La primavera según Mary Oliver: poemas para conectar con la naturaleza
Arte
Por: Carolina De La Torre - 03/24/2025
Por: Carolina De La Torre - 03/24/2025
La primavera tiene algo mágico: el aire fresco, la luz que se alarga, el renacer de todo lo que parecía dormido. En medio de este despertar, los versos de Mary Oliver –ganadora del premio Pulitzer en 1984 por su colección American Primitive– emergen como un llamado a la vida, la naturaleza y la renovación. Si nunca has leído su poesía, esta es la mejor temporada para empezar. Aquí te dejamos algunos poemas que, además de nutrir el alma, te invitan a conectar con lo que te rodea, para que disfrutes la primavera con una nueva mirada.
De la colección Búhos y otras fantasías (Owls and Other Fantasies), este poema capta a la perfección la transición del invierno a la primavera. En sus versos, Oliver nos invita a detenernos y observar el resurgir de la naturaleza:
En algún lugar
un oso negro
acaba de despertar del sueño
y está mirando
hacia abajo de la montaña.
Toda la noche
en la inquietud fresca y superficial
de la primavera temprana
pienso en ella,
sus cuatro puños negros
golpeando la grava,
su lengua
como un fuego rojo
tocando la hierba,
el agua fría.
Solo hay una pregunta:
cómo amar este mundo.
Pienso en ella
levantándose
como una cornisa negra y frondosa
para afilar sus garras contra
el silencio
de los árboles.
Cualquier otra cosa
que sea mi vida
con sus poemas
y su música
y sus ciudades de cristal,
también es esta deslumbrante oscuridad
que viene
bajando de la montaña,
respirando y saboreando;
todo el día pienso en ella—
sus dientes blancos,
su silencio,
su amor perfecto.
Este poema ofrece una reflexión profunda sobre la renovación personal, sugiriendo que la primavera no solo llega al paisaje, sino también a nuestro interior:
En el norte, ahora es primavera
y hay cierta celebración.
El mirlo ha regresado a casa.
Es tímido y prefiere la tarde,
también la hora justo antes del amanecer;
en esa luz azul y polvorienta
sube a su rama, o vuela suavemente hacia allí.
Está bien conocer solo una canción
si es esta.
Escúchala subir y bajar;
los mismos elementos de tu alma
tiemblan agradablemente.
¿Qué sería la primavera sin ella?
Principalmente ranas.
Pero no te preocupes, él llega,
año tras año, humilde, obediente
y precioso.
Lo escuchas y sabes
que podrías vivir una vida mejor que la que llevas,
ser más suave, más amable.
Y tal vez este año lo lograrás.
Escucha cómo su voz sube y baja.
No hay forma de estar suficientemente agradecido
por los regalos que nos dan,
ni de pronunciar el nombre del Señor
lo suficiente, aunque lo intentamos,
y especialmente ahora,
mientras ese pecho moteado
respira entre los pinos
y las ventanas del cielo en el norte,
ahora que ha llegado la primavera,
están abiertas de par en par.
“Gansos salvajes” te recuerda lo pequeños que pueden parecer nuestros problemas frente a la vastedad del mundo natural. En este poema, el autor nos invita a liberarnos del peso de nuestras preocupaciones y abrazar la libertad que ofrece la vida:
No tienes que ser buena.
No tienes que caminar de rodillas
cien kilómetros a través del desierto, arrepintiéndote.
Sólo tienes que dejar que el animal suave de tu cuerpo
ame lo que ama.
Háblame de desesperanza, la tuya, y yo te contaré la mía.
Mientras tanto el mundo continúa.
Mientras tanto el sol y los guijarros claros de la lluvia
avanzan a través de los paisajes,
sobre praderas y árboles profundos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto los gansos salvajes, altos en el aire limpio y azul,
se dirigen nuevamente a casa.
Quienquiera que seas, no importa cuán solitaria,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, duros y apasionantes--
una y otra vez anunciando tu lugar
en la familia de las cosas.
El ritmo frenético de la vida moderna puede hacernos olvidar la belleza de lo simple. “Invitación” es un poema que nos llama a frenar, a disfrutar de los pequeños detalles que a menudo pasan desapercibidos:
Oh, ¿tienes tiempo
para demorarte
un poco
y salir de tu día
ocupado, importante
para ver a los jilgueros
que se han reunido
en un campo de cardos
para una batalla musical,
para ver quién canta
la nota más alta,
o la más baja,
o es el más expresivo, el más alegre,
el más tierno?
Sus picos fuertes y desafilados
beben el aire
mientras se esfuerzan
melodiosamente
no por tu bien
ni por el mío
no con la intención de ganar,
sino por puro deleite y gratitud
créenos, dicen,
es una cosa seria
el solo hecho de estar vivo
en esta fresca mañana
en el mundo roto.
te lo ruego,
no pases
sin detenerte
sin prestar atención a esta
actuación un tanto ridícula.
Podría significar algo.
Podría significar todo.
Podría ser lo que Rilke quiso decir cuando escribió:
Debes cambiar tu vida.
Oliver celebra la conexión entre el ser humano y la naturaleza. A través de sus versos, nos recuerda que a veces lo más importante es simplemente estar presente y observar el mundo natural:
Me levanté esta mañana temprano como de costumbre, y fui a mi escritorio.
Pero es primavera,
y el mirlo está en el bosque,
en algún lugar entre las ramas retorcidas, y está cantando.
Y ahora, estoy de pie junto a la puerta abierta.
Y ahora estoy bajando hacia la hierba.
Toco unas cuantas hojas.
Noto cómo las mariposas amarillas
se mueven juntas, en una nube centelleante, sobre el campo.
Y pienso: tal vez solo mirar y escuchar
es el verdadero trabajo.
Tal vez el mundo, sin nosotros,
es el verdadero poema.
La poesía de Mary Oliver nos encamina a redescubrir la belleza y la simplicidad de la vida, especialmente en primavera, cuando la naturaleza se renace. A través de sus versos, nos enseña a detenernos, a escuchar y a conectarnos con el mundo que nos rodea, recordándonos que la verdadera esencia de la existencia radica en la observación y el disfrute del momento presente.