Taneda Santōka, un nombre que resuena en los anales de la literatura japonesa, no solo por su poesía, sino también por su vida, tan intrincada y profunda como sus haikus. Nacido en 1882, Santōka vivió en una época de cambio, pero su vida personal estuvo marcada por tragedias y desafíos que definieron su arte.
La vida de Santōka comenzó en el seno de una familia acomodada, pero no feliz. Su madre se suicidó cuando él tenía solo diez años, un evento que dejó una cicatriz permanente en su psique. Su padre tampoco pudo reponerse a la pérdida trágica de su esposa y por lo mismo fue distante y negligente con Taneda, a quien no proporcionó el apoyo emocional necesario durante su infancia. Estos eventos tempranos sembraron las semillas de una vida de lucha contra la depresión y el alcoholismo en el futuro poeta.
A pesar de sus desafíos, Santōka encontró consuelo en la poesía. Influenciado por Ogiwara Seisensui, se alejó de las formas tradicionales del haikú, adoptando un estilo libre que reflejaba su visión única del mundo. Sus poemas carecían de la estructura clásica y establecida de 5-7-5 sílabas, una rebelión contra las normas establecidas.
Convertido en monje Zen, Santōka adoptó un estilo de vida nómada. Viajó a pie por Japón, recorriendo aproximadamente 45,061 km, una hazaña impresionante. Estos viajes no solo fueron físicos, sino también espirituales y emocionales, reflejados en su poesía que destilaba observaciones agudas de la naturaleza y la condición humana.
La poesía de Santōka es un espejo de su vida: cruda, directa y profundamente conectada con la naturaleza. Sus haikus son más que simples observaciones; son reflexiones de un alma que ha conocido el dolor, la soledad y la belleza efímera del mundo.
No tengo hogar.
El otoño se vuelve inhóspito.
Sobre mi cabeza
el ardiente cielo estival:
mendigando y caminando
Mi cuenco
de mendigar
acepta hojas caídas.
Las montañas, el mar…
Tengo agotado el corazón
de tanta hermosura.
Profundamente emocionado
por seguir vivo
es hora de remendar mis ropas.
Precisamente en primavera,
esta sensación de vacío…
¡en el estómago que llevo a cuestas!
Envejeciendo,
añorando mi pueblo natal.
Tsu-ku-tsu-ku-boshi.*
(*Nota: el tsukutsukuboshi –Meimuna opalifera– conocido con este particular nombre en Japón como onomatepaya de su canto, es una cigarra que se encuentra únicamente entre julio y octubre, después de lo cual no se le vuelve a ver; por esta y otras razones, dicho insecto se asocia con la melancolía y la nostalgia en la cultura del país.)
Días desagradables,
días en que no camino, días sin bebida,
días sin haiku.
Nada puedo hacer.
Mi vida de contradicciones
llevada por el viento.
Este viaje
Un viaje sin fin
Tsu-ku-tsu-ku-boshi.
La belleza de la puesta de sol
no muestra pena alguna
por la vejez.
En su época, Santōka no fue ampliamente reconocido. Sin embargo, con el tiempo, su obra ganó admiración por su autenticidad y su capacidad para capturar la esencia de la experiencia humana. Hoy, es celebrado como un innovador en el mundo del haikú, un poeta que transformó su sufrimiento en arte.
En español se encuentran al menos dos compilaciones de su poesía. El monje desnudo (Libros de los malos tiempos), publicado por la editorial Miraguano, y Saborear el agua - Cien haikús de un monje zen, de la editorial Hiperión.
La vida y obra de Taneda Santōka son un testimonio de la búsqueda de significado a través del arte. Su viaje, marcado por la tragedia, la introspección y la revelación, ofrece una ventana a un alma que buscó comprender la vida en sus términos más puros. En sus haikús encontramos no solo la belleza de la naturaleza, sino también un eco de la lucha humana, un recordatorio de que incluso en la adversidad, se puede encontrar la belleza y la verdad.