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¿Qué hace tan particular a la escritura de los mayas prehispánicos de México y Centroamérica? ¿Qué distinguió a su campo semántico como consciencia de su universo natural y religioso? ¿Por qué ha sido tan complejo recuperar los significados de los jeroglifos mayas?

El ensayo La escritura jeroglífica: la puerta de la Historia, del epigrafista alemán Nikolai Grube, consigue, desde mi comprensión: evidenciar la iconografía de los mayas como aquello mediado y aquella mediadora por excelencia de su metafísica cultural. Una praxis co-figurada con la naturaleza y con la economía social de su pueblo. Podríamos decir, sin ser imprecisos, que su sistema de comunicación escrita y campo estético semántico consistió en un complejo entramado de signos, normas de composición y recursos escriturarios, que funcionan al combinar: tanto logogramas o evocaciones para los ojos, es decir, palabras icónicas o morfemas con un significado completo; como silabo-fono-gramas o evocaciones para el oído, es decir, signos fonéticos sin significado en sí mismos. En síntesis, un reservorio escrito único, de carácter normativamente mixto y logosilábico.

Sería apropiado decir que resulta muy patente una sobreabundancia de ritos en todas las áreas mayas, lo que evidencia su pretérita aceptación, valor de continuidad y ligue con la glifo-escritura, medio de registro hermenéutico / doctrinal. Sin olvidar que sus logogramas adquirieron un poder propio bajo determinadas circunstancias, a saber, como talismanes y catalizadores para la comunicación con los espacios paralelos.  Es decir, la tecno-religiosidad maya convirtió al signo en significante, abarcando la magia, la profecía y la nigromancia.

Este sistema perduró aproximadamente un lapso de dos mil años, contando como primera evidencia diez bloques jeroglíficos pintados, que fueron hallados en el relleno de la pirámide “Las Pinturas” en San Bartolo, en la llamada fase de construcción “Sub-V” datada aproximadamente de los siglos II o III antes de la era común. Empero, fue notable que la tradición escritural maya sobreviviera dentro de espacios alejados del control español.

Si como afirma el investigador alemán, el cada vez más conseguido “desciframiento de los jeroglifos mayas constituye una de las aventuras intelectuales de nuestra época”, cuando “hace medio siglo era inimaginable que algún día pudieran leerse los textos”, en tanto un descartado “problema insoluble”, es pertinente revisar la historia detrás de su investigación: En medio del siglo XIX, a partir del descubrimiento de diversos documentos mayas, siendo notable un códice que ahora se ubica en la ciudad de Dresden, en el país natal de Grube, fue patente el naciente interés de los europeos por esta cultura. La exploración documental inicial incentivo un proceso de análisis que, ya en el siglo XX, se apuntaló con las aportaciones de un número creciente de mayistas, quienes proporcionaron datos para la mejor comprensión del sistema de escritura y calendario de este pueblo mesoamericano. Son notables las aportaciones de Eric Thompson, David Kelley o Michael Coe. No obstante, uno de los más destacados habría sido el lingüísta de origen ruso Yurii Knorozov. Su trabajo consiguió demostrar, entre otras cosas, que su escritura sí representaba y reproducía sonidos, sin tener a modo de base caracteres que “remitían a ideas de un modo impreciso”, como se creía décadas atrás, “sin una necesidad de conocer la lengua maya”.

Para Grube, este proceso de búsqueda de claridad mantuvo largo y tendido diversos malos entendidos que poco a poco se lograron despejar; aunque sigue siendo posible que otros tantos aún ilusionen a los nuevos mayistas. Por poner un ejemplo: “a pesar de todos los esfuerzos por descifrar las inscripciones que aparecen… en las estelas, en los altares y en los dinteles”, durante mucho tiempo “no fue posible ir más allá de la interpretación de los pasajes correspondientes” a un sentido calendárico. “Y como todo lo que podía leerse eran fechas de calendario y cálculos astronómicos, en la primera mitad del siglo XX se tenía la impresión… facilitada por las inscripciones… de la civilización maya como una sociedad de agricultores pacíficos, gobernados por sacerdotes y dedicados a observar el cielo y a pensar en el fenómeno del tiempo”. Si “no había guerras ni reyes ávidos de poder”, especialistas como Thomson “no interpretaron que las inscripciones registraran ningún tipo de historia”.

La dificultad para desentrañar la iconografía maya se explica por distintos factores que se fueron sumando. Entre ellos, según Grube: “el hecho de que determinados signos puedan leerse de diversos modos complejiza todavía más la lectura de los textos jeroglíficos”. Tampoco se debe pasar por alto que “solo se conserva una pequeña parte de la riquísima literatura maya”, ya que “la humedad y el calor del clima tropical provocaron la pérdida de todos los soportes de la escritura elaborados con material perecedero”. Sin olvidar que también o “más importante es el estudio lingüístico del idioma de la escritura jeroglífica”, tarea inconclusa, quizá ya que “disponía de muchas posibilidades estilísticas y estaba en condiciones de reproducir todos los matices de la lengua”.

Pero es importante no subestimar el arduo trabajo de los epigrafistas, sobre todo considerando que, como afirma el investigador alemán: “de los cerca de ochocientos signos de la escritura maya, actualmente están descifrados unos trecientos y se tiene una idea más o menos precisa de la significación de los otros tantos”. Por ello, las investigaciones sobre los jeroglifos continúan, siendo además los mayas contemporáneos participantes de primer orden mediante sus contribuciones y gestos de reivindicación cultural.

Pienso que la iconografía fue una traducción de la unidad en las dualidades dentro de la religiosidad maya: un politeísmo desarrollado íntimamente con sus claves iconológicas, desde una resolución particularmente lúdica. Quiero hacer notar que otros pueblos se han inclinado más por desarrollos conceptualistas, desde nociones que son más pensadas que vistas, a saber, a partir del concepto puro o metáforas agudas. En cambio, los mayas recurrieron más a la estética, un contenido semiótico fánico delimitado, no en sentido peyorativo, por lo monstruoso o el quimerismo. Este no implica o no solo resalta la suma de lo particular, sino que muestra cómo algo necesita ser invisible en lo visible; la unidad inefable que solo tiene como vía ontosófica un mundo henchido de cosas y fuerzas; la sensualidad y la repulsión entre la iconografía de una cultura como onto-grafía sagrada.

Sus funciones no se restringieron al recuento de historias políticas, militares o societales, sino que, y recurriendo a la filosofía arqueológica de Michel Foucault (2008): son a todas luces lo que podríamos entender por la episteme de los mayas, a saber, la forma delimitada de articular el pensamiento y, colateralmente, plantearse la pregunta por el saber. Es decir, la episteme de un pueblo alza preguntas, espacios discursivos, empiricidades y conocimientos, pero, sobre todo, la manera de producirlos, aquello que los permite, que sería en este caso y por excelencia: la estética. Se trata en síntesis de la articulación interna de aquellos y, por tanto, hasta dónde llega su reflexión, cómo hace específico lo universal.

Empero, como advierte Grube en su recuento de la Historia y la historiografía de la epigrafía mayista: fue una idealización suponer que los mayas no respondían a una mentalidad concreta, incluida la razón de Estado, el naturalismo y la ciencia pragmática.

Su episteme desde su clave iconológica y onto-gráfica podría definirse como espacio de orden que coincide con un espacio genealógico, desde el cual son posibles los conocimientos. El background que dicta lo a priori, el elemento de positividad y fánico de creencias, ideas y conceptos por el que puede constituirse un saber, creencias, ciencia, calendarios y otras actividades con distintos fines, como la clave singular de lo religioso artístico. Dicho de otro modo, ahora por el filósofo griego Cornelius Castoriadis: la imaginación es ese influjo inmotivado como necesidad inmanente de motivos, de instituirse e instituir lo imaginario. En el caso particular de los mayas: mediante y mediando sus imágenes, junto a la importancia de su expresión ritual que concebía la vida misma como un todo.

 

Imagen de portada: piedra tallada de mil trescientos años de antigüedad, Guatemala, Sin Embargo.