El trauma no es solo un fenómeno mental, sino también una condición incrustada físicamente en el cuerpo, afectando nuestra salud general sin que seamos plenamente conscientes de ello. El trauma, hemos aprendido en las últimas décadas, es una manera en la que un patrón emocional se almacena en la profundidad de las células del cuerpo y se repite, como una especie de disco rayado. Este fue el argumento central del psiquiatra Bessel van der Kolk en su libro de 2014 El Cuerpo Lleva la Cuenta, que cambió la forma en que muchos en Occidente ven la enfermedad psiquiátrica y despertó interés en tratamientos holísticos para el trauma, como el yoga, la terapia EMDR, las artes escénicas y los psicodélicos.
¿Es posible biológicamente que el cuerpo almacene y libere el trauma? Van der Kolk sugiere que la memoria del trauma se codifica en el cuerpo a través de emociones profundas, trastornos autoinmunes y problemas musculares y esqueléticos, argumentando que la comunicación entre la mente, el cerebro y las vísceras es clave para la regulación emocional.
Sin embargo, algunos neurocientíficos cuestionan esta idea. Lisa Feldman Barrett, en un video de Big Think de 2023, afirmó que todo, incluido el trauma, está en nuestras cabezas, y que "el cerebro lleva la cuenta y el cuerpo es la tarjeta de puntuación". Según Barrett, las emociones se generan en el cerebro, no en el cuerpo, y los tratamientos como el yoga y el masaje sirven para cambiar las predicciones del cerebro sobre el cuerpo.
Barrett enfatiza que "no es tu cuerpo el que necesita sanar; son las predicciones de tu cerebro las que necesitan cambiar". Según ella, no es biológicamente posible que el cuerpo lleve la cuenta de nada.
Aunque la experiencia consciente del trauma puede estar confinada al cerebro, hay evidencia de que el trauma impacta los sistemas fisiológicos del cuerpo, lo que a su vez afecta al cerebro. Paul Kenny, investigador en el campo de las adicciones, señala que el sistema inmunológico, sensible al estrés, interactúa con las neuronas sensoriales y autónomas, y que el estrés puede modificar la función de los órganos periféricos y la forma en que se almacena la grasa en el cuerpo.
Estos procesos fisiológicos, aunque dependen de interacciones con el cerebro, podrían indicar que el cuerpo también "lleva la cuenta" del trauma. Si el trauma puede resultar en inflamación crónica o enfermedades autoinmunes, podría argumentarse que estas condiciones son expresiones válidas del trauma, al igual que las experiencias emocionales construidas por el cerebro.
Los terapeutas físicos y los trabajadores corporales que tratan a pacientes con trauma reconocen la interacción entre el cerebro y el cuerpo. A menudo describen cómo la "energía emocional" se queda atrapada en el cuerpo. Aunque no se entiende completamente cómo el masaje profundo puede llevar a una catarsis emocional, su efectividad parece respaldar las afirmaciones de van der Kolk. Existe evidencia creciente de que las intervenciones corporales pueden afectar directamente al cerebro. Cynthia Price, investigadora en la Universidad de Washington, ha encontrado que la Terapia de Conciencia Corporal puede cambiar la plasticidad del cerebro en áreas relacionadas con la autoconciencia.
La idea de que la energía emocional se almacena en el cuerpo, quizás en patrones de tensión que afectan cómo el cerebro representa el cuerpo y el yo, sigue siendo una pregunta abierta. Simplificar el trauma como bloqueos en las vísceras podría pasar por alto procesos bidireccionales complejos que es importante entender. A su vez, reducir el cuerpo a una tarjeta de puntuación podría limitar nuestra comprensión de la inteligencia.
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