Eugenia Revueltas Acevedo: una vida dedicada a las letras, la docencia y el pensamiento crítico
Arte
Por: Mateo León - 10/29/2025
Por: Mateo León - 10/29/2025
La Universidad Nacional Autónoma de México anunció el fallecimiento de la doctora Eugenia Revueltas Acevedo (1934–2025), una de las figuras más queridas y respetadas de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL). Académica incansable, ensayista, semióloga e hija del compositor Silvestre Revueltas, dedicó más de medio siglo a formar generaciones de lectores, profesores y escritores en la máxima casa de estudios.
“La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM lamenta el sensible fallecimiento de la doctora Eugenia Revueltas Acevedo, destacada profesora de nuestra comunidad. Descanse en paz”, publicó la institución en redes sociales.
Nacida el 15 de noviembre de 1934, Eugenia Revueltas no inició su camino en las humanidades. Durante su juventud ingresó a la Facultad de Medicina, en una época en la que pocas mujeres lo hacían, pero pronto descubrió su verdadera vocación. El escritor y académico Sergio Fernández, su maestro, la animó a estudiar Letras Hispánicas al ver su interés por la literatura. Poco después, él mismo le confió una de sus materias, gesto que marcaría el inicio de su vida docente.
“Un buen maestro es quien ve tu potencial, incluso si tú no lo intuyes”, recordaba Revueltas. “Ahí, frente a ese grupo, encontré mi vocación.”
Su primera clase la dio en 1969, apenas unos meses después del movimiento estudiantil del 68, y nunca volvió a salir del aula.
Revueltas Acevedo fue más que una profesora: fue un punto de referencia ético e intelectual dentro del Colegio de Letras Hispánicas. Sus estudiantes la llamaban simplemente “la maestra”, no por formalidad, sino por respeto a un oficio que ejerció con entrega y alegría. En una entrevista con la UNAM en 2023, cuando celebraba 54 años de docencia, bromeaba sobre su infancia bajo la sombra de su padre: “Como pianista era mala y como cantante, peor”, explicando por qué eligió otro camino dentro del arte.
Su interés académico se centró en la semiótica del teatro, la narrativa mexicana contemporánea y las relaciones entre historia y literatura. Publicó más de 130 artículos y varios libros fundamentales, entre ellos:
Eugenia Revueltas consideraba que enseñar era una forma de sembrar conciencia. Le fascinaba observar cómo cambiaban sus alumnos y también la tecnología que los rodeaba: “Del martilleo de las máquinas de escribir pasamos al golpeteo sordo de los teclados. Pero la enseñanza sigue siendo lo mismo: un acto de diálogo.”
Citaba con frecuencia a Umberto Eco, quien respondía a quienes dudaban de la necesidad de los maestros en la era digital: “Estamos para provocar la reflexión, para promover el diálogo, y eso no ha cambiado desde Sócrates.”
Esa convicción la acompañó hasta el final. Nunca contempló jubilarse: “Seguiré dando clases mientras esto me funcione”, decía tocándose las sienes, como si señalara el espacio donde aún vivía el conocimiento.
Además de su trabajo como docente, dirigió las revistas Punto de partida y La experiencia literaria, impulsando la publicación de jóvenes autores y la difusión de nuevas corrientes críticas. Su gestión editorial ayudó a abrir el espacio universitario a voces estudiantiles de todo el país, consolidando una tradición que aún continúa.
Su labor fue reconocida con múltiples distinciones:
Fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel II), integrante de la Asociación Internacional de Hispanistas (AIH), la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL) y el Consejo Académico Interno del Colegio de Letras Hispánicas.
Aunque provenía de una familia marcada por la música —su padre, Silvestre Revueltas, es una de las figuras más grandes de la composición mexicana—, Eugenia encontró su voz en el lenguaje y en el pensamiento crítico. Su vida fue una prueba de que el arte puede adoptar muchas formas: la palabra, la cátedra, la conversación.
Con su fallecimiento, la UNAM y la comunidad académica mexicana pierden a una de sus maestras más lúcidas. Su legado, sin embargo, seguirá vivo en las aulas y en cada estudiante que descubra en la literatura un modo de pensar y de sentir el mundo.