*

El documental rompió récords de audiencia, pero científicos y escépticos cuestionan la falta de pruebas sobre vida extraterrestre

Durante años, hablar de ovnis fue terreno exclusivo de la burla o la conspiración. The Age of Disclosure, el documental dirigido por Dan Farah, intenta romper con ese pasado y colocar el tema en un espacio legítimo de discusión pública. Ya no se habla de ovnis, sino de Fenómenos Anómalos No Identificados (FAN), un término que busca despojar al fenómeno de su carga sensacionalista y acercarlo al lenguaje institucional.

El impacto inicial fue fuerte. La película se proyectó en Capitol Hill, algo inusual para un documental de este tipo, y en sus primeras 48 horas se convirtió en el documental más alquilado de Amazon Prime Video. El mensaje parecía claro: el tema dejó de ser marginal y entró, al menos simbólicamente, al centro del poder político y mediático.

Pero el entusiasmo no ha sido unánime.

Un documental que apuesta todo al testimonio

La tesis central de The Age of Disclosure es ambiciosa: durante más de 80 años, gobiernos de distintas partes del mundo habrían ocultado información sobre vida inteligente no humana y sobre programas secretos dedicados a recuperar y estudiar tecnología de origen desconocido.

Para sostener esta idea, Dan Farah reunió a 34 personas vinculadas al gobierno, las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Entre ellos aparecen figuras de alto perfil como el actual secretario de Estado Marco Rubio, la senadora Kirsten Gillibrand, el senador Mike Rounds y el exdirector de inteligencia nacional James Clapper.

La película construye su credibilidad a partir de estas voces. Todos relatan experiencias, reuniones informativas, advertencias internas y supuestos programas clasificados. No hay recreaciones exageradas ni efectos visuales invasivos; el peso recae casi por completo en lo que estas personas dicen haber visto, escuchado o conocido durante su carrera.

Ese enfoque, sin embargo, es también su mayor debilidad.

¿Dónde están las pruebas?

Para científicos y escépticos, el documental no ofrece evidencia nueva ni verificable. Michael Shermer, fundador de la revista Skeptic, resume la crítica de forma directa: fotografías borrosas, videos infrarrojos antiguos y relatos indirectos no constituyen pruebas científicas.

Los materiales visuales que aparecen en la película ya circulaban desde hace años. Videos grabados por pilotos de la Marina, manchas térmicas difíciles de identificar y registros captados por sensores que no permiten conclusiones claras. Nada que confirme, de forma concluyente, la existencia de tecnología extraterrestre.

Desde esta perspectiva, el documental plantea afirmaciones extraordinarias sin el respaldo proporcional que la ciencia exige. Para Shermer, el fenómeno no es distinto a otros mitos persistentes: despierta curiosidad, genera relatos, pero no supera el umbral de la evidencia.

El reciclaje del misterio

Jason Colavito, investigador de cultura popular y pseudociencia, es aún más severo. Asegura que The Age of Disclosure no aporta información realmente nueva, sino que reorganiza material ya conocido con una producción más sofisticada.

Muchas de las personas entrevistadas, señala, han repetido los mismos discursos en programas como Ancient Aliens o en cadenas de noticias alternativas. El cambio no está en el contenido, sino en el contexto: ahora el relato aparece envuelto en un lenguaje institucional, con música solemne y escenarios sobrios.

Colavito también cuestiona algunas explicaciones extremas que aparecen en la película, como la idea de que los ovnis no pueden fotografiarse con claridad porque se encuentran dentro de supuestas burbujas cuánticas que distorsionan la luz. Para él, se trata de argumentos construidos para justificar la falta de imágenes claras, no de hipótesis científicas sólidas.

Las aclaraciones de Marco Rubio

Tras el estreno, Marco Rubio matizó su participación en el documental. Aclaró que sus declaraciones fueron grabadas años atrás, cuando aún era senador, y que describían acusaciones que le fueron presentadas, no hechos comprobados de primera mano.

Reconoció además que el montaje prioriza el impacto narrativo. No negó el fenómeno, pero sí dejó claro que existe una distancia entre lo que se investiga, lo que se sospecha y lo que realmente se sabe.

La mirada científica: una burbuja que se desinfla

Desde el ámbito académico, la recepción ha sido más cautelosa. Joshua Semeter, director del Centro de Física Espacial de la Universidad de Boston y exintegrante de un equipo de la NASA dedicado al estudio de los FAN, considera que el interés actual responde a una burbuja mediática que se ha inflado durante los últimos años.
Muchas de las pruebas presentadas, explica, datan de principios de los años 2000. Para él, el fenómeno se mantiene en una zona ambigua que resulta rentable: lo suficientemente extraño para atraer atención, pero demasiado indefinido para ser refutado o confirmado.

Muchas historias, pocos hechos

The Age of Disclosure logra algo innegable: normaliza una conversación que durante décadas fue descartada. Ver a senadores y exfuncionarios hablar abiertamente de FAN rompe con un estigma histórico.

Pero el documental también deja una sensación persistente de vacío. Sin datos verificables, sin acceso a material comprobable y sin voces críticas que equilibren el relato, la película se sostiene más en la acumulación de testimonios que en hechos demostrables.

Quizá su verdadero impacto no esté en probar que no estamos solos, sino en evidenciar hasta qué punto el deseo de creer, la desconfianza hacia las instituciones y el espectáculo mediático pueden coexistir en una misma narrativa. Por ahora, la era de la divulgación sigue siendo, también, la era de la duda.


También en Pijama Surf: Domo que contenía la radiación en Chernobyl resultó dañado por ataque entre Rusia y Ucrania


Imagen de portada: Amazon Prime