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«Infierno o Paraíso»: el descenso y retorno de un hombre entre el vicio, la calle y la memoria

Arte

Por: Carolina De La Torre - 05/28/2025

Un documental crudo y conmovedor sobre la vida de José Antonio Iglesias, ingeniero que vivió más de una década en las calles de Bogotá. Rodado durante 14 años, esta obra dirigida por el antropólogo Germán Piffano revela la fragilidad de la redención y la belleza rota de quien vuelve del abismo con las manos vacías, pero los ojos abiertos

Hay hombres que se caen del mundo. Hombres que un día fueron ingenieros, padres, ciudadanos y que, de pronto, se convierten en polvo invisible bajo la maquinaria de la ciudad. José Antonio Iglesias fue uno de ellos: un ingeniero electromecánico hispano-venezolano que, por más de una década, vivió entre la mugre y el humo del bazuco en El Cartucho, aquel corazón podrido de Bogotá que palpitaba con el dolor más crudo.

De esa historia, a medio camino entre el derrumbe y la posibilidad, nace Infierno o Paraíso, un documental de Germán Piffano, antropólogo de formación y testigo silencioso de los escombros humanos. No es una película. Es una grieta filmada durante 14 años, una cicatriz con voz y mirada. Un archivo de carne, humo, y deseo de redención.

Lo que comienza como una investigación académica sobre los conceptos de “bienestar” en territorios marginales, termina transformándose en una obra de antropología visual, de entrega radical, de ética en cámara lenta. El propio Piffano, movido no por el morbo sino por la responsabilidad del que ya no puede mirar a otro lado, toma su lente como quien extiende una mano sin promesas. Y allí está José Antonio, cayendo pero también escribiendo cartas, soñando, negándose a morir por completo.

Durante años, Piffano documentó esa metamorfosis: desde los rincones más oscuros del Cartucho hasta el regreso de José a España, donde intenta reinsertarse en la vida, en su familia, en sí mismo. Pero el regreso al paraíso prometido es también un nuevo tipo de infierno. La crisis económica europea le arranca las ilusiones.Y aquí el documental se vuelve más complejo, más honesto: no hay redención sin grietas. No hay salida sin duelo.

El montaje corrió a cargo del mítico José Salcedo, editor habitual de Almodóvar, quien dedicó tres años a revisar cientos de horas de grabaciones. La película es una producción de Fílmico Producciones y Canal Capital, con un presupuesto modesto pero una carga emocional que aplasta.

Desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Cartagena en 2014, Infierno o Paraíso ha cosechado reconocimientos como el Premio Macondo al Mejor Documental, el galardón a Mejor Ópera Prima en Margarita y menciones en festivales de Nueva York, Caracas, Medellín y Barcelona. Pero más allá de los premios, lo que esta obra deja es una incomodidad punzante: ¿Qué es en realidad la libertad y conlleva en nuestra sociedad?

El documental nunca romantiza la indigencia, ni glorifica la rehabilitación. Hay momentos de ternura, sí, pero también de angustia. La cámara observa sin filtrar. Porque ser hombre de la calle no es sólo no tener casa: es que el mundo te haya escupido y tú sigas ahí, reconstruyéndote con los mismos escombros. Y cuando se recupera el "rol", el apellido, la cama caliente, lo que llega no es la paz sino el vértigo. Porque volver al sistema que te expulsó también duele. Porque el deseo de pertenecer se parece, a veces, a una forma de muerte.

Uno podría tentarse a leer esta historia con la óptica del estoicismo, pero no ese estoicismo de autoayuda que hoy se vende en frases para emprendedores. No. El verdadero estoicismo —el que obliga a mirar la realidad de frente, a soportar sin anestesia— está presente en cada gesto de José. Su resistencia no está en negar el dolor, sino en aceptarlo sin delirio. En no ocultarse bajo ningún mantra. En saberse frágil, en vivir con el silencio de lo que no se pudo arreglar.

En tiempos donde las historias de superación se editan con música épica y finales felices, Infierno o Paraíso nos recuerda que hay vidas que se reconstruyen como casas quemadas: con ceniza en las uñas, con paredes que nunca vuelven a ser firmes, pero con dignidad. Y eso, en este mundo de simulacros, es mucho más que un final feliz. Es una victoria sin aplausos, una salvación sin espectáculo.

Y tal vez eso sea lo más radical que puede ofrecer el cine hoy: mostrar lo humano sin embellecerlo. Sin escapismo. Sin ornamentos. Así, como un hombre que alguna vez fue polvo, y un día decidió ponerse de pie —aunque el cielo siguiera gris.


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Imagen de portada: «Infierno o Paraiso», German Piffano (2014)