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Esta es una reflexión sobre Dios más allá de Dios que emplea elementos filosóficos, recupera la espiritualidad transteísta, más allá del monoteísmo, el politeísmo y el ateísmo, además de recurrir al humor de Rowan Atkinson, conocido por su personaje de Mr. Bean.

Lunacharski fue un niño grande, y también un dramaturgo y político bolchevique que celebró un juicio de cinco horas contra Dios por sus numerosos crímenes hacia la humanidad, hasta con fiscales y defensores designados por el Estado soviético. Solo se pudo colocar una Biblia en el banquillo de los acusados, y aunque se argumentó demencia y desarreglos psíquicos para hacer pasar a Dios como inocente, fue declarado culpable el 17 de enero de 1918, a las 6:30 horas de la mañana, y un pelotón de fusilamiento disparó cinco ráfagas de ametralladora contra el cielo azul de la Plaza Roja. A lo mejor solo los pájaros se asustaron.

¿Tiene sentido que alguien llorara por lo que pudo haberle pasado a ese gran espacio que callaba al silencio? Lo diré de otra forma: ¿qué cambió porque una persona llorara?

De haber estado yo en Moscú, no diría que habría visto algo. ¿Pero cómo lo sé? Por alguna razón, sé que las cosas no siguieron siendo las mismas, aunque no sabría decir en qué cambiaron.   

“Dios”, la palabra, sus letras, el sujeto, sus imágenes y el ateísmo quieren decir: Dios.

Tanto lo bendito, así como un escupitajo de un arcángel rebelde son la trasparencia de lo literal. Los hechos físicos, los hechos en el alma, mi cerebro y la mente, el cerebro y mi mente, todas las maneras de plantear esto; que algo amarillo sea algo amarillo y amarillo, más o menos de ese color y el color; que un coche sea un coche o un viaje, una carrera en un shonen de acción, un niño atropellado. Todo esto no es Dios y le provoca una hermosa risa ilimitada, o bien, Dios no existe y es hermoso.

“Ahí te ves” es una frase mística. El dios del yo experimenta, el dios del tú es experimentado, y debería haber un dios, por así decirlo, como no experimentar una experiencia. Esto último es una conclusión sin sentido, porque un solo dónde, un solo cómo o un solo cuándo son experimentar. Quizá quiero decir que nada sale de sí mismo. El universo debería poder existir sin mí y sin ti; sin que yo sea yo o el tú que conoces; sin que tú seas tú para mí o tú mismo. Pero lo eterno no está abierto a nosotros. Tampoco está encerrado en sí mismo, porque nada sale a sí mismo.

Dios, tú y yo somos poesía, una ficción en la máquina de soñar experta de Dios.

No conozco mi historia. Soy la vida de Dios, soy un cuento, un recuerdo, un chiste. No puedo morir incluso si desapareciera mi personaje. Desconozco qué sentidos soy porque los soy. Ignoro qué siento porque con ello aprendí. Dios se oculta porque nos permite inventar una larga búsqueda, como pasa en esta broma de Atkinson:

Oremos. Estamos reunidos hoy aquí, en esta hermosa mañana de otoño, para presentar nuestros últimos respetos a Thomas Fairclough, Richard Mason y Harold Walker.

Tom, Dick y Harry, como eran conocidos por todos nosotros. Tres robustos compañeros de nuestra comunidad a los que, estoy seguro, echaremos profundamente de menos.

Tom, lamentablemente, era ciego. Una aflicción que soportó con gran fortaleza, sobre todo teniendo en cuenta que también era sordo. Su único poder era el de hablar y cantar, y todos recordamos su enorme voz uniéndose con fuerza a nuestros cantos dominicales. Por supuesto, al ser ciego y sordo, Tom nunca supo realmente qué himno estábamos cantando. Algo apropiado, porque nosotros tampoco sabíamos qué himno estaba cantando él.

Al necesitar orientación en la oscuridad de la vida, Tom tuvo la suerte de tener un amigo como Dick. Dick tenía una vista perfecta y con gusto hubiera guiado a Tom donde fuera. Desgraciadamente, como Dick también era sordo, no podía oír dónde quería ir Tom.

Al igual que Tom, Dick nunca se quejaba de sus aflicciones, ¿verdad? Bueno, es claro que no podía al ser mudo. Pero bendecido con el don de la visión que el Señor le dio, sin quejarse de su condición de sordomudo, era un tremendo y entusiasta fan de Olivia Newton-John.

Y a pesar de las dificultades, esta pareja sorda al mundo que la rodeaba tendría la compañía permanente de Harry. Harry podía oír literalmente la caída de un alfiler, aunque al ser ciego y mudo, no podía ver cómo recogerlo ni advertir a nadie de que no se parara sobre él.

Así que como individuos estaban tristemente afligidos, aunque juntos estaban en posesión de todos los sentidos del buen Señor, ¿no es así? Pero tristemente, como todos sabemos, hace tres días sus pacíficas vidas se acabaron. Dick vio la segadora, Harry oyó la segadora, pero ninguno pudo gritar. Tom, que podría haber gritado, nunca tuvo la menor idea de lo que le golpeó. Y así, todos fueron cosechados juntos, mezclados en una unidad al final, por así decirlo.

Ahora, hermanos, confiamos en que están en el paraíso, esa morada de descanso para las almas buenas, tan felices como cualquiera en esa hueste inmortal. Dick verá el coro de los ángeles, Harry escuchará el coro de los ángeles y, no les quepa duda, Tom lo arruinará para todos.

Da lo mismo que el paraíso exista o no. Que sea igual al campo de meteoros del cielo, a dormir tan profundo que ni siquiera se esté dormido o a la vida incluso sin ideación, instintos, reflejos, sinapsis, coherencia, uno mismo. Una sensación quiere decir lo que quiere decir, pero mi vista no es igual a tu vista. No puedo afirmar esto, porque no puedo ponerlo en duda. “Solo estar en Dios mismo” y que “Dios esté en algún lugar” supone, por decirlo así, que no hay experiencias que solo sean yo, que podrían ya no ser experiencias, aunque tampoco es posible creer en mis oídos, la planta de mis pies o mis labios de la misma manera que en un esquimal, un beduino, las hormigas del fuego, un alargado estruendo radioactivo. ¿Nada es x ni solo algo?

Desconozco la diferencia entre lo que he conocido y cómo lo he hecho. Mis sentidos pueden sobrevivir sin mí o hay experiencias que nunca serán experimentadas. Y, sin embargo, Dios o la naturaleza no es el mosaico de un dictador que aparece cuando cada manera de ser levanta una cartulina en las butacas de un estadio cósmico.

 

Imagen: Vivir entre dioses y religiones, Medium.