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En este apunte de "La gaya ciencia", Nietzsche saludó la llegada de un nuevo año con optimismo y esperanza

Por más que sea posible afirmar y sostener, con argumentos sólidos, que el tiempo es desde cierta perspectiva una invención humana y, por lo tanto, un aspecto ficticio y aun imaginario de nuestra realidad, resulta innegable que, imaginaria y todo, es una de las invenciones más poderosas que hemos creado, una de la cual es prácticamente imposible sustraerse. Esto, en buena medida, porque aunque el tiempo tiene ese cariz “inventado” (particularmente cuando se le considera desde la medición y aquello que el ser humano ha creado para dar cuenta de su transcurso –relojes, calendarios, etc.), siempre se impone su cualidad decididamente real, en un sentido casi lacaniano de este término, es decir, ese aspecto del tiempo que sentimos como absoluto, invencible, ineludible, infranqueable. Una presencia frente a la cual el ser humano nada puede, pese a todos los ingeniosos recursos de los cuales tanto se precia.

En ese sentido, el día del Año Nuevo podría parecer una fecha arbitraria, elegida un tanto azarosamente entre tantos otros instantes del tiempo. Sin embargo, no es así. O al menos, en medio de la invención, el primer día de un nuevo año se nos presenta con un simbolismo profundo del cual es muy difícil sustraerse. ¿Qué más valioso puede haber para la mente humana que la promesa de un nuevo comienzo? Un cuaderno sin abrir, una hoja en blanco, una vida que inicia. La idea en el horizonte de que todo puede ser distinto esta vez. Que el año nuevo llega con la posibilidad de empezar otra vez, de cambiar, corregir, actuar de otra manera A la fecha quizá se le puede creer arbitraria, y sin embargo, la esperanza que viene con ella se vuelve tan real…

Una posible prueba de qué tan poderosa es la fe en el Año Nuevo se puede observar en un breve apunte de Friedrich Nietzsche que pertenece a la obra conocida comúnmente como La gaya ciencia. El filósofo lo escribió precisamente con motivo de un nuevo año y, como buena parte de los fragmentos que componen el libro, su tono es más bien optimista. A diferencia de lo que quizá podría esperarse de Nietzsche (o de cierta idea más o menos común que se tiene de él a raíz de la recepción de su obra), el filósofo saluda la llegada del nuevo año con alegría, ilusión, e incluso con una cierta idea de “propósito” del tipo de los que se hacen actualmente cuando el año inicia. Veamos:

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Para el nuevo año. —Sigo viviendo, sigo pensando: tengo que seguir viviendo, porque tengo que seguir pensando. Sum, ergo cogito; cogito, ergo sum [soy, luego pienso; pienso, luego soy]. Como todo el mundo se permite hoy expresar su deseo y pensamiento más querido, yo también quiero decir hoy lo que desearía de mí mismo y cuál fue el primer pensamiento que este año cruzó mi corazón —¿cuál el pensamiento que ha de ser para mí el fundamento, el aval y la dulzura del resto de mi vida? Quiero aprender cada vez más a ver la belleza existente en la necesidad de las cosas —así seré uno de los que las embellezcan. Amor fati: ¡que este sea mi amor a partir de ahora! No pretendo hacer la guerra contra lo feo. No pretendo acusar, ni siquiera acusar al que acusa. ¡Que apartar la vista sea mi única negación! Y, para decirlo todo y de golpe, ¡quiero ser algún día alguien que sólo sepa decir "sí"!

[Traducción de Germán Cano, La ciencia jovial (La gaya scienza)]

Sólo como nota al pie, recordemos que amor fati es una noción particularmente importante en la filosofía de Nietzsche, sobre la cual elabora tanto en La gaya ciencia como en Ecce homo y algunos otros lugares de su obra. La expresión se traduce como “amor al destino [propio]” y, en el marco del pensamiento nietzscheano, se entiende como aprender a amar todo aquello que hizo posible el momento presente de nuestra vida, es decir, esa combinación inabarcable de circunstancias que nos han hecho ser quienes somos ahora. Amar nuestro pasado, el origen del cual provenimos, nuestras decisiones, los errores, los actos, las omisiones. Amarlo todo. Amar nuestra vida por lo que es ahora.

En cuanto al fragmento citado, dicho concepto se encuentra en relación con la idea de “necesidad” también referida por el autor. Cuando Nietzsche escribe Quiero aprender cada vez más a ver la belleza existente en la necesidad de las cosas”, de alguna manera nos dice que desea aceptar las cosas tal y como son y en esa existencia ya dada, encontrar la belleza que las sostiene (que, en cierto sentido, es la sola belleza de ser, como la célebre rosa de Angelus Silesius, que florece sin porqué). 

De ahí también la conclusión a la que llega Nietzsche en su saludo al nuevo año. Aceptar la necesidad de las cosas para después identificarla con la belleza de ser, de algún modo conduce también necesariamente a la afirmación pura, a aceptar la vida tal como es, sin el afán de pretender torcerla hacia nuestras ambiciones y nuestros intereses. ¡Por supuesto que el mundo tiene mucho de corregible! Pero con su filosofía, Nietzsche nos alienta más bien a construir una existencia en la cual, para todo aquello que nos presenta la vida, seamos nada más que afirmación absoluta, continua, indomeñable.

and yes I said yes I will Yes.


Twitter del autor: @juanpablocahz


Del mismo autor en Pijama Surf: "El viaje": el poema de Charles Baudelaire sobre lo nuevo como antídoto para el aburrimiento

 

Imagen de portada: BBC