Partiendo del hecho de que el conflicto actual entre Rusia y Ucrania es complejo por definición, ofrecemos a continuación 5 puntos que vale la pena considerar al momento de intentar entender la situación.
Como veremos, las pugnas en la región son históricas y en buena medida están relacionadas con su posición estratégica en Europa y, más recientemente, con la riqueza de sus recursos energéticos, específicamente el gas.
Veamos.
Varios analistas remontan el conflicto que ahora se vive a la anexión que realizó Rusia en 2014 de Crimea, una península en el mar Negro que se encuentra al sureste de Ucrania y que, entre otras cualidades, destaca porque dicho territorio es sumamente rico en reservas de gas.
En marzo de 2014, so pretexto de la remoción del presidente Víktor Yanukóvich, el gobierno ruso envió a Crimea un convoy que inicialmente se dijo que era ayuda humanitaria pero consistió en 16 mil soldados.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte es una alianza esencialmente militar de países europeos y Estados Unidos que se creó algunos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1949 y que, por las circunstancias en que surgió, eventualmente se convirtió en una suerte de bloque militar antisoviétivco. En este sentido, Rusia y la OTAN son antagonistas en diversos temas de política exterior.
En los últimos años, la OTAN ha incorporado entre sus miembros a algunos países que formaban parte de la extinta Unión de República Socialistas Soviéticas o que tuvieron influencia soviética a lo largo del siglo XX. El caso más significativo es Ucrania, cuyo proceso de adhesión comenzó en 2008. Dicha adhesión representa una amenaza clara a los intereses geopolíticos de Rusia.
Cabe mencionar que ya para entonces existía en Crimea una atmósfera tensa de grupos separatistas, algunos afines a Rusia y otros que buscaban la independencia de la región, la cual fomentó manifestaciones, acciones de presión al gobierno e incluso algunas revueltas militares.
En el siglo XVIII, el Imperio ruso le arrebató al Imperio otomano la península de Crimea y a partir de entonces se estableció ahí la base de la Flota del Mar Negro, una pieza clave del poder naval ruso en la zona y, en general, como parte de su geopolítica versus los países europeos.
En 1991, cuando Ucrania declaró su independencia respecto de la Unión Soviética, la Flota Soviética del Mar Negro, anclada en Sebastopol, se dividió entre ambos países.
Sin embargo, en 1997, Rusia reconoció las nuevas fronteras de Ucrania sólo a cambio de recuperar el 80% del control de la Flota y poseer el control de la base de Sebastopol durante 20 años. Y si bien este acuerdo se extendió hasta el año 2042, desde 2014 Rusia administra la ciudad como un territorio propio, ilegalmente según la consideración de Ucrania u organismos internacionales como la ONU.
Este factor también juega como parte de los intereses de Rusia sobre la zona de Ucrania.
Con todo lo dicho hasta ahora, es claro que la región de Ucrania ha sido escenario de hechos históricos complejos y diversos, tanto desde hace ya varios siglos como en décadas recientes.
Ello ha derivado en una composición demográfica del país muy singular y propicia para generar ciertas tensiones políticas y sociales.
De acuerdo con datos de un censo elaborado en 2014, aproximadamente 60% de la población en Ucrania es de origen ruso, 25% sería de origen étnico ucraniano y, en el 15% restante, la mayoría tendría orígenes tártaros, siendo, además, descendientes de personas deportadas a la región durante el gobierno de Josep Stalin.
A ello cabría sumar la división existente entre personas afines a Rusia, quienes son más simpatizantes del estilo de vida occidental y los países que lo representan y quisieran la independencia genuina del país.
Actualmente, Rusia provee cerca del 40% del gas que se consume en países de Europa, incluido el Reino Unido. Esto puede ser un factor de consideración notable en la pugna entre Rusia y los países agrupados en la OTAN, especialmente tomando en cuenta que en el continente queda todavía cerca de un mes de bajas temperaturas.
Un estudio reciente del Instituto de Economía Energética de la Universidad de Colonia (Alemania) afirma que los países de Europa cuentan con reservas suficientes de gas para suplir las necesidades de sus poblaciones, pero esto sólo si las temperaturas del final del invierno no bajan dramáticamente.
Con todo, si Rusia decidiera detener por completo el flujo de gas hacia Europa, se crearía un “cuello de botella” en varios países europeos, según asegura ese mismo estudio.