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¿Qué hizo tan notable a la labor educativa de la maestra mexicana Rosaura Zapata Cano? ¿Su vida y arduo trabajo revolucionario de qué manera siguen dando aliento a las causas del feminismo y en favor de los derechos de las niñas y los niños más pequeños?

Dirigida por Emilio “el Indio” Fernández, María Félix dio voz a una misionera ficticia de la educación en la película de 1948 Río Escondido. Su personaje protagónico de Rosaura Salazar, una maestra que por instrucciones del presidente de la república viaja a un mísero pueblo del norte del país para enseñar a la población, se inspira en una mujer real

Es más que merecido, sino injusto llamar a la sudcaliforniana Rosaura Zapata Cano la “María Montessori mexicana”. Ambas mujeres fueron revolucionarias y vanguardistas a su manera y en sus contextos históricos irrepetibles, del mismo modo en que María Félix y la maestra real que versionó tenían ambas caracteres decididos, aunque únicos.

Pionera de la educación prescolar mexicana, Zapata participó en una transformación de la sociedad, empezando por los más pequeños, mediante misiones rurales y campañas de alfabetización, llena de ese empuje y de esa creatividad vasconcelistas.

Junto a Estefanía Castañeda, la Rosaura de la vida real recibió su propia comisión para ayudar a organizar los primeros kindergártenes de la Ciudad de México. En 1904 se convertiría en directora del preescolar Enrique Pestalozzi, entre las calles Sor Juana Inés de la Cruz y Chopo de la capital. Fueron cincuenta años de consagración total a niñas y niños.

Zapata buscó con entrega ayudar al país a desarrollar un sistema de educación nacional acorde a la idiosincrasia de las mexicanas y los mexicanos más jóvenes. Este suerte de apostolado laico tenía como meta una vida en una atmósfera de libertad, normada dentro de la bondad, la verdad y la belleza, resonantes en el ser humano desde que es pequeño.

En 1907, esta notable educadora publicó una serie de artículos en la revista Kindergarten, todo con el fin de aportar al debate sobre los principios y la metodología más adecuados para los jardines de niños. Qué sembrar, cómo cuidarlo y qué esperar. Escribiría también los libros Cuentos y conversaciones para jardines de niños y escuelas primarias, 1920, Técnica de educación preescolar, 1951, y Teoría y práctica de jardín de niños, 1962.

Razones de sobra afortunadamente reconocidas a tiempo. El Senado de la República la condecoraría en 1954 con la primera Medalla Belisario Domínguez, encomiando su destacada labor en el sector educativo. En ese mismo año, también le fue otorgada la Medalla Maestro Ignacio M. Altamirano por cinco décadas en la actividad pedagógica.

Su proyecto de educación preescolar fue uno con el proyecto posrevolucionario integral del país, detrás del establecimiento de instituciones como la Secretaría de Educación Pública. Se avalarían los esfuerzos de Zapata iniciados desde aquel 1904, gracias a la expansión de los jardines de niños públicos en todo México. En palabras de esta maestra:

El juego fortalece los poderes del alma y del cuerpo.

Se trata de una manera de pensar que identifica la salud física y la calidad de las experiencias mentales desde la infancia, algo que requiere de los recursos compartidos de la sociedad. Zapata nunca dejaría de promover en todos los estados de la República la fundación de parques infantiles, funciones de teatro para niñas y niños, además de la educación ambiental y física. Su apostolado no podía ser serio, sino tomarse “en serio”, recurriendo a brigadas de la alegría, más que segura, siendo participe de este acceso a la plenitud humana.

En la Escuela Normal Primaria para Maestras, esta notable mexicana impartía una cátedra especial sobre "metodología del Kindergarten", resultado de sus experiencias en viajes a Alemania, Inglaterra, Francia y Suiza.

Fueron muchos los cambios que Zapata vivió entre el 1876 y 1964, el final de un siglo, una revolución social y el principio del futuro en una de las décadas más desafiantes de la Historia. Quizá el más grande fue para ella y para todas las mujeres de su época. Su sexo accedió a la educación superior sin restricciones, a una cada vez más común independencia económica, al voto y al servicio público. Como la Rosaura del cine, la Rosaura de no ficción contribuyó a visibilizar a las figuras femeninas, así como a las figuras infantiles, formas irrepetibles.

 

Imagen de portada: Rosaura Zapata Cano

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