiración; los pensamientos surgen, esto es inevitable, las nubes se forman y pasan, pero la montaña no se va con ellas, y así tampoco la mente, a la que la meditación enseña a no irse con cada pensamiento que tiene, sino a enfocarse en su presente, su aquí y su ahora. Una buena razón para meditar, ¿no crees?

 

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