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En una tradición en donde se encuentran Marcel Proust, Virginia Woolf y otros autores, Luna Miguel se suma con este libro sobre los placeres, los sinsabores y los asombros de leer

En abril de 2022 en España (La Caja Books) y en octubre del mismo año en México (Almadía) se publicó Leer mata, un ensayo de Luna Miguel ni muy breve ni muy amplio, de tono intimista, en torno a la lectura. El libro se inscribe en una tradición literaria hasta ahora modesta pero muy honorable de escritores que en algún momento de su vida han sentido la necesidad de escribir sobre leer

Dicho así, el tema no es absoluto ni baladí ni misceláneo, tampoco un capricho, pues teniendo en cuenta que la mayoría de los escritores abraza dicho oficio, escribir porque primero fueron grandes lectores, escribir sobre leer es escribir sobre un acto fundamental para su existencia, entrañable en la mayoría de los casos, a veces también una condena, pues para muchos escritores la lectura pasa de ser originalmente un gusto a una necesidad e incluso una obligación (deliciosa en ocasiones, qué duda cabe, pero en otras imperiosa también, pues para no pocos, que devienen editores, dictaminadores, redactores, profesores y otras profesiones afines, leer termina siendo parte de su trabajo remunerado).

En ese sentido, pareciera que leer puede imponerse en algún momento como motivo de escritura. Después de todo, si tanto se le ha dedicado a esa actividad (tiempo, dinero, etc.), si tan valiosa se le considera íntimamente, si tantos frutos se han desprendido de ella y tanto se disfruta, lo extraño sería no escribir alguna vez sobre ella.

Portada de la edición mexicana de

Portada de la edición mexicana de Leer mata (Almadía)

Es así como el libro de Luna Miguel se suma a una estela en donde se puede encontrar a Marcel Proust (Sur la lecture), John Ruskin (Sésamo y lirios), José Vasconcelos (Libros que leo sentado y libros que leo de pie), Virginia Woolf (El lector común), Ricardo Piglia (El último lector), por supuesto Roland Barthes, su antítesis Pierre Bayard (Cómo hablar de los libros que no se han leído), Roberto Calasso y otros nombres a los que, de hecho, Luna recurre en uno de los capítulos del ensayo, titulado precisamente “Leer sobre leer”. 

Para los entusiastas del tema, esa cofradía secreta de amantes de la lectura literaria, el libro de Luna Miguel es también un buen punto de referencia, pues sea por obsesión, por honestidad intelectual o estilo, o una combinación de todo ello y quizá otros componentes también, la autora cita puntualmente cada uno de los libros que la acompañaron durante la escritura del suyo, como si de tratase de una rendición de cuentas exacta y de importancia capital para quienquiera que, se supone, estará al otro lado del libro que escribe.

Y acaso no podría ser de otra manera, pues después de todo, como ya decía Quevedo en su famoso soneto sobre la lectura (“Retirado en la paz de estos desiertos”), leer es también conversar. Leer es una de las maneras más extrañas, imprevisibles y aun enigmáticas que encontró la humanidad para entrar en contacto con alguien. Leer y escribir, mejor dicho, pues tanto una como otra acción, tan íntimamente relacionadas que una no existe sin la otra, se realizan bajo la misteriosa presencia de un otro casi omnipresente. Es al otro a quien le ocurren las cosas, se podría decir, recordando a Borges. Un otro hipotético vago, indefinido, que leerá esto que escribo. Un otro real quizá, pero que no está aquí, en quien pienso al escribir. Un otro que al leer me acompaña (el autor a quien mi imaginación crea, los personajes a quien mi mente les da una voz y una forma, los fantasmas de mis lecturas pasadas que me acompañan, el lector que espero). Un otro siempre.

Portada de la edición española de

Portada de la edición española de Leer mata (La Caja Books)

El libro de Luna Miguel destaca en su estilo por la manera tan suelta y ligera de entablar esa conversación con los libros que cita, algunos de ellos de prosapia, pero también con elementos como su propia experiencia lectora, sus sensaciones, su vida cotidiana, las personas con quienes comparte s vida e incluso con el propio lector de su libro. Y para esto último no requiere echar mano de un recurso de metaficción que “rompa la cuarta pared”, sino que simplemente su estilo de escritura involucra naturalmente a la persona que por azar llegó a las páginas de Leer mata y se quedó ahí, convidado gustoso de una conversación sincera sobre un tema de su agrado, con una persona que comparte con pasión lo que sabe al respecto.

¿Por qué leemos? La respuesta a esta pregunta no es sencilla y quizá ni siquiera se pueda llegar a una que satisfaga a todos. Del libro de Luna Miguel se podría decir con cierta lasitud que ni siquiera intenta responder exactamente a ella. Elabora, eso sí, como se elabora a veces cuando se expone con una poca de improvisación frente a un público, cuando se habla con personas muy queridas, cuando uno está tumbado en el diván del psicoanalista. Se elabora, en el caso de Leer mata, con una displicencia muy singular, placentera. Se elabora para intentar entender por qué –pero un porqué subrepticio, sutil, apenas perceptible– hay quienes viven leyendo un libro tras otro, con el mismo frenesí con que se consumen ahora las series de streaming, tomos de cientos de páginas u opúsculos de apenas unas cuantas, “leer aunque sean los papeles rotos de las calles”, como dice Cervantes en el Quijote.

Leer por amor, por necesidad, por obligación, por placer, para distraerse, para amar, para pasar el tiempo, para ocuparse. Leer, leer sin cesar, leer siempre, poniendo en ello la vida.


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Imagen de portada: Luna Miguel en Barcelona, Laura Rosa (2021) / Wikimedia Commons